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Año V Nro. 368 - Uruguay, 11 de diciembre del 2009
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La diferencia entre una república moderna autónoma y la "democracia" artificial de muchos países subdesarrollados es que la primera está regida por instituciones mientras la segunda por hombres. Entonces, ¿qué es lo que quiere el presidente Álvaro Uribe para su país? En una república, el orden institucional está sujeto a un estado de derecho diseñado para proteger los derechos de los individuos contra ellos mismos y contra el poder del Estado. Los derechos a la propiedad, las libertades civiles y el progreso humano funcionan mejor cuando los actores del gobierno, incluso aquellos que gozan de gran popularidad, están limitados por controles institucionales. Durante la mayor parte de los últimos siete años, Colombia parece haberse acercando a este ideal. Muchos aspectos de la vida diaria aquí han mejorado significativamente desde que Uribe asumió la presidencia en agosto de 2002. Tanto el renacimiento de la seguridad personal como el profesionalismo del ejército responsable por ella son productos del liderazgo de Uribe. También lo es el mejoramiento del clima de inversión y el hecho de que la petrolera estatal ahora puede hacer uso de capital privado. La empresa estatal de telecomunicaciones ha sido parcialmente privatizada. Los sindicatos de maestros han tenido que aceptar algunas limitaciones a sus generosos paquetes de pensiones. Colombia ha firmado y ratificado un acuerdo de libre comercio con EE.UU. (aún está pendiente la ratificación en Washington) y ha empezado a mirar hacia Asia en busca de nuevos tratados comerciales, tributarios y de inversión. Tras ver surgir a su país de lo que parecía un callejón sin salida en 2002, los colombianos tuvieron razones para creer que estaban dejando atrás aquel mundo latinoamericano de gobiernos liderados por caudillos. Sin embargo, ahora existe preocupación por los esfuerzos de Uribe para mantenerse en el poder con una enmienda constitucional que le permitiría postularse a la presidencia por tercera vez en las elecciones de mayo, algo que socavaría los avances del país y pondría en riesgo su progreso futuro. La mayor parte del tiempo, Uribe asegura que es sólo un espectador del proyecto para modificar la Constitución; y que es el pueblo el que trata de retenerlo. Aun así, existe al menos una pizca de verdad en las denuncias de que él está fomentando la enmienda. El tema pudo haber quedado cerrado en el Congreso en diciembre del año pasado si no fuera por que su ministro del Interior lo revivió. "Debió haber tratado de crear un gobierno que no fuera sólo acerca de él", se quejó un experto legal colombiano del ala uribista. En cambio, "dejó que el proyecto de reelección avanzara" y ahora se avecina un caos para el año electoral. El caos se debe al hecho de que se está acabando el tiempo. La Corte Constitucional, que debe aprobar o no un referéndum para un tercer período, entrará en receso la próxima semana. Eso podría postergar una decisión hasta mediados de enero. Incluso si el tribunal falla a favor de Uribe, no es seguro que el referéndum pueda organizarse antes de la fecha límite de marzo para cuando los candidatos deben declarar su intención de postularse. Si se realiza la consulta y Uribe pierde, lo que es posible, dada la tasa de participación que debe conseguir, un candidato uribista sufrirá por haber entrado tarde a la contienda. Debido a este cronograma, los simpatizantes de la visión de Uribe para el país dicen que su propuesta de reelección pone en riesgo las oportunidades del partido de gobierno de ganar las elecciones de mayo, y deja el camino abierto a un presidente con una línea dócil en cuanto a seguridad nacional. Esto representa un problema dada la coyuntura. Las organizaciones criminales financiadas por el consumo de drogas en EE.UU. y Europa siguen siendo una amenaza a la población colombiana. Una es las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que tiene una alianza con Hugo Chávez. Las amenazas militares del presidente venezolano no son tomadas en serio aquí porque se sabe que las tropas de Chávez están en mal estado. Pero sí hay preocupación sobre los esfuerzos desestabilizadores que Chávez realiza de manera informal. Sus militantes rondan la zona fronteriza y ha cerrado el muy usado cruce hacia la ciudad de Cúcuta. Tampoco pueden descartarse del todo las especulaciones de que el crimen organizado está infiltrando el poder judicial de Colombia. Muchos detractores de Uribe dicen que a Colombia le vendría bien un nuevo gobierno uribista que ataque los problemas y continúe con la liberalización económica. Los terceros mandatos, resaltan, ya no funcionan. También temen que el presidente esté marcando un precedente que pueda perjudicar al país más adelante. Si Uribe puede permanecer en el poder indefinidamente, ¿qué detendrá a alguien como Chávez de hacer lo mismo en un futuro? Es más, alegan que una Colombia en proceso de modernización requiere un liderazgo que defienda el estado de derecho, no una que lo manipule a su conveniencia. "Creemos que la ley colombiana debe aplicarse", dijo Luis Carlos Villegas, presidente de la Asociación Nacional de Industriales (y partidario por muchos años de Uribe) en una entrevista a principios de año. "No negamos que Uribe ha sido uno de los mejores presidente de Colombia", dijo. Pero añadió que hay "decenas" de colombianos calificados para postularse al cargo. No cabe duda de que Uribe ama a su país. ¿Qué mejor manera de que honrar el estado de derecho que hacerse a un lado como éste lo demanda? Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 7 de diciembre de 2009. Fuente: Cato Institute
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