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Año V Nro. 326 - Uruguay, 20 de febrero del 2009   
 

Visión Marítima

historia paralela

 
Michael S.Castleton-Bridger

Antes de que sea tarde
por Michael S.Castleton-Bridger

 
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"...Las crisis financieras pasan. El tema es cómo se pasan. Pueden ser terriblemente destructivas y en consecuencia obligar a una recuperación lenta y dolorosa. O, en cambio, pueden ser una oportunidad para provocar cambios estructurales que permitan una salida rápida y relativamente indolora de situaciones complejas como la actual.Ojala los uruguayos tengamos la inteligencia y coraje para optar por lo segundo, antes de que sea tarde...."

         El congreso o el senado norteamericano –no me acuerdo cual- le acaba de aprobar al presidente Obama un paquete de medidas que costarían en principio la friolera de 823 mil millones de dólares; 2733 veces el producto bruto anual del Uruguay todo.

         Hay economistas en los E.E.U.U. que sostienen fundamentadamente que esta cifra no alcanzará y hablan de varios trillones de dólares de gasto para poner esa economía en marcha.

         Personalmente, usando el sentido común y leyendo un poco de historia económica, pienso que es muy probable que no haya ninguna cifra concreta y absoluta que devuelva la confianza en una economía tambaleante en lo formal, pero sana en lo sustancial.

         Simplificando en forma bastante corajuda, es como pedir a cualquier mortal volver a confiar en quien lo ha estafado a cambio de que el estafador le entregue una cifra de dinero. La verdad es que uno puede con gusto aceptar el dinero pero difícilmente por ese sólo hecho, devolverle la confianza a quien realizara la trapisonda.

         Por lo tanto los uruguayos en particular y el mundo en general deberemos aprontarnos para períodos difíciles mientras la economía más grande y poderosa del mundo pone su casa en orden, reestablece los marcos jurídicos, los pesos y contrapesos, necesarios para que su mercado de capitales vuelva a merecer la confianza del mundo.

         Mientras tanto hay medidas concretas que los uruguayos podemos tomar.

         Uruguay debería poner las barbas en remojo, recortando firmemente su-hoy desmedido- gasto público. Deberíamos a su vez aprovechar este momento para ponerle coto a un estado hipertrofiado, omnipresente e ineficiente. Deberíamos aprovechar para redimensionar la burocracia que nos ahoga a todos sin excepción y que actúa como un terrible freno a nuestro crecimiento.

         Por sobre todas las cosas quizás deberíamos ensayar una forma distinta de ver al individuo respecto al estado.

         Un ejemplo claro del pensamiento vigente en la actualidad ,tan errado como estatista, fue un artículo publicado receintemente en el diario ‘El Pais’ bajo la autoría de un asesor del la Dirección General Impositiva. En esa pieza se sostiene la tesis que deberíamos limitar aún más, o directamente eliminar, el secreto bancario. Esto es desconocer cómo funciona un sistema democrático y no demuestra más, que la lamentable miopía de los que cercenarían las libertades personales en beneficio de un ‘colectivo’, el cual, en definitiva, no es más que una entelequia.

         Lo más grave, es que el articulista desconoce la importancia y el atractivo del secreto bancario uruguayo para depositantes de afuera de la región. Depositantes que hoy, buscan por sobre todas las cosas, un puerto seguro para su capital. Uruguay, con el marco apropiado bien se lo puede proveer. Lo ha hecho históricamente y cómo Austria, puede y debe continuar haciéndolo. Para esto el secreto bancario es fundamental.

         Las crisis financieras pasan. El tema es cómo se pasan. Pueden ser terriblemente destructivas y en consecuencia obligar a una recuperación lenta y dolorosa. O, en cambio, pueden ser una oportunidad para provocar cambios estructurales que permitan una salida rápida y relativamente indolora de situaciones complejas como la actual.

         Ojala los uruguayos tengamos la inteligencia y coraje para optar por lo segundo, antes de que sea tarde.

         Andar toqueteando el secreto bancario no parece sin embargo, un buen indicio. Más bien parece confundir los árboles con el bosque.

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