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Difícil que el chancho chifle
por Dr. Francisco Gallinal
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Apelando a la mala memoria de los uruguayos, el Senador Mujica anda en campaña electoral, peleando por una nominación presidencial. Él mismo lo ha dicho, igual “se abraza con víboras”, vale todo, desde puntapiés iniciales en Venezuela hasta firmas para “anular” una ley ratificada por referéndum, pasando por intentos de rascada de lomo a gobernantes vecinos que bastante mal parecen querernos. Entonces, vuelta a sacar el disfraz de Viejo Vizcacha, incansable decidor de lugares comunes como si fueran perlas de sabiduría, vuelta a recorrer caminos prometiendo quién sabe qué, porque a esta altura ya no queda nada. Si no, que lo digan quienes creyeron en el perdonazo a las deudas agropecuarias y en el país productivo. Lo que parecía original, simpático y pintoresco ha degenerado en un remedo de sí mismo. No en vano pasaron años con responsabilidad (¿) de una Secretaría de Estado donde por suerte poco y nada se hizo de lo que se amenazó, y de pechereadas varias y faltas de respeto a prensa y ciudadanía.
La última del Senador es un retorno a planteos que en alguna campaña anterior fueron insinuados y prontamente enterrados, como el que se ha difundido recientemente: “leche por petróleo”, parafraseando al concepto que se aplicaba por Naciones Unidas al Irak embargado: “petróleo por alimentos”. Cortito y al pie: un trueque. Esta es una propuesta conceptualmente consistente con otras que exhiben ingenuidad e ignorancia de las realidades de la economía y de las relaciones económicas internacionales (como aquella de “comprar a quienes nos compran”). Hace miles de años que la humanidad abandonó el trueque, la forma más primitiva e ineficiente de practicar el comercio. Por algo y para algo surgió el mercado o los mercados y fue creado el dinero. En el mercado y con el dinero es posible dar y recibir una pluralidad de productos y servicios, eligiendo en cada caso las cantidades, calidades y valores de lo que cada uno toma y ofrece. El sistema de precios, absolutos y relativos, es la guía para ello, y se configura a través de los millones de transacciones y participantes, cada uno buscando las mejores condiciones posibles para su comercio.
Si algunas condiciones básicas no se cumplen, quizá el trueque o “intercambio compensado” permita salir del paso. Por ejemplo, si los países participantes tienen escasez de divisas para ir al mercado tal vez deban conformarse con lo que el otro les puede dar en materia de calidad, cantidad y precio. O si tienen productos de difícil colocación en el mercado internacional por alguna razón. No es ese el caso de Uruguay, que genera o recibe normalmente las divisas que requiere para abastecerse en el exterior (materias primas, bienes de capital, productos terminados) y tiene solvencia para tomar créditos con una prima de riesgo baja. Que coloca habitualmente sus productos de exportación en una pléyade de países, en concordancia con las condiciones generales prevalecientes. En otras palabras, está en perfecta situación de ir al mercado a comprar el petróleo que necesita, y de pagarlo como mejor le convenga, inclusive el de origen venezolano. Sus exportadores de leche pueden venderla donde y cómo mejor logren hacerlo, sin entreverarse con otros productos, inclusive en Venezuela, máxime si es verdad que esta quiere pertenecer al Mercosur, aunque en ese país hay constante desabastecimiento, producto de un contralor oficial de entrega de divisas para la importación, a un tipo de cambio no libre (otra política antigua y superada). Suponemos que Venezuela puede hacer otro tanto con su petróleo, su casi único producto de exportación y soporte de su economía, así como de la deuda externa argentina y de valijas sospechosas, entre otras cosas, suponemos que sí, es un commodity. El trueque en estas condiciones es lo peor para ambos; una propuesta de esta naturaleza es sacar boleto al túnel del tiempo de las cosas perimidas.
Pero, claro, se trata de hacer chiflar al chancho, por difícil que sea…
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