|
HORACIO ARREDONDO
“ ESTE LIBRO ES PARA TI ”
|
|
Desde Chuy por Julio Dornel
|
|
Las palabras de Marta Arredondo, la hija de don Horacio durante el homenaje realizado en el corazón mismo de Santa Teresa, estaban comprometiendo esta nota largamente postergada para reunir elementos que pudieran destacar la obra realizada durante muchos años para poner la histórica Fortaleza al servicio del turismo nacional e internacional. Señalaba Marta en una parte de la nota, que su padre solo pudo ver algo de lo realizado, “ y si bien no pasamos momentos muy difíciles fue porque en aquellos año era muy natural enfrentar aquellas dificultades que hoy a la distancia pueden llamarnos la atención. No habían transportes y para venir desde Montevideo, demorábamos tres días. En
|
algunas oportunidades viajábamos en ferrocarril hasta Rocha y luego en autos hasta la Fortaleza, superando los inconvenientes del camino y algunos “peludos” espantosos, por culpa de los cuales en algunas oportunidades tuvimos que regresar en diligencia hasta Castillos, porque las lluvias o los extensos arenales no permitían que los automóviles pudieran proseguir. Cuándo se las plantaciones lo primero que hizo mi padre fue alambrar el predio |
oportunidades viajábamos en ferrocarril hasta Rocha y luego en autos hasta la para evitar que los animales comieran los pequeños arbolitos. De esta manera tanto los pinos como el pasto que iba creciendo fue fijando las arenas y facilitando la construcción del parque en una zona muy despoblada en una extensa campaña y estancias vecinas que lentamente fueron colaborando con mi padre, ofreciendo personal y aportando lo poco que tenían. Nos manejábamos fundamentalmente con las diligencias, que eran unos carromatos de color negro con hule en los costados y ventanas de mica, asientos de madera con un almohadón. Para nosotros no era un sacrificio realizar estos viajes interminables, sino que era todo muy natural y hasta lo disfrutábamos de alguna manera. Han pasado tantos años que hoy cuando deposité las flores donde descansa mi padre se me cayeron las lágrimas y evocamos a la distancia al personal que lo acompaño en esta empresa. Mi padre logró algo que resultó fundamental para llevar adelante esta empresa: conseguir que los trabajadores amaran el parque en formación como si fuera suyo. Hoy al recordar tantos nombres siento una gran emoción por lo que ellos representaron para mi padre y el parque y porque también me protegían permanentemente, puesto que yo era una niña.”
“TU Y ESTA TIERRA HURAÑA DE SANTA TERESA”
Para culminar esta nota evocativa y conocer la personalidad de don Horacio Arredondo nada mejor que ofrecer el prologo del libro Santa Teresa de Rocha, del escritor Miguel Víctor Martínez publicado en el año 1936 y donde hace referencia al trabajo realizado en esta fortificación. “Este libro es para ti, Horacio Arredondo. El destino que he querido darle no importa, es una ofrenda de gratitud a cambio de tanto beneficio recibido. La gratitud que yo guardo para ti escapa a los límites de estas páginas, porque proviene de un fervor cuyo más alto mérito radica en haber nutrido mi espíritu frente a la naturaleza salvaje, con sensaciones insospechadas y profundas a la vez. Tú y esta tierra huraña de Santa Teresa, están definitivamente consustanciadas. No es posible mirar estos paisajes, sin que lo más acendrado de tu alma se trasluzca en las piedras del fuerte, en los bañados y en las dunas que lo circundan. Hace 20 años que cruzaste por primera vez la Angostura, en una jornada penosa, desde San Carlos a la Fortaleza. Fue tu primer viaje y fue también tu primer angustia. Las
depredaciones habían dejado su huella brutal en la severa reliquia histórica, olvidada por los hombres civilizados. Del grave portal de entrada solo quedaban los fuertes goznes herrumbrosos, los sólidos bastiones y los sillares labrados se abrían en anchas y profundas grietas por donde se estiraban los fuertes brazos de los árboles silvestres. Dentro del Fuerte, entre la espina de la cruz se recogía de noche el ganado chúcaro y las |
|
depredaciones habían dejado su huella brutal en la severa reliquia histórica, olvidada por los hombres civilizados. Del grave portal de entrada solo quedaban los fuertes goznes herrumbrosos, los sólidos bastiones y los sillares labrados se abrían en anchas y profundas grietas por donde se estiraban los fuertes brazos de los árboles silvestres. Dentro del Fuerte, entre la espina de la cruz se recogía de noche el ganado chúcaro y las dunas en continuado avance envolvente, subían ya por los flancos del cerrezuelo en cuya mayor elevación se asienta el gran pentágono de piedra. Era una cosa perdida y olvidada esta fortaleza cuando tendiste el arco de tu voluntad sobre sus muros para arrebatarla de la mutilación. Y han pasado cuatro lustros. La reliquia perfila ahora en el aire, sus cinco ángulos salientes con sus baluartes poderosos y sus garitas. Destaca sobre la colina sus amplios muros guarnecidos de almenas , sobre los cuales la luz de las horas aplica tonos broncíneos, acres, azules y dorados. Tu detuviste esa fuerza de rocas, traídas por la fuerza del mar y ahora el viajero que por primera vez cruza por esta zona logra divisar a la distancia, desde la vuelta de aquel cerro que se levanta frente a la estancia de Rivero, la línea adusta del Fuerte. Sin embargo no limitaste tu esfuerzo a la restauración de la Fortaleza. Sentiste otra inquietud. Quisiste que sobre esta tierra áspera , encerrada entre el mar y los bañados, se levantase también cerca de la monumental obra de piedra, el verde fresco de las plantaciones. Y levantaste más de un millón de árboles. Nadie podrá medir con exactitud tu esfuerzo en los diseños preliminares de este inmenso parque en formación. Nadie logrará abarcar la síntesis de tus grandes entusiasmos y también de tus grandes dolores en el ajuste de ésta obra exclusivamente tuya, cuya imponente belleza definitiva no alcanzarán a ver tus pupilas, porque la vida humana corre mas a prisa que este lento crecer vegetal, sobre arenas ya fertilizadas y fijas. He aquí los pinos, que levantan sus copitas como candelabros sobre las arenas; he aquí los eucaliptos que de un verde más claro y las acacias con sus pequeñas borlas de oro, trepándose sobre las cuchillas; y he aquí los tiernos robles y los cedros plateados al abrigo de las ráfagas marinas.” Como podemos apreciar el escritor Martínez va describiendo cronológicamente el trabajo realizado por Don Horacio Arredondo para recuperar la histórica fortaleza.
|
|
|