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No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
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Año V Nro. 386 - Uruguay, 16 de abril del 2010 |
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La Enseñanza Terciaria se encuentra, a mi juicio, en un período de redefinición de lineamientos, anhelos y objetivos. Cuando me refiero a la enseñanza terciaria, hago hincapié en el ámbito académico público y privado. Para qué un sujeto decide concurrir a la Universidad, más allá de si esta pertenece a la esfera pública o privada. Una de las opciones está vinculada a la realización personal. Esto conlleva básicamente dos aspectos. El primero refiere, efectivamente, a qué actividad me quiero dedicar para solventar los gastos inherentes a mi manutención en una sociedad de consumo. La segunda está vinculada a la realización personal, el sentirme útil conmigo y con los demás. Otra de las posibilidades es la inserción en el mercado laboral en un área de conocimiento específica. En teoría, al menos hasta hace unas décadas atrás era así, egresar de una universidad otorgaba la inserción en trabajos mejor remunerados, más allá del status social adquirido. Otra de los motivos por los que uno elige llevar adelante una carrera universitaria, es justamente éste: el status social. Ese motivo está ligado al reconocimiento. Socialmente es bien visto, o es acatado, tener un rótulo previo al nombre. No es lo mismo el Lic. Jimmy Lucciano que Jimmy Lucciano, no es lo mismo el Dr. Gutiérrez que Gutiérrez. En lo personal, para mí son personas iguales, que merecen el mismo trato, el mismo respeto que cualquier transeúnte que ande a solas por una calle montevideana a las 23 horas. Este punto, resulta más que interesante: el reconocimiento. Muchos hemos heredado la frase, inculcada por nuestros padres, maestros y demás agentes de socialización: “tenes que estudiar para ser alguien en la vida”. Siempre me burlé de mi madre, de buena manera, cuando me enfatizaba ese dicho, seguramente acatado y no llevado a la mínima reflexión. Parece entonces, que la condición del ser, en estos contextos socio culturales, está determinada por el rótulo o el título que se tenga colgado en la pared de un escritorio. Es entonces, que según esta concepción, sutilmente repetida y consensuada en base a determinados fines políticos, paradigmas ideológicos hegemónicos que no son más que meros controladores de nuestros asuntos sociales, hemos llegado al punto de interiorizar este concepto y repetirlo de generación en generación. Lo único que estamos haciendo, desde mi humilde punto de vista, es generar más y más discriminación. “Párense, ahí viene la directora”, nos decía la maestra en la escuela en el momento en el que ingresaba la mismísima directora al salón de clase. Recuerdo las tres filas de la clase en la escuela “laica, gratuita y obligatoria”. Una vez dictada la orden, todos, de forma automática nos levantábamos. Pobre de aquel que no siguiera esta conducta, de modo lineal unívoco al mejor estilo conductista clásico. Este ejemplo, está intimamente relacionado con esta noción del reconocimiento y a su vez, con el concepto de poder. Michel Foucault, un filósofo y con varios estudios en diversas “logías”, considera que el saber es poder y responde a los patrones de las sociedades disciplinarias. Estas sociedades él las ubica, en su máximo apogeo, alrededor del siglo XVIII. Responden al control de los cuerpos en masa, para lograr determinados resultados, basados en fines que responden a determinados intereses de quienes dictaminan las reglas de juego. Considero, que hoy en día, este control sigue diciendo presente en muchas aulas a nivel público y privado. El sentarse en filas con un docente adelante, dictamina claramente quien es el que sabe y quien no, es decir quien tiene el poder, quien ejerce el control sobre “los cuerpos dóciles”, al decir de Foucault.
Estamos insertos en un contexto donde el Imperialismo ya no es de invasión territorial al estilo de los grandes ejércitos ingleses, franceses, por nombrar algunos, sino que es una invasión más sutil. Ya no sirve ser un estado nación diferente, sino que justamente cuanto más integrados estemos, es mejor. El “Capitalismo Mundial Integrado”, al decir de Félix Guattari, es el que reina hoy en día, mediante el excesivo bombardeo de mensajes que promueven el consumo por doquier. Las barreras territoriales caducan, no hay distancia. Usted me lee en Montevideo o tal vez en España, pero me lee igual. Todos consumimos, en mayor o menor medida lo mismo, y nos vestimos más o menos igual. Los contextos se están dejando a un lado y nuestras propias costumbres se pierden por expresiones que no son nuestras y por pautas de comportamiento ajenas. En este contexto mundial, los estudiantes uruguayos, futuros profesionales, están insertos. Como les relataba, renglones atrás, una de las razones fundamentales por las que uno toma la idea de abocarse al estudio de una carrera terciaria es la inserción laboral en condiciones óptimas y rentables. Tiempo atrás, se vinculaba al profesional, sobre todo al doctor en medicina, al doctor en leyes, con las clases pudientes. Hoy en día, lamentablemente, está lleno de abogados, de doctores y otros profesionales quienes ejercen a medias tintas, y que les cuesta mucho ingresar a su círculo. Por lo tanto, actualmente, estudiar una carrera universitaria no garantiza un ingreso superior de dinero o una fácil inserción laboral. Otra de las problemáticas a las que nos vemos sometidos es la lucha u oposición entre Universidad de la República vs Facultad Privada. Parece, y en varias facultades es el caso, que la Universidad de la República, está enemistada con el mercado laboral. Es mala palabra el término técnico, en las numerosas clases, sobre todo en las carreras humanísticas. La Universidad de la República tiene como fines prioritarios la investigación, la docencia y la extensión universitaria, con lo cual coincido plenamente. No obstante, discrepo notoriamente con este divorcio entre universidad y mercado laboral.
Estuve leyendo el informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el S XXI, donde se puede apreciar en algunos segmentos la trascendencia que tiene la Universidad en la vida social de un país: “es el principal instrumento de transmisión de la experiencia, cultural y científica, acumulada por la humanidad”.1 También se refiere a la práctica universitaria que el modelo latinoamericano promueve: “estar inmerso en la problemática de la realidad nacional”.2 De esta manera, se puede contribuir desde la extensión. De hecho, en este artículo se establece que la universidad sigue siendo el mejor ambiente para llevar adelante el debate sobre determinados asuntos.3 Al mismo tiempo, Mendizábal, ex rector de la Universidad Católica, refleja en una entrevista publicada en la Revista Estrategia, un modelo universitario tecnocrático, que incorpora tecnologías y capacita a sus estudiantes en su utilización: “tenemos con IBM un convenio y hemos formado un instituto de Capacitación juntos que funciona aquí”, afirma.4 Si bien menciona que para dicha institución los temas de corte social son de suma importancia, destaca notoriamente el hecho de que su universidad está inserta en la realidad local, porque sus estudiantes están insertos en el mercado laboral: “yo creo que si nosotros estuviéramos fuera de la sociedad uruguaya no se verificaría esa inserción”.5 Por tanto, el modelo universitario de esta institución no busca una transformación de la realidad, sino que parte de la base del conjunto de axiomas que impone este capitalismo mundial integrado, es un modelo más tecnocrático en el que se aprecia “la presencia de la transmisión y producción de conocimiento pero éste desligado de la crítica de su uso social”.6 Mi pregunta es: ¿necesariamente una visión tecnocrática o que al menos acepte la tecnología como lo que esta es, una extensión de las capacidades humanas, carece de crítica social? Creo que el error, cometido a lo largo de estos casi treinta años, promulgado por los diversos voceros de los centros de capacitación y formación, radica en esta absurda pelea, de corte política, donde izquierdistas y derechistas buscan sus intereses propios y no los del pueblo.
Considero inadmisible que un maestro formador de las generaciones futuras tenga que trabajar en tres escuelas distintas para solventarse decorosamente. Lo que se debe tener en cuenta, es que su trabajo no se limita únicamente al aula, sino que el mismo insume una preparación domiciliaria y una corrección de las diversas tareas desempeñadas por los alumnos. En suma sigamos fomentando, más extensión, más investigación, más docencia y más inserción laboral. No opongamos cosas. Tengamos la mente suficientemente abierta como para reflexionar sobre estos ejes temáticos de suma importancia para el desarrollo de un país. Librémonos de visiones, arcaicas, inoperantes, que lo único que provocan es la pelea absurda y el estancamiento. Integremos la tecnología en la justa medida. Sé que resulta difícil, pero se puede llevar adelante. Fomentemos el trabajo interdisciplinario y trabajemos mancomunadamente por una educación mejor aún de la que tenemos actualmente.
© Jimmy Lucciano para Informe Uruguay Compartir este artículo en Facebook
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