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Año V Nro. 368 - Uruguay, 11 de diciembre del 2009   
 
 
 
 
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Raúl Seoane

Esperemos que haya cambiado...
por Ope Pasquet

 
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         El domingo pasado la ciudadanía se pronunció de manera clara y contundente: quiere que el próximo presidente de la república sea José Mujica. Mujica gobernará, como lo hizo Tabaré Vázquez, con el respaldo de una mayoría parlamentaria propia, que le permitirá desarrollar su programa de gobierno sin hacerle a la oposición las concesiones que no quiera hacerle.

         Desde siempre, y no sólo durante la campaña electoral, los partidos tradicionales dudaron de la autenticidad del compromiso democrático de José Mujica (y conste que me incluyo entre los "dubitativos"). Ante el resultado electoral del domingo, quedan dos opciones: o suponemos que la mayoría de los uruguayos también carece de firmes convicciones democráticas, o reconocemos que esa mayoría simplemente no comparte nuestras dudas y ve a Mujica de otra manera. Me inclino por esta segunda alternativa.

         El mismo pueblo que en Octubre rechazó el atentado contra el Estado de Derecho que hubiese significado la anulación de la Ley de Caducidad, y la negación de las garantías del sufragio contenida en la propuesta de "voto epistolar", en Noviembre hizo presidente a un tupamaro. En la segunda vuelta, Mujica tuvo casi cien mil votos más que papeletas rosadas hubo en Octubre. Respetemos íntegramente la voluntad del soberano, y tratemos con humildad de comprender mejor los modos de sentir y razonar de los uruguayos de hoy.

         Por el hecho de haber sido elegido por el pueblo, el futuro presidente merece que aún quienes no lo votamos le abramos una carta de crédito. Confiemos en las buenas intenciones que proclama, mientras no las desmientan sus acciones. La gente espera que una brisa fresca de entendimiento y cooperación entre los partidos, despeje la atmósfera crispada y tensa de la campaña electoral. La campaña terminó y es tiempo de darse un apretón de manos y felicitar al que ganó en buen ley. La salud del espíritu público necesita este momento de reencuentro, que forma parte del ciclo democrático tan legítimamente como el momento de la lucha electoral. Inexorablemente llegarán, después, otros momentos.

         El discurso del presidente electo en la noche del domingo estuvo a la altura de las circunstancias. En la hora del triunfo, de su triunfo, José Mujica demostró grandeza. Al invocar el "Ni vencidos ni vencedores" de la Paz de Octubre de 1851, se ubicó en la línea de la mejor tradición nacional: la de la tolerancia y el respeto entre los orientales de todas las divisas. Así hablan los presidentes del Uruguay.

         Cuando dijo que el poder reside en el corazón de las grandes masas populares y que a él le había llevado toda una vida comprenderlo, Mujica se acercó mucho a ese rechazo final y definitivo de la violencia como método de acción política que espero escucharle algún día; no es a los tiros, seguramente, que se conquista el corazón de nadie. Eché de menos en sus palabras una referencia siquiera a la Constitución. Mujica no la nombró, pero la lealtad a ese supremo símbolo republicano es un rasgo central de la identidad nacional uruguaya, que el presidente debe ser el primero en respetar y defender.

         Mientras pensaba en eso, recordé el discurso de Jorge Batlle en la noche del último domingo de Noviembre de 1999, poco después de que se anunciara que le había ganado la elección a Tabaré Vázquez y que sería el próximo presidente de la república. Yo era uno de los tantos que colmaban el Radisson Victoria Plaza esa noche; allí escuché el emocionado discurso del presidente electo. Abundaron en él las previsibles referencias a la libertad y a las instituciones, así como las expresiones de gratitud a los blancos que lo habían votado, pero no hubo palabras de aliento para los débiles, los humildes, los necesitados; yo sentí que faltaba una nota de sensibilidad batllista en aquel discurso. Sin embargo en el 2002, cuando una crisis tremenda cayó sobre el país, se paró la inversión pública pero el gasto público social se mantuvo y aun aumentó como porcentaje del total; el Estado en penurias no le pagaba a sus proveedores, pero reforzaba el rubro de los comedores escolares y seguía haciendo escuelas de tiempo completo. Los hechos del gobierno habían ido más lejos, por el camino de la solidaridad verdadera, que las palabras del presidente electo aquella noche.

         Espero que, del mismo modo, la práctica del gobierno que se instalará el próximo 1º de Marzo supere el discurso del presidente electo y no deje nada que desear en materia de respeto a la Constitución. Al pie de ese gran símbolo tenemos que encontrarnos siempre los uruguayos, cualesquiera sean los resultados electorales.

© Ope Pasquet

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