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Venezuela se aleja cada vez más de su posible ingreso al MERCOSUR
por Emilio Cárdenas
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Desde hace algunas semanas Argentina es oficialmente "socia estratégica" de Venezuela. Para quienes somos, de veras, demócratas, no es una buena noticia. Así lo anunció, con bombos y platillos, Cristina Fernández de Kirchner en la última de sus peregrinaciones trimestrales a Caracas.
De esta manera Argentina se aleja de Brasil, históricamente su único "socio y aliado estratégico" en la región. Brasil, por su parte, no ha establecido ninguna "asociación estratégica" con Venezuela. Es Argentina, entonces, la que acaba de exteriorizar una "nueva posición" en el contexto de una política exterior que luce ambivalente, pero que en rigor es solo expresión de la identidad política de los Kirchner con Hugo Chávez.
La intimidad entre Argentina y Venezuela es formalmente nueva, pero es una realidad concreta desde hace algunos años ya. Después de todo fue la Argentina, a pedido de Venezuela, la que impulsó fuertemente la candidatura de este último país a un asiento "no permanente" en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aventura que terminó (como cabía esperar) en un rotundo fracaso, desde que fue rechazada por la comunidad internacional. También fue la Argentina la que impulsó el ingreso de Venezuela al Mercosur, hace ya más de un año, proponiéndolo formalmente. Ahora esta segunda aventura tiene también olor a fracaso. En efecto, de los cuatro miembros que necesitan ratificar parlamentariamente el ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, tan sólo Argentina y Uruguay lo han hecho. Brasil y Paraguay, aún no.
Desde estas mismas columnas dimos cuenta de cómo -hace unas pocas semanas- el Poder Ejecutivo del Paraguay tuvo que retirar precipitadamente el tema del Congreso de su país, tan pronto advirtió que la propuesta de hacer ingresar a Venezuela al Mercosur iba a ser rechazada ampliamente por los legisladores guaraníes.
Las desventuras personales del ex Presidente Sarney, aliado político del Presidente "Lula" y hoy Senador de Brasil, acusado de nepotismo y corrupción, demoraron cualquier intento de que esa Cámara Alta de Brasil ratificara el acceso venezolano al Mercosur.
El ambiente en el Senado de Brasil parecía -de todas maneras- desfavorable. Después de todo el empresariado local desconfía de Venezuela. Esa imagen adversa acaba de confirmarse. El Senado de Brasil adoptó el 2 de septiembre pasado, un voto de censura contra "el autoritarismo" del gobierno del Presidente Hugo Chávez, de Venezuela. En la decisión, las razones más importantes que invocaron los Senadores fueron los graves atentados contra la libertad de prensa que se han acumulado en Venezuela y la deformación sistemática de las instituciones de la República y de los principios de la Democracia por parte del autoritario Hugo Chávez.
El Senador Flexa Ribeiro, del PSDV, fue quien promovió el voto de censura, que resultó ampliamente respaldado por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, organismo clave cuando de considerar el acceso de Venezuela al Mercosur se trata.
La valiente declaración del Senado brasileño destaca que los ataques a la libertad de prensa por parte de Hugo Chávez están siendo impulsados por su clara intención y voluntad de no permitir voces disidentes en los medios. Reconociendo la necesidad de respetar las soberanías de todos los pueblos, el Senado del Brasil, no obstante, nos alerta a todos que no se debe permitir "que una peligrosa escalada dictatorial se instale en un país hermano". Y es así.
El referido voto de censura pareciera alejar ahora toda posibilidad cercana de que Venezuela pudiera ingresar al Mercosur. Ocurre que ese ingreso desnaturalizaría el carácter del esfuerzo de integración económica y lo transformaría en un púlpito más (como Unasur) desde el cual Hugo Chávez continúe su prédica de lucha de clases y su siembra de resentimientos, alimentando el odio entre hermanos, sin cesar.
El Senado de Brasil ha advertido bien "cómo es" efectivamente el autoritario caribeño: destructivo, intolerante, irrespetuoso, audaz, de modo tal que todo, incluyendo los demás, están -para él- al servicio de sus propios ideales.
Esto es todo lo contrario a un esfuerzo serio de integración edificado en la búsqueda de consensos. Instalar a un dictador caprichoso en el Mercosur supondría transformarlo en una institución impotente, traicionando los ideales que lo hicieron nacer y dinamitando su futuro.
Fuente: EDE
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