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El “síndrome del anuncio ampuloso”
por Ruperto Long
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Hace unos días, un amigo me preguntó a quemarropa: “Ustedes, quienes ocupan posiciones políticas, ¿están realmente preocupados por el tema de la crisis energética mundial? ¿Hablan entre ustedes sobre lo que sería necesario hacer?”
Le respondí que sí, que el tema ocupa tiempo en las discusiones políticas y parlamentarias, pero que en general –salvo honrosas excepciones-, no se advierte la urgencia impostergable de enfrentar el mismo. Y le recordé la broma, más que conocida, sobre la persona a quien le diagnosticaban una enfermedad que tendría un desenlace fatal en unas pocas semanas. Como respuesta a la dramática situación, esta persona decidía irse a vivir al Uruguay.
Ante la mirada perpleja del médico, se limitaba a responder: “Porque allá todo acontece veinte años después”.
Es decir: a veces sentimos, en el medio de la batalla por asegurar la energía que nuestro país requiere para su desarrollo, que demasiada gente -particularmente del actual gobierno-, se ubica en una posición como la del amigo del cuento: la crisis mundial que enfrentamos no tiene precedentes, estamos en el comienzo del ocaso de la era del petróleo, pero todo ello en Uruguay va a llegar mucho después…
Es por ello que el gobierno demoró años en instaurar la Comisión Multipartidaria de la Energía, que propusiéramos en el 2005 con el objetivo de generar Políticas de Estado en cuestión tan vital, y en la actualidad raramente la convoca. Y por la misma razón, asimismo, durante años postergó la consideración de la alternativa nuclear; y cuando finalmente lo hace, ya en el último año de gobierno, procura evitar que se derogue la obscurantista prohibición –propia de otro tiempo- de utilizar energía eléctrica de origen nuclear en nuestra matriz. Por igual forma de pensar se declaró desierta la licitación para la construcción de una central de ciclo combinado que había convocado el gobierno anterior –igual había tiempo…- lo que terminó obligándonos a comprar de apuro las turbinas aeroderivativas de Punta del Tigre, que tanto están contribuyendo a desfondar el presupuesto de UTE.
Y así podríamos seguir.
Pero el problema es aun más complejo. Porque el gobierno no solo padece el síndrome nacional de que aquí todo sucede veinte años después, sino que además sufre de otro mal que le es particular, que bien podríamos denominar el “síndrome del anuncio ampuloso”.
Todo aquel que tenga los suficientes conocimientos técnicos y que, además, posea adecuada experiencia en la administración de la cosa pública, sabe con certeza una verdad: para transformar la matriz energética a la nueva realidad de un petróleo inaccesible, no hay –como en tantos otros temas relevantes- una receta milagrosa. Es necesario adoptar decenas de decisiones, algunas más importantes que otras, que en su conjunto y gradualmente, van a ir alumbrando una situación mejor.
Pues bien, nuestro superior gobierno ignora esa máxima y cada poco tiempo nos sorprende con un espectacular anuncio que va a cambiar la suerte de nuestra infortunada realidad energética para siempre y de un solo golpe. Pero… ¡qué lástima! Al tiempo nos informan que tan maravillosa idea, ¡no funcionó! Así festejamos el “anillo energético sudamericano”, luego asistimos extasiados al lanzamiento del “gasoducto del sur” (que nos uniría con las bolivarianas tierras), más adelante aguardamos con ansiedad los resultados de las exploraciones petrolíferas de ANCAP (algo en lo que tenemos mucha experiencia…) en las míticas selvas del Orinoco, hasta contemplar con asombro a nuestro Presidente anunciar que “habíamos descubierto gas en el mar territorial uruguayo ¡a 600 metros de profundidad!”. Bueno, un par de días después se aclaró que en realidad la profundidad del eventual yacimiento eran 6000 metros, por la simple razón de que a 600 metros todavía no se llegaba a tocar el fondo…
Así las cosas, y hablando desde el punto de vista de la formulación de una Política Energética Nacional, consistente y seria, estos han sido años perdidos.
Se acercan nuevos tiempos, y en el aire se respira un cambio. Será responsabilidad del futuro gobierno del Partido Nacional que ese cambio se traslade a la crucial cuestión energética, antes de que la historia –que no va a esperar veinte años- nos alcance.
© Ruperto Long
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