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Gallinas, gallinitas y gallineros…
por Fernando Pintos
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Todo el asunto comenzó en el foro digital del diario «La República» (sábado 1º de noviembre), generado por una noticia que se tituló «Nacional expone la punta ante el duro Liverpool en el Estadio». Allí apareció este verboso comentario, signado por el seudónimo (¿cómo decirlo con mayor discreción?) «Coje manyas». Y lo transcribo textual, en todo sentido (respetando ortografía, gramática, puntuación y estilo de altas), para ustedes:
«…COMUNICADO: SE NECESITA LA COLABORACION DE LA POBLACION PARA ENCONTRAR GALLINAS DESAPARECIDAS A NOMBRAR,CIPRIANO ALIAS HEMBRA DEL CHENGUE, RUBINA, AURINEGRO, PERICO ALIAS MUJER DEL PANCHO Y JORGE CRESPO ALIAS CABEZA DE VERG.. CUL.. DE MANDRIL INFORMACIONES EXTRAOFICIAL DAN CUENTA Q PODRIAN APARECER EN CUANTO SU TRISTEMENTE EQUIPO SALGA DE LA MISERIA Q LOS AQUEJA HACE 6 AÑOS, COSA Q SERIA RECIEN PARA EL AÑO Q VIENE AUNQUE NO ES NADA PERO NADA SEGURO CUALQUIER INFORMACION DEL PARADERO DE ESTAS GALLINAS COMUNICARSE AL GALLINERO DE LA CALLE MAGALLANES JAJAJAJAJAJAJAJJAJAJA».
Tan rumboso comentario me llevó, casi de inmediato, a inspirarme para pergeniar, en unos minutos, el malévolo y venenoso texto que incluiré a continuación, para la delicia de unos y el chirriar de dientes entre otros. Vean si no:
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«…Se trata de gallinas batarazas. Gordas, cacareadoras, repletas de frustraciones, reiteradamente humilladas por avecillas de mucho menor tamaño y corpulencia (que les han quitado la comida del buche, sin la menor consideración). Eso sí, son gallinitas enojadas. Se la pasan cacareando, lastimeramente, aquella estrambótica cantaleta de que «a ellas las perjudican los otros animalitos de la granja, con reiteración y alevosía». Estas gallinitas (el término «gallinas» les queda grande en exceso) esquizofrénicas tienen la fea costumbre de revolcarse en lugares mugrientos y abominables (frecuentan un gran gallinero revuelto en la calle Maldonado). Además, ¡cuidadito!, porque son unas gallinitas viciosamente mentirosas. ¡Y hablan mucho más que los loros barranqueros o los papagayos! (Por ahí debe haber algún parentesco inconfesable, de ésos que abundan en las telenovelas mexicanas). Y no sólo eso: acostumbran decir bastantes más idioteces e incoherencias que los tales loros. ¡Pobres batarazas! Necesitan con urgencia el auxilio de un psicólogo, pero tienen uno que no les funciona y al cual (¿síndrome freudiano?) odian e insultan públicamente. De tan mentirosas, enajenadas, esquizoides y fracasadas, estas pobres batarazas se pasan casi todo el tiempo urdiendo sueños de grandeza. Por ejemplo: deliran, a cacareo en pico, con la increíble fantasía de que son águilas reales, en lugar de gallinitas batarazas. ¡Y ni siquiera los solícitos cuidados de Don Paco y Don Líber, sus enternecidos cuidadores que tanto las quieren y sufren por ellas, han alcanzado para enderezarlas!
A ESA CLASE DE GALLINAS (PERDÓN, GALLINITAS) SE REFIERE EL COMUNICADO QUE ANTECEDE…».
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Espero que este festivo texto sobre aves de corral resulte de utilidad no sólo para lectores desprevenidos, sino, antes bien y más precisamente, para los más serios estudios académicos desarrollados en el campo de la ciencia avícola (para decir verdad, mi vocación anda mucho más por el campo de la ciencia vitivinícola). Señoras y señores —y todos los demás, habidos y por haber—, vayan ustedes con Dios, que en cuanto a mí refiere, soy muy mala compañía (¡Ejem!)…
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