¿Está mejor o peor que hace cuatro años? Depende
por George Will
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John McCain, que se encuentra en lo que Macbeth llamaba "el otoño, la hoja amarilla" de la vida, ha resucitado un popular golpe de efecto de hace siete elecciones con un anuncio de campaña que afirma: "Estamos peor que hace cuatro años." Esto, por supuesto, se deriva de la pregunta de Ronald Reagan, dirigida a la nación con devastador efecto sobre su contrincante, durante el debate entre Reagan y el Presidente Jimmy Carter en 1980.
La nación consideró obvia la respuesta. Temblando a consecuencia de turbulencias petroleras peores que las de hoy, con 52 rehenes norteamericanos en Teherán y con la Unión Soviética campando a sus anchas por Afganistán, los electores respondieron con contundencia "no." Hoy sabemos que la invasión soviética de Afganistán precipitó el colapso del Imperio del Mal, de forma que algunas cosas que parecen perjudicarnos no siguen caminos simples.
La imitación es la forma más sincera de política, y en 1996 el Presidente Bill Clinton, aspirando a su reelección, instaba a los votantes a plantearse si estaban mejor o no que cuatro años antes. Hoy sabemos que la respuesta afirmativa de la nación reflejaba el engañoso inicio de lo que acabó siendo el estallido de la burbuja tecnológica, de forma que algunas cosas que parecen beneficiarnos no tienen una única cara.
McCain modifica la pregunta de Reagan en forma de afirmación con el fin de fomentar la digestión pesada de la opinión pública y distanciarse de George Bush. Basta.
En política contemporánea, nada tiene éxito como el exceso, de forma que las permutaciones del tropo de Reagan van a repetirse. Por tanto, es hora de considerar sus deficiencias, que son sintomáticas de una mentalidad disecada.
Desafortunadamente, la formulación "mejor" es interpretada generalmente como referencia al salario, al balance de la cuenta bancaria, al balance del plan de jubilación y similares. Pero espere. ¿Está usted mejor teniendo cuatro años más? Eso depende.
Si usted es joven, desde 2004 puede haber encontrado el amor, haber tenido hijos, haber aprendido a pescar con mosca y haberse hecho forofo de los Tampa Bay Rays. En cuyo caso usted está enfáticamente mejor, incluso si desde 2004 solamente ha tenido lugar un incremento del 0,6% -- sí, incremento -- en el valor medio de las casas unifamiliares.
Si usted está cerca del "otoño, la hoja amarilla" de la vida, en los cuatro últimos años su esperanza de vida en años que le quedan ha descendido. Pero eso no significa que usted no pueda estar mejor.
Suponga que en esos años usted leyó "Middlemarch," redescubrió las películas de Fred Astaire, dejó la pesca con mosca, visitó Chartres y tuvo nietos. Incluso si el valor de su cartera accionarial es inferior a 2004 (el Dow se encuentra en realidad por encima), ¿no está usted decididamente mejor?
El difunto Herb Stein, uno de los practicantes más sabios de Washington en el terreno de la filosofía aplicada, también llamada economía, criticaba la "cuestión de estar mejor" observando que "todo el mundo cuenta con un activo concreto, que es el valor presente de su esperanza de vida futura." Pero "no todos los años son iguales." Los años que llegan al final de la vida pueden tener una riqueza especial a causa de que uno ha aprendido cosas que le permiten apreciar cada año que pasa más.
Stein observaba que la pregunta sobre "estar mejor" se juzga relacionada con datos en lugar de con sentimientos. Pero los sentimientos son datos. Datos como el disfrute, la tranquilidad o la gratitud tienen valores que no se miden fácilmente en efectivo.
La gente que pregunta y aquellos que plantean la cuestión de "estar mejor" parecen asumir que los únicos hechos que importan son aquellos que pueden expresarse como estadísticas de economía. Las estadísticas están bien para lo que están, pero no sirven mucho a la hora de medir la vida según se vivió realmente.
Desafortunadamente vivimos, como se lamentaba Edmund Burke, en una era de "economistas y calculadoras" ansiosos por reducirlo todo al polvo de la numerología, descuidando lo que Burke llamaba "el percal decente de la vida." En esta era presuntamente racional y científica, la sed de varas simples de medir induce a la gente a preocuparse por cosas que se prestan a la cuantificación.
Las personas "modernas" autoconscientes sufren un impulso a reducir el valor de sus vidas a cosas que se pueden presentar en tablas, gráficos y dibujos -- estadísticas económicas nacionales y personales. Esto limita sus miras estrechándolas. La gente así también podría medir sus vidas en cucharas de café.
En 1934, mucho antes de que la humanidad se adentrara de lleno en lo que llama con satisfacción "la era de la información," T.S. Eliot preguntaba:
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?
En suma, ¿está usted mejor que hace cuatro años? Eso depende. ¿De qué? Eso también depende.
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Fuente: Diario de América |
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