" Haz de Internet una gran plataforma de comunicación, no la conviertas en una cloaca de maldad" preHacker.Hacker Digital.
Año I - Nro. 29 - Uruguay, 06 de junio del 2003

Cada Vez más somos imitadores
Recuerdos del Ayer
Sucedió en Australia
Triángulo no siempre amoroso
Ojos uruguayos en el Brasil
El que se fue a Sevilla
Otras formas de represenar a la celeste
Con la vara que midas serás medido
El Interior también existe
Rincón de Sentimientos
Olvidémonos de las Pálidas
Correo de Lectores
Los Locos Pensamientos de El Marinero
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CADA VEZ MÁS SOMOS IMITADORES
¿Dónde habrá quedado nuestra idiosincrasia y nuestra personalidad que otrora nos destacara?

Escribe: Ernesto Martínez Battaglino


Lamentablemente, los uruguayos vamos perdiendo nuestra identidad bien ganada de ser diferentes del resto de los pueblos latinoamericanos. Decimos esto, no pretendiendo ponernos en mejores o en peores que nuestros hermanos del Continente, sino simplemente en lo que se expresa, de ser "diferentes".
Supimos mantener una época de oro -hoy perdiéndose- en el cuidado de nuestro léxico, donde el tuteo bien nos diferenciaba del decir más arrabalero del argentino, o mejor dicho del bonaerense, donde el checheo campeaba y lo sigue haciendo, tanto en el decir como en su escritura. En otro orden, nosotros cuando hablamos, nos olvidamos que la "ll" existe y la transformamos en "y", no importándonos si la estamos leyendo, pues igualmente, a ningún uruguayo se le ocurriría pronunciar como la Real Academia Española lo manda: "Llegó fulano", pues todos, aunque lo escribamos correctamente como sin duda lo hacemos, diremos: "Yegó fulano", ahí sí, diferenciándonos ahora de casi todo el resto de los países americanos de habla hispana -fuera de Argentina dado que en eso coincidimos- pues aquellos otros son pueblos donde aún se mantiene el idioma en una forma más castiza, aunque con tonos y modismos diametralmente también distintos a los nuestros.
Lo dicho, pretendió ser solo una pincelada sobre como fuimos y como ahora somos en cuanto al hablar y expresarnos. Pero ahora, además, en estos momentos cambiantes que nos acucian, nos estamos convirtiendo en seres mucho más proclives a copiar todo lo que nos llega primordialmente de la vecina orilla, donde la televisión juega un papel fundamental con su masiva programación aporteñada que nos invade. Esta nos va influyendo y minando intelectual y socialmente, al recibir en forma machacona la sordidez de los temas que allí gustan y tratan, así como la forma de encararlos con sus acostumbradas expresiones, cambiándonos nuestro decir y nuestra habitual forma de valorar al prójimo, e incluso, de valorarnos a nosotros mismos.
Pensar que la mesura y la ponderación estaban en el trato común uruguayo, como forma primordial de respetar los derechos y las intimidades de todos, considerando las ideas de los otros y sus libertades individuales, como sagradas, así considerándolas no solo por ser lo correcto, sino por ser la mejor forma de dar pié a que también se respeten nuestras libertades y nuestras ideas.
Y así pasamos a copiar los arrebatos, copamientos y el patoterismo más cerril jamás visto como los que aparecen en las canchas de fútbol, donde desde esa misma televisión que los relata y los filma a diario y sin perder detalles como si fuera una película de largo metraje pasándola una y otra vez, no sea cosa que alguien pueda quedar sin haberla visto y no "aprender". Pero también nos ha ayudado a conocer y a copiar toda práctica de protestas contra medidas del gobierno o de las patronales que a determinadas personas no gusten, por lo que ahora aprendimos quienes son y cuales son las prácticas de los "piqueteros", o una "sentada en el pavimento", o el "encadenarse en algún lugar estratégico", o el realizar un " caceroleo", o una "huelga de hambre", o el de instalarse en una "carpa en un lugar público", como el de rodearse de todo tipo de "cartelería con pedidos y eslóganes", tanto en pancartas como en muros, los que sin duda la gran mayoría suscribiría aunque estuvieran en las antípodas ideológicas, por lo obvias, mientras otras, asimismo, serían desechables por cualquier ser consciente, por lo absurdas.
Pensar que esa es la forma habitual de esgrimir "contundentes" razones de descontento, que todos nosotros gustosamente también hacemos propias, donde incluso, si se le preguntara a muchos de los participantes que explicaran en que consisten sus pedidos y cual la posibilidad de llevarlos a cabo, sin duda no tendrían ni noción del camino a tomar para la solución de lo que piden, ni siquiera sabrían bien el alcance de lo que piden.
Pero si con lo antedicho no alcanzara como para escandalizarse que se gastara tanto esfuerzo en forma inútil y destructiva para alcanzar metas que se supone que aunque por caminos equivocados, por lo menos la población sana, los gremios genuinos y conocedores del quehacer laboral y comercial de su trabajo y producción, y los partidos políticos que siempre están detrás de esas movilizaciones, muchas veces solo seudo gremiales o seudo reivindicativas, lo hicieran igualmente convencidos de que ese es el único camino de alcanzar algo que creen realmente justo y noble, cae por su propio peso negativo y antidemocrático por otra de las prácticas de "protesta" que ahora se ha puesto lamentablemente en boga: "LOS ESCRACHES".
Si hay una actitud realmente reprochable e indigna de un pueblo civilizado y que se vanagloria de ser defensor de los derechos humanos y de las libertades públicas, justamente es esa pretendida forma de ejercer justicia por mano propia, que no llega a los lamentables extremos a los que alcanzara el K.K.K. hasta principios del Siglo XX en los Estados Unidos de Norte América, pero que lleva implícita esa misma nefasta filosofía intolerante, gestora de la injusticia más cruel, donde se demuestra por sobre todas las cosas, la cobardía patoteril de su manifestación y práctica.
Así y todo, no hay que perder de vista que hay legisladores y partidos políticos que hoy mismo se están negando a dar su voto a leyes que están a estudio del Parlamento, que pretenden ser más drásticas con relación a las prácticas de los "escraches". Pero peor aún, es que también hay jueces que inventan argumentos e interpretaciones a leyes que sacan de la galera, al mejor estilo merlinesco, justificando "el derecho" y "la libertad de manifestación" -como ley de mayor rango- que tienen para expresarse los que, en patota, se juntan ante el domicilio del que pretenden denostar, expresándose con insultos, cánticos con expresiones soeces y hasta con proyectiles dañando la propiedad privada, donde incluso, reside la familia del abucheado.
Confiamos que aún y a pesar de todo el bombardeo negativo que recibimos, la gran mayoría del pueblo uruguayo sea consciente y mantenga intactos sus principios inculcados con patriotismo, justicia y honorabilidad que desde siempre nos enseñaron nuestros mayores, y llegado el momento, sepamos discernir cual es el camino a tomar para que el país no se nos vaya totalmente de las manos y se pierda "nuestro habitual sistema de vida", ese que es el que debemos preservar por sobre todas las cosas, ya que lo otro, lo mediato y que sin duda también nos apremia y que a veces anteponemos pensando que es lo primordial, como es el mal momento económico que el país y el pueblo está pasando, debemos de darnos cuenta que tal situación es cíclica y no es la primera vez que en el país y en muchos otros esto se ha dado, y que de él vamos a salir airosos otra vez, dado que ya se están viendo los primeros índices positivos de recuperación, afirmados por perspectivas auspiciosas en proyectos internos por un lado y por las buenas perspectivas internacionales y en los buenos precios de nuestros productos, por otro.
Entonces, a no perder el rumbo y confiar en un futuro mejor en cuanto a nuestro porvenir económico, pero también tener mucho cuidado en no perder el del respeto que debemos mantener hacia el que piensa distinto o que permitamos que las "libertades" tengan flechamientos, o nombres propios. La recuperación de esa nefasta práctica va a costar mucho más y hasta con el peligro de transitar nuevamente por caminos que no quisiéramos para nosotros, ni para nadie.
En un momento determinado de nuestro quehacer ciudadano, un gran hombre de nuestro país que hizo historia y que marcó contundentes y positivos rumbos al país y a su gente, hizo un llamado a la mesura y al buen raciocinio, que muy bien cabe ahora poner en el tapete, cuando el país prontamente se prepara a iniciar sus campañas preelectorales del año 2004. Para que nuestra ciudadanía tenga en cuenta, y no actúe a impulsos irrazonables y sí empleando su cordura habitual, es bueno el recordar su célebre advertencia: