Chávez y el imperialismo ruso
por Orlando Ochoa Terán
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El conflicto Rusia-Georgia ha puesto de relieve la creciente dependencia de Venezuela del Kremlin. Alexander Lukashenko de Bielorrusia, quien aspira que su país forme parte de la Federación Rusa sin mediar conflicto alguno, y Hugo Chávez, fueron los únicos presidentes que respaldaron incondicionalmente a Putin en su brutal agresión al pequeño país de 4 millones de habitantes.
Casi una semana se tomó el régimen bolivariano antiimperialista para decidir su apoyo a la guerra asimétrica que la Rusia capitalista libró contra la pequeña Georgia de 3 millones de habitantes con el propósito de arrebatarle dos de sus provincias. El gobierno del presidente Chávez fue uno de los dos países que acataron al pié de la letra la exigencia de la agresiva diplomacia del Kremlin a socios, satélites y aliados, en un incondicional respaldo.
Lo absurdo de todo esto es que la Venezuela bolivariana ha aturdido al planeta entero con la monserga del respeto a la soberanía de las naciones y el abuso de las grandes potencias sobre vulnerables países. Sin que hubiera transcurrido una semana de este pronunciamiento pro imperialista, bastó que el presidente Chávez arribara a África del Sur para que cambiara de gorro y de nuevo volviera por sus fueros antiimperialistas para exhortar a los imperios europeos a disculparse por las invasiones genocidas a los dos continentes.
El presidente Chávez ha demostrado ser muy corajudo cuando se trata de desafiar a gobiernos democráticos regidos por un estado de derecho pero muy débil cuando un autoritario como Putin le da órdenes en el mismo tono que él las imparte a Evo Morales y al infeliz de Daniel Ortega.
El oso de papel
Si bien los respaldos de Venezuela, Bielorrusia y el más moderado de Cuba pasaron inadvertidos en el escenario internacional no ocurrió lo mismo con la reunión del Grupo Shanghai (Shanghai Cooperation Organization) en Dushanbe, integrado por China, Rusia, Kazakhstan, Kirguistán, Tajikistan y Uzbekistan, estas últimas cuatro ex repúblicas de la ex Unión Soviética.
El presidente Medvedev de Rusia asistió con la esperanza de encontrar un apoyo decisivo a la Rusia imperial pero salió desconcertado. El Grupo Shanghai concluyó la reunión destacando “la necesidad de respetar las tradiciones históricas y culturales de cada pueblo y exhortando a la preservación, bajo el derecho internacional, de la unidad de un Estado y la integridad de su territorio”. Otros vecinos como Bulgaria, Ucrania, Moldova y la República Checa rechazaron las presiones de Rusia que la revolución bolivariana no tuvo el coraje de resistir.
El oso ruso de papel no le produjo a sus vecinos y ex satélites miedo alguno y mucho menos a China, tampoco a Europa o a los otros países asiáticos. El ministro británico de Relaciones Exteriores advirtió que Rusia pagaría bien caro esta agresión. Putin contestó que si dijera que no le importa o es indiferente a estas amenazas, mentiría.
El costo
Esta creciente dependencia de la Venezuela bolivariana con el Kremlin ha sido el resultado del acoso de la diplomacia estadounidense que sin necesidad de vociferar su enemistad, todo lo contrario, ha sido implacable pero silenciosa para presionar a otros países contra Chávez o cuando mueve los hilos en Miami para que el proceso que se le sigue a Durán y a Kauffman sea en realidad un juicio a la corrupción bolivariana.
El mensaje conciliatorio que el pasado mes de julio envió el presidente Chávez a EE UU y Colombia en el sentido de reactivar la cooperación con la DEA y la lucha contra las drogas estuvo tácitamente condicionado a que cesaran las evidencias que surgen de las PCs de Reyes que amenazan con la Corte Internacional de La Haya, así como las resultas del juicio en Miami.
El conflicto entre Rusia y Georgia estropeó esta diplomacia conciliatoria al verse obligado el presidente Chávez a actuar como un cachorro de Putin pero irritando a EE UU que decidió atizar de nuevo el acoso con las PCs de Reyes proporcionándole evidencias comprometedoras a Moreno Ocampo, fiscal de la Corte Internacional que visitaba en Bogotá y, por supuesto, como indicamos arriba, mover los hilos del juicio en Miami que ha devenido en una pesadilla bolivariana.
A esta reacción gringa Chávez contestó cancelando sus reuniones previstas con el senador Specter y con el zar de la droga John Walters, a quienes inopinadamente se les canceló la entrevista con el presidente donde se retomaría el tema de la droga y la DEA.
Esta experiencia le debe haber enseñado al presidente Chávez y a la Cancillería, si es que alguno de sus funcionarios comprende esta situación, que en la diplomacia, como decía Kissinger, no hay almuerzos gratis.
El obligado apoyo bolivariano a Rusia resulta aún más ridículo si se toma en consideración que el presidente Chávez condena cada semana, como “obra del imperio”, la lucha de las provincias bolivianas por una mayor autonomía. También repite hasta el cansancio la separación imperialista de Panamá, reclama los derechos de Argentina en las Malvinas arrebatados por Gran Bretaña y sólo hace unas semanas denunció la “intención separatista” de “apátridas y lacayos del imperialismo” de una región venezolana en media luna.
¿Quién puede tomar en serio la política exterior bolivariana?
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Fuente: Diario de América |
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