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Año V Nro. 367 - Uruguay, 04 de diciembre del 2009
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Lo que pronosticaban las encuestas se cumplió, el ex jefe terrorista José Mujica le ganó por amplio margen la presidencia al liberal Luis A. Lacalle. En una campaña sin debates, casi sin diferencias y con una civilizada y caballeresca confrontación, los liberales de los Partidos Tradicionales (blanco y colorado) cedieron el terreno prácticamente sin luchar. Nunca se apuntó al corazón del asunto. La conducta de Lacalle y del colorado Pedro Bordaberry ratificó su pensamiento de tolerancia absurda y descabellada ante los peligros que entrañan para la libertad y el futuro del pueblo oriental un segundo período presidencial de la coalición marxista. Cabe preguntarse, ¿ganaron los marxistas o entregaron la plaza los liberales? Décadas de concesiones, de mano blanda, de tolerancia injustificada ante la violación de las leyes, de falta de valor para defender las instituciones, frente a la asonada permanente de la izquierda, trajeron como consecuencia la casi destrucción de las Fuerzas Armadas y la adulteración de la historia, sin que ninguno de ellos protestara. ¡Ay los liberales!, qué blandos son ante el izquierdismo. Qué respetuosos de los derechos del Partido Comunista, que alegría tenían cuando los “tupamaros” se legalizaron y empezaron a actuar dentro de la “democracia”, se veía al entonces Presidente colorado –ultraliberal- Sanguinetti con una sonrisa de oreja a oreja. Seguramente consideraba eso como una victoria extraordinaria de esa "democracia". Los últimos 25 años han sido para Uruguay Los medios de comunicación han sido copados sin excepción. La educación se flechó ideológicamente y solo la versión marxista de la historia, de la ciencia y de la filosofía es enseñada. La cultura se mediatizó al más bajo nivel, para dar visiones comprensibles del sentido de la vida con el mayor ahorro posible de complejidad. Versiones carnavaleras, poesía y música mediocres, politización de hasta el teatro infantil. Se simplificaron los colores del país a solo dos. El blanco y el negro, comprensibles para un pueblo degradado cultural e intelectualmente. Y los liberales, ¡ay los liberales!, no se atrevieron a dar ni una sola batalla, excepto garantizar mediante coacción, legislación y mentiras, el que no pudiera surgir un movimiento nacional que enfrentará este trágico momento histórico del Uruguay. Se permitió que se degradara moralmente a los sectores menos favorecidos de la sociedad, quitándoles la dignidad del trabajo, para que vivieran del Estado, a través de planes de ayuda que controla la ministra comunista Arismendi. Ni uno de esos planes consideró la obligatoriedad de una contraprestación laboral. La justicia violó toda una tradición de normas de derecho, para permitir la venganza contra los militares. Un ataque directo contra el prestigio y el honor de las Fuerzas Armadas, la degradación de su misión esencial y su acorralamiento mediante la reducción presupuestaria, que terminó convirtiendo a los soldados en los más pobres de la sociedad. La tolerancia ante la marginalidad, la delincuencia considerada sólo desde la crítica marxista, que convierte a los victimarios en víctimas y le ponen candado a la represión policial, Policía que se retiró absolutamente de la calle y del cumplimiento de su deber. La sociedad quedó inerme y ni así, un pueblo atarantado pudo sacar bien las cuentas. Los menores delincuentes son tolerados y se les permite que asesinen una y otra vez. El pueblo ha sido embaucado Por los vencedores y por los vencidos de la elección. Mienten los “rojos” y mienten los liberales. Es mentirosa su confrontación. El entendimiento fraterno es solo complicidad y debilidad de unos, frente a la audacia e incontinencia de los otros. Oír las civilizadas palabras que se dedicaron, ya conocido el resultado fue una dura prueba para los que no creemos las patrañas y tenemos el estómago flojo. Los agradecimientos de Lacalle a sus pseudo-contendientes, su gratitud y amistad para el Presidente frentista Vázquez. Su afirmación de que quienes no entienden la democracia no pueden entender esta conducta de reconocimiento mutuo, es en definitiva prueba de que no son contendientes, que no luchan por ideas diametralmente opuestas, simplemente son comparsas. Su exultante gratificación por que el pueblo ejerció la soberanía del voto…, ¿qué valor tiene ésta para quien la ejerce engañado?. Es que nunca se tuvo acceso a la verdad, a los fines y objetivos, a las tramas históricas, a las sociedades de discreta acción, a los lazos y dependencias económicas e ideológicas. ¿Qué valor tiene la verdad manipulada, y qué legitimidad moral un ejercicio electoral inconsciente? El pueblo es engañado no sólo en el contenido, sino en la forma. Es que el engaño persiste incluso, en la manera en que se lo hace creer que ejerce un mandato político, con ese acto patético que se ha inventado “la convención” de meter un papelito en una urna. Un papelito que contiene generalmente los nombres de decenas de personas que ni conoce, -si acaso un poco a las que encabezan- y sobre las cuales no tiene ningún control, ni ningún mandato. El frentismo tendrá su segundo período presidencial, seguirá poniéndole candados a la sociedad, continuará con el desmantelamiento de las instituciones y la manipulación desvergonzada de la justicia. La educación sufrirá más ajustes ideológicos. El Estado seguirá creciendo con la incorporación de más “compañeros”. Se consolidará la alianza con Castro, Chávez y demás fauna. La cultura general del pueblo continuará mediatizándose. Se quitarán impulsos a la independencia productiva. Se premiará y castigará con los fondos del Estado. Se agravarán las leyes que destruyen la tradición ética y moral del cristianismo. Se seguirá dilapidando recursos en planes absurdos. La mitad que perdió verá reducirse cada vez más su campo de desarrollo y la que cree que ganó seguirá masificándose y haciéndose cada vez más dependiente. Los empresarios quedarán acorralados entre los sindicatos rojos y el Estado rojo. Y el Uruguay se irá volviendo, cada vez más, un país gris, sucio, ignorante y vació. ¿Y qué harán los liberales para combatir esto?... pues no harán NADA. Unos cuantos emigraran a la izquierda, como vienen haciéndolo desde hace 25 años. Los demás seguirán siendo funcionales, mientras se precise de ese servicio. La pregunta es: ¿Nos mandará Dios al caudillo, surgirá de las reservas morales de nuestro pueblo la fuerza que tuerza el rumbo a la adversidad confabulada de poderes que parecen invencibles, pero que en realidad son efímeros en cuanto los pueblos se adueñan de su destino? Para los descreídos, los desanimados, los que pierden la fe, les trasmito una certeza. La absoluta convicción de la segura derrota de esas ideas, de esas felonías, de esa maldad. La historia tiene un solo final. La victoria es nuestra. Porque está DIOS CON NOSOTROS. Fuente: Agencia Hispanoamericana
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