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¿De dónde la pretensión de clasificar?
por Fernando Pintos
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Entre el domingo y el lunes recién pasados, tras el engañoso alegrón de burro que se dieron los uruguayos con el triunfo de la Selección en Bogotá, ante su similar de Colombia, me dediqué a analizar las reacciones de los diarios uruguayos en sus respectivas ediciones digitales. Lo hice con «La República», «Últimas Noticias» y «El País». Y de alguna manera, en todos ellos pero muy especialmente en el último mencionado, me topé de golpe y porrazo con un insoportable oleaje euforia triunfalista. Euforia sin pies ni cabeza, por supuesto. Pero, había que leer todos aquellos reportajes, notas, comentarios, entrevistas… ¡Por una vez los uruguayos no deberían pasarse con la calculadora en la mano y la tortura de un nudo doble que les atenazara tanto el estómago como la garganta! ¡Aleluya! ¡Albricias! ¡Viva, viva, viva! ¡Que ole con ole y olé! ¡La clasificación estaba prácticamente asegurada! ¡Una vez más, la vieja garra charrúa! Etcétera.
Y bueno… Como conozco de sobra con qué bueyes estamos arando de muchos años a esta parte, comenzando por esa podrida y corrupta olla de grillos que es la Asociación Uruguaya de Fútbol; prosiguiendo con esa colección de engendros abominables a quienes siempre me refiero como «Casal & Cía.»; continuando con ese solemne mediocre que pusieron, a dedo, como DT de la Selección; y, ¡culminando!, con esas lindas fichitas que son, en su mayor parte, los jugadores convocados por el tal mediocre… No me cabía la menor ilusión de que el miércoles siguiente, en el mítico Estadio Centenario de Montevideo, Uruguay consiguiera los tres puntos frente a la selección de Ecuador. Por esa razón fue que el domingo 7 de septiembre —al día siguiente de «la hazaña» de Uruguay en Bogotá— ingresé en un foro digital del diario «La República», y escribí lo siguiente:
«… SIEMPRE, ganar tres puntos en disputa y hacerlo como visitante es importante (Uruguay no ganaba, de visita, desde el 4 de septiembre de 2001, en Lima). PERO, convengamos en que este triunfo fue más sufrido que estarse dos horas en el sillón del dentista mientras a uno le van sacando las muelas sin anestesia. Es decir: fue algo horrible de ver. Y había que verlo con el corazón en la boca. ADEMÁS, dejando de lado el triunfalismo de tinterillos corruptoides, quienes ahora están rezumando felicidad y euforia en el sagrado nombre de su patrón (Francisco Casal), aguardemos para ver qué desastres pueden perpetrar, el próximo miércoles, el «maestro» Tabarez y su comandita. Esperemos que esta alegría de hoy, no termine siendo un simple alegrón de burro. AHORA BIEN: coincido con un punto de enorme importancia. Si en todos los partidos de la eliminatoria hubiera atajado Juan Castillo en lugar del horrendo Carini, Uruguay estaría en primer lugar de la tabla…». |
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¿Lo leyeron atentamente? Detesto tener que entonar aquella antipática cantaleta de: «ya se los había dicho». En realidad, mil veces hubiese preferido equivocarme y estar, ahora, festejando una victoria de Uruguay en el Centenario. Pero sucede que, una vez más (y ya van…), el mediocre y pusilánime Tabárez dio la nota, y con el patético empate de este último partido ya son seis los puntos que Uruguay ha perdido jugando como local en el Estadio Centenario. ¡Seis puntos que debieron haberse ganado sin problemas! Seis puntos que, de haberse ganado, ahora tendrían a Uruguay en el primer lugar de la clasificación, con 18. Es decir: tendría un punto más que el actual líder de las Eliminatorias Sudamericanas, Paraguay.
Recuérdese la sabiduría infalible del Refranero: «aquellos polvos, trajeron estos lodos». Este nuevo fracaso ha sido, pura y simplemente, el triste resultado de esa vil inmundicia en que un montón de asquerosos mercachifles han convertido, de dos décadas a esta parte, el fútbol uruguayo. Asquerosos mercachifles invariablemente encabezados por el peor. El más repulsivo y vil entre todos ellos: Francisco Casal.
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