La inseguridad campea en nuestro país producto de la ineficiencia del sistema político.
La Policía es un actor más de este despropósito, -mudo y sin voz ni voto-, aunque lleva el mayor peso en cuanto al desprestigio social.
Todo se convierte en un torbellino en el que damos vueltas y vueltas sumergiéndonos en la más absoluta inoperancia.
Pero ¿cual la cuota de responsabilidad que tenemos en este caos?
Más allá de algunos jerarcas policiales, absolutamente funcionales a las autoridades políticas, -hoy tricolores, ayer coloradas y anteayer blancas-, la Institución cuenta con muchos excelentes policías, capacitados para dar una respuesta operativa profesional a los niveles de inseguridad que nos asolan.
El problema surge desde el gobierno.
Se han equivocado en las personas que seleccionaron para dar las respuestas en materia de seguridad que la sociedad reclama.
El ministro Díaz, un dogmático, estancado en la década del sesenta, que a pesar de ser buena persona, no supo o no pudo encontrarle la vuelta al problema de la inseguridad.
La ministra Tourne, equivocada y soberbia tampoco supo, y tampoco quiere buscarle solución a los problemas, más preocupada en usar a la Policía como telón de fondo para sus devaneos electorales.
Lo mismo que hicieron otros ministros.
Los policías debemos tener clara esta situación.
La policía debe estar ajena a estos avatares políticos, manejarse profesionalmente y dar una respuesta profesional.
Lo que pasa es que el sistema político en general y este gobierno en particular no confía en los uniformados y ha hecho todo lo posible para mantenerlos sometidos, sin ninguna posibilidad de maniobra profesional.
En tanto los problemas de inseguridad recrudecen y se agravan, el gobierno navega entre una desconfianza absoluta hacia los policías, la incapacidad de tener ideas de cómo enfrentar estos problemas, un exacerbado problema ideológico y la imperiosa necesidad de mostrar algún resultado favorable en cuanto a la contención de la actual ola delictiva.
Se han equivocado en la designación de muchos jerarcas, en tanto han dejado de lado a otros que reúnen las condiciones profesionales para enfrentar esta situación.
Se ha apostado a los que solo saben decir ¡SI SEÑOR/A! y son incapaces de siquiera expresar que no están de acuerdo.
Mucho menos de oponerse.
Por otro lado la prepotencia política no admite disquisiciones.
En este caos organizado, los policías debemos seguir trabajando profesionalmente esperando el cambio del actual gobierno, el cambio de mentalidad y de estilo, y tratando de no ser cómplices de este fárrago organizado que es hoy la inseguridad.
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