Fue algo a todas luces inesperado. Fuimos el último invitado a la fiesta y nos colamos por la puerta de servicio, después de disputar, a los tumbos, una pésima Eliminatoria Sudamericana de la cual el llamado «Centenariazo» (caer en casa ante Brasil, goleados por 4 a 0) es el peor, entre muchos otros recuerdos que invitan a frustración… E incluso después de un Repechaje en el cual permanecimos en duda hasta exactamente el último minuto de tiempo reglamentario. Y todo eso era apenas el prolegómeno, pues una vez efectuado el sorteo de la Fase de Grupos para Sudáfrica 2010, fuimos a caer exactamente en el Número Uno, al cual casi de inmediato se acordó en llamarlo «Grupo de la muerte», en vista de los otros tres integrantes: la selección anfitriona, la de Francia (Vicecampeón Mundial vigente en aquel momento) y México (país con la liga de fútbol más competitiva y adinerada del continente). La simple lógica dictaba especulaciones temerosas y presagios pesimistas, teniendo en cuenta los puntos que calza esa corporación mafiosa denominada FIFA en el ranking mundial de la corruptela sin frenos. Con un Mundial escenificado por primera vez en África, todas las fichas estaban del lado de la selección anfitriona… La otra selección acreedora al favoritismo de FIFA era la de Francia, Vicecampeón Mundial y potencia económica universal… Y después, en el orden de prioridades estaba México (casi dos millones de kilómetros cuadrados, 110 millones de habitantes, un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos/Canadá y un fútbol profesional no sólo competitivo, sino también súper millonario)… Pafecía más que claro que, en aquel «Grupo de la muerte», Uruguay seguía siendo el convidado de piedra: el que todos miraban de reojo y por encima del hombro. Un personaje inoportuno, molesto y más bien indeseable. Igual que un perro callejero, o una piedra en el zapato.
Todos los anteriormente mencionados son factores altamente negativos. Pero había algunos otros que se prestaban para alimentar el pesimismo. Por ejemplo: los sucesivos fracasos mundialistas de las selecciones uruguayas, partiendo del Mundial de 1974 en Alemania y desembocando en el de 2002 en Corea y Japón. Otro ejemplo: la absolutamente deficiente y decepcionante performance de los «ídolos», «estrellas» y «cracks» del Fútbol Uruguayo, a lo largo de todo ese lapso. Un nuevo ejemplo: la pésima conducta anterior de nuestros jugadores mundialistas y la leyenda negra que ello atrajo sobre el Fútbol Uruguayo. Y un ejemplo más: la ineptitud, la pusilanimidad y lo acomodaticio de todos los directores técnicos que, comenzando en 1974 y hasta 2002, dirigieron a nuestras selecciones en citas mundialistas… Teniendo en cuenta que Tabárez, un técnico errático y en nada firme, había sido uno de ellos en 1990. En una palabra, a escasas horas de comenzar el Campeonato Mundial de Sudáfrica 2010, la suma de antecedentes negativos acumulada y la dimensión de los obstáculos por sortear —tan sólo en la Fase de Grupos— indicaba, bien a las claras, que ese convidado de piedra que era la Selección de Uruguay tenía sus días contados en la máxima competencia del fútbol.
Sin embargo, todas las previsiones fallaron de una forma escandalosa. Los vaticinios colapsaron. De la manera más extraña, Uruguay sorteó invicto la Fase de Grupos y terminó ubicado en el primer lugar, con cuatro goles a favor y ninguno en contra. Había empatado a cero con Francia, goleado por 3 a 0 a Sudáfrica y vencido a México con lo mínimo. En Octavos de Final, después de disputar un partido durísimo contra Corea del Sur, ganó por 2-1 y se colocó entre los ocho mejores equipos del planeta, junto con otros tres combinados de CONMEBOL: Brasil, Argentina y Paraguay. El partido de Cuartos, contra Ghana, fue tremendo. Los ghaneses golpearon a mansalva y lesionaron a dos jugadores (Lodeiro y Lugano). Pero también lastimaron a otros, como Diego Forlán, que debería jugar los partidos restantes con capacidad física disminuida. Después de 120 minutos épicos y penales con suspenso de infarto, Ghana quedó eliminada y Uruguay se colocó en Semifinales. Fue el único combinado americano en conseguirlo. Pero no sólo quedó entre los cuatro mejores equipos del Mundial: también, entre los únicos que terminarían jugando los siete partidos completos.
Lo que pasó en los dos encuentros restantes, todos lo conocemos, al igual que miles de millones en todo el mundo y la prensa internacional. En la Semifinal contra Holanda, la terna arbitral uzbeka nos despojó de manera infame. Inclinaron la cancha a favor de los holandeses, los dejaron golpear a placer (un árbitro imparcial les hubiera expulsado un par de jugadores cuando menos) y les validaron dos goles viciados de nulidad… Pese a ello, Uruguay jugó con entereza, ¡a la uruguaya!, tal como solían hacerlo nuestras selecciones en los años de 1920, 1930, 1940 y 1950. Lo hicieron con hombría y sin quejas. Con una conducta digna de elogio y sin bajar nunca los brazos. Dieron un espectáculo memorable y, aunque perdimos por 2-3, se deben tener en cuenta detalles muy importantes: 1º) jugamos contra la selección más patotera de todo el torneo (23 tarjetas amarillas en siete partidos, y también alguna que otra roja, si bien bastante menos de las que merecieron); 2º) ningún otro equipo en este Mundial, incluida España, pudo marcarle más de un gol a Holanda; 3º) Uruguay llegó a ese partido con dos jugadores importantes lesionados, otros dos suspendidos (Suárez y Fucile), y con Forlán disminuido; 4º) los holandeses terminaron el partido encerrados en su área y suplicando al árbitro uzbeco que diera de una vez por todas el pitazo final. Y en el partido por el Tercer Lugar, Uruguay volvió a brillar. Pese a que el árbitro puso su granito de arena (al menos un alemán debió ver la tarjeta roja en los primeros minutos, y apenas le mostraron un pálida amarilla) y los errores garrafales del arquero Muslera le regalaron el triunfo a los teutones, se dio un partidazo. Y sucedió una vez más: nadie, en este Mundial, había podido hacerle más de un gol a los alemanes. Uruguay les convirtió dos y estuvo a punto de anotarles al menos otros tres. En resumen: se consiguió un Cuarto Lugar, igual que en México 1970, pero con una actuación memorable. Esta Selección Uruguaya jugó un Mundial como no se veía desde mucho tiempo atrás, con casi la totalidad de quienes estuvieron en la cancha en alto nivel (salvo el mencionado Muslera, quien nunca más debería ser citado a un combinado celeste). Tuvimos un par de tarjetas rojas, pero no por patadas criminales (como las que con profusión nos regalaron los ghaneses, los holandeses y los alemanes), sino por doble amarilla y por la famosa atajada de Suárez en el partido contra Ghana. Pese a que los arbitrarios árbitros muchas veces flecharon la cancha en contra de Uruguay (contra Holanda, frenaron cuatro ataques perfectamente válidos para cobrar offsides inexistentes), en ningún momento se vio a los jugadores celestes reclamando con gritos, malas caras o pataletas. Toda una novedad, si se compara a ésta de Sudáfrica 2010 con aquellas selecciones de «estrellas», al estilo de Recoba y Francescoli.
Uruguay fue, sin lugar a dudas, la revelación de este Mundial de Sudáfrica 2010. Y también fue la sorpresa mayúscula. De las cuatro selecciones que llegaron a Semifinales, la nuestra fue la de mejor comportamiento. Agréguese que Uruguay fue la tercera delantera más goleadora de este Mundial, ubicada inmediatamente detrás de Alemania y Holanda (primera y segunda, respectivamente). Precisamente: y tal como lo indiqué con anterioridad, Uruguay fue la única selección que pudo convertirle dos goles a Alemania y otros tantos a Holanda. De las cuatro selecciones que llegaron a instancias finales, Uruguay fue la única que no contó con «manitos», «gauchadas» o cualquier otro tipo de ayudas arbitrales… Y tanto así, que de esas cuatro escuadras, Uruguay fue la más perjudicada por fallos arbitrales y jugadas viciadas de nulidad. Por ejemplo: fue, por lejos, la que recibió más patadas alevosas. Pero, como si lo anterior fuera poca cosas, también Uruguay tuvo a uno entre los máximos anotadores del Mundial: Diego Forlán, quien fue declarado, oficialmente y con absoluta justicia, el jugador más valioso del torneo. ¡Vaya convidado de piedra, el que fuimos esta vez!
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© Fernando Pintos para Informe Uruguay
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