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No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
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Año V Nro. 386 - Uruguay, 16 de abril del 2010 |
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Finalmente al gobierno le explotó en la cara un viejo contencioso regional. Uruguay debió claudicar ante las poco ortodoxas presiones del Brasil para permitir el ingreso del pollo brasileño a nuestro mercado interno. La producción avícola uruguaya reúne una serie de particularidades muy propias las que determinan el grado de competitividad de la misma. En primer lugar es un sector con fuerte dependencia de los costos de producción en su fase primaria (cría y engorde), dónde los costos de alimentación condicionan fuertemente su competitividad. En particular el maíz como insumo, tiene un costo que generalmente se vincula con la paridad de importación antes que con la exportación. Aún cuando hubo una fuerte expansión de la agricultura y consecuentemente de la producción de maíz, los volúmenes aún serían insuficientes para surtir la demanda avícola. Una segunda característica muy propia es la altísima integración vertical, con una producción primaria atomizada en muchos pequeños façoneros que trabajan para una industria casi oligopólica, en la que aún persisten ciertos niveles de informalismo. Esto determina una fuerte desigualdad y dependencia entre producción primaria e industria. Finalmente, el producto al consumidor final está fuertemente condicionado por el precio de su sustituto, la carne vacuna. A grandes rasgos, estos factores determinan las características muy domésticas de la producción, condicionando en forma negativa su proyección agro exportadora y consecuentemente los atractivos para la inversión en la misma. En 1984 nuestro país estableció una barrera sanitaria al ingreso de los pollos brasileños, basada en el argumento de que Uruguay es libre de la enfermedad de Newcastle con vacunación ante la OIE, condición que si bien la tiene Río Grande y Santa Catarina, no la tiene el resto de Brasil. Con el argumento de que las exigencias sanitarias se establecen para un país en su conjunto y no para una región del mismo, se mantuvo esta restricción a lo largo de los años. Este argumento ha sido desde siempre cuestionado por Brasil, y en definitiva su mayor preocupación o perjuicio no es la imposibilidad de exportar a un mercado cuasi insignificante para el coloso de la región, sino que el cuestionamiento sanitario de Uruguay ha sido utilizado por terceros países para negarse a comprarle a Brasil. Así las cosas nos enfrentamos a una olla de presión cuyo fin se debió prever antes de que explotara, como finalmente ocurrió a inicios de 2010. En lo conceptual era inevitable revisar la barrera sanitaria impuesta, ya poco defendible y que a su vez mucho nos indigna nos apliquen a nosotros en otros mercados. Podríamos haber discutido la validez de nuestra disposición sanitaria con Brasil técnicamente en la OMC, pero el resultado es en principio muy incierto. También se hacía necesario un definitivo sinceramiento con un rubro importante para muchos pequeños granjeros, pero cuyos elevados costos de producción los termina pagando el consumidor. Ya no es un problema con Brasil sino la racionalidad en el abastecimiento interno. Distintas estimaciones determinan que los uruguayos han debido pagar, en algunos años, hasta un 25% más por el precio de los pollos en relación con lo que costaría el producto de origen brasileño puesto en nuestro país. Esto no quiere decir que nos afiliemos a la tesis de eliminar todo un sector productivo por esta razón, pero evidentemente hay mucho margen para trabajar en lograr una mayor competitividad de la producción nacional. No seremos los batllistas los que estigmaticemos un sector por sus dificultades para competir, antes bien no abjuramos de las políticas que en los finales de la década del 40 y en la del 50 permitieron desarrollarse tantos sectores productivos a despecho de otros rubros tradicionales y extensivos, concentradores por entonces de la riqueza nacional. Pero los tiempos cambian, y vaya si lo hicieron, y por cierto cambian las estrategias. Lo que no cambian son los principios, y no es con discursos eternos que se defienden los primeros sino con imaginación y políticas específicas. Al final, el agua pasó por arriba del puente, ante la inoperancia del grandilocuentemente llamado gabinete productivo, que nunca tuvo reacción ante lo inminente que se venía. Y como consecuencia el país terminó cediendo ante presiones poco dignas de parte de Brasil. Más allá del problema de los pollos, se está configurando un precedente peligroso para cualquier futura desavenencia. Para rematar la solución ha sido también mamarrachesca Otorgar cupos de importación dentro del MERCOSUR no es procedente, no lo permite el acuerdo. Tampoco sabemos cómo se controlará o evitarán presiones para subir ese cupo extemporáneo, ¿qué pasa si Argentina solicita uno similar? Pero bueno, debemos reconocer que el acuerdo MERCOSUR está más perforado que cualquier trinchera en Bagdad, por lo que bien podría haberse negociado con tiempo, y antes de sufrir las indignas presiones, un arancel intrazona (tan ilícito como el cupo) pero más sostenible y controlable en el tiempo, incluso más digno y justificado. Este embrollo no es culpa del Ministro Aguerre, se lo tiraron arriba de la mesa cuando apenas estaba en precalentamiento recién entrado a la cancha. Nos parece que debió haberlo manejado con más tacto en su relación con un sector dolido y fuertemente jaqueado, pero no es su responsabilidad total. Es más un tema de Cancillería (tomado con tiempo) que de Ganadería, pero una vez más queda al descubierto la absoluta incompetencia de gran parte de los cuadros del anterior y del actual gobierno, así como la inoperancia de sus ampulosos equipos de trabajo como sin duda lo ha demostrado el llamado Gabinete Productivo. © Tomás Laguna Compartir este artículo en Facebook
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