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Año V Nro. 333 - Uruguay, 10 de abril del 2009   
 

 
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Los riesgos considerables de la Cumbre del G20
por Jim Hoagland

 
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El colapso económico global de hoy en día está convenciendo a las naciones europeas y asiáticas de que la gestión del dólar es demasiado importante para dejarla en manos de los estadounidenses.

         La guerra es demasiado importante para dejarse a los generales, concluía el premier francés Georges Clemenceau durante la carnicería organizada que fue la Primera Guerra Mundial. El colapso económico global de hoy en día está convenciendo a las naciones europeas y asiáticas de que la gestión del dólar es demasiado importante para dejarla en manos de los estadounidenses.

         Este es el considerable genio que los líderes de China dejaron salir de la botella la semana pasada al sugerir una nueva divisa internacional para el pago de la deuda que reemplace al dólar como divisa de cambio global. El globo sonda de China, que daría mayor control de la masa monetaria al Fondo Monetario Internacional, es un desafío sutil pero significativo a seis décadas de dirección y gestión estadounidenses del sistema financiero mundial.

         Zhou Xiaochuan, gobernador del banco central de China, lo anticipaba con entusiasmo en la página web del banco. Instaba a "eliminar paulatinamente las deficiencias inherentes provocadas por el uso de divisas nacionales apoyadas en bancos centrales” (léase el dólar) para amortizar deudas internacionales y sintetizar ahorros. Su ensayo evidenciaba la creciente inquietud de Pekín motivada porque los considerables programas de gasto del Presidente Obama acaben diezmando los 2 billones de dólares en divisa exterior, dólares sobre todo, que posee China.

         Pero Zhou estaba plasmando las dudas que también afloran en los llamamientos realizados por Francia entre otras naciones a un acuerdo internacional en materia económica tipo “Bretton Woods II”. Su artículo estaba programado estratégicamente para obligar a la cumbre del G20 de esta semana en Londres a centrarse en la responsabilidad que tendría el dólar -- y por tanto Estados Unidos -- de la acusada recesión y la inquietud que afligen a los mercados del mundo.

         El prototipo de estadounidense desagradable en el exterior ya no es el burócrata indiferente ni el soldado destacado en el sureste de Asia, sino el codicioso financiero de Wall Street que pone en circulación títulos sin respaldo entre crédulos extranjeros y estadounidenses por igual.

         La conferencia del G20 es la primera prueba internacional de calado que tienen que superar las considerables habilidades de liderazgo y comunicación de Obama. Va a necesitar de esos talentos para impedir que la cumbre se convierta en un juicio farisaico de los presuntos delitos financieros recientes cometidos por América y su egoísmo, y del "capitalismo anglo-estadounidense" en sí mismo.

         Es importante comprender el argumento de la acusación, incluso -- especialmente quizá -- en el caso de aquellos que no lo comparten. Los estadounidenses son mucho menos sensibles al papel preeminente del dólar en la política de la potencia mundial así como en el comercio que los extranjeros. Como sostuvo durante la década de los años 60 Charles de Gaulle (para escándalo de Lyndon Johnson), el sistema Bretton Woods original permitió que Washington se saltara sin mayores consecuencias la disciplina monetaria internacional que imponía a las divisas de los demás. Estados Unidos pudo financiar los enormes déficits presupuestarios del país -- y sus guerras en el extranjero -- a expensas de las naciones extranjeras.

         Los franceses nunca han superado ese análisis, incluso si sufría altibajos al cambiar los vientos a nivel global. El Presidente Nicolás Sarkozy renovaba esa opinión el año pasado al invitar a una mayor supervisión internacional de los mercados financieros y el sistema global de cambio. La Unión Europea daba su apoyo este mes al discurso de Sarkozy al acordar poner el acento durante la cumbre en la regulación -- incluso si Obama quiere que el G20 se centre en que el nuevo gasto en estímulo por parte de los demás esté a la par del realizado por Estados Unidos y Gran Bretaña.

         Los dos bandos en la práctica han alcanzado juntos un acuerdo de mínimos de cara a la cumbre que destaque la necesidad de más estímulo por parte de algunos y más regulación financiera por parte de todos, según indicaba el Primer Ministro francés Francois Fillon durante una visita al Carnegie Endowment de Washington realizada la semana pasada. Pero el destino de un compromiso tipo “New Deal global” dependerá en última instancia de flecos aún por rematar.

         Estados Unidos se siente cómodo con una mayor regulación nacional -- basta con ver el plan de supervisión de Wall Street más reciente ofrecido por ese Inspector Gadget de la administración que es el Secretario del Tesoro Tim Geithner. Pero Washington se resiste a renunciar a su poder real sobre su destino económico para cederlo a entidades internacionales que no controla.

         Las demás naciones hacen lo propio. Francia y Gran Bretaña hablan con elocuencia de la necesidad de democratizar más el Fondo Monetario Internacional entre otras instituciones financieras internacionales. Pero aún así no sacrifican su poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en aras de relanzar la reforma institucional global. Rusia defiende la autodeterminación menos en el caso de los países que no se someten a los planes del Kremlin de un oleoducto euro-asiático y su monopolio energético. Egipto, Libia y los demás regímenes chauvinistas árabes no dejan de hablar de dobles raseros y a continuación se reúnen para elogiar y proteger a Omar Hassán al-Bashir, el presidente de Sudán y criminal de guerra imputado, y cubrir sus espaldas con el tema de Darfur.

         El verdadero reto de la cumbre del G20 es evitar que convierta en una caza de chivos expiatorios de altos vuelos lo que es un fracaso colectivo de las potencias emergentes y establecidas del mundo. Estados Unidos debería aceptar la verdadera responsabilidad de este desaguisado que tienen sus excesos y su apreciado billete verde. Pero las demás naciones que exigen poderes nuevos también tienen que demostrar estar preparadas para ejercerlos de manera responsable antes de que pueda comenzar cualquier reforma significativa de las instituciones internacionales.

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Fuente: America's Daily
 
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