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Año V Nro. 347 - Uruguay, 17 de julio del 2009
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Días pasados, la muerte casi instantánea, de una joven de diecisiete años embarazada de tres meses, en un barrio de contexto crítico de Montevideo, como consecuencia de un tiro que “se escapó” a un arma manipulada por su hermana de seis años de edad, no pudo dejar de estremecernos. El archivo de la causa por el magistrado de turno, luego de los informes del médico forense y el de los expertos en balística, conforme con el dictamen fiscal en ese sentido, sin encontrar mérito a responsabilidad penal alguna (ni siquiera se tuvo en cuenta el origen ilícito de la tenencia del arma de donde partió el disparo que causó el deceso) puso punto final a la investigación en sede penal, iniciada de oficio. Sin embargo, el caso que nos ocupa, más allá de si estamos de acuerdo o no con lo actuado por la Justicia competente, desnuda una vez más una problemática de difícil solución en nuestra sociedad. Una sociedad donde campea la inseguridad y donde lamentablemente el consumismo ha desplazado los valores que prestigian al “ser” por sobre el “tener” y al desdibujarse los mismos, ante la inercia cuando no ineficacia de las autoridades públicas (tanto nacionales como municipales: obsérvese que el arma en cuestión que le había sido sustraída en una rapiña a un funcionario del Cuerpo de Bomberos dependiente del Ministerio del Interior, fue adquirida por el padre de la víctima en una feria vecinal) sus integrantes, optan por recurrir a sus propias fuerzas, para sentirse seguros o más protegidos, o tal vez, en un barrio problemático -donde impera la ley del más fuerte- porqué no, hasta más dignos de respeto. Según datos hechos públicos, la población civil está armada: ya no le alcanza con enrejar sus viviendas para proteger su persona y bienes del alto índice de delincuencia que la golpea y de los abusos de aquellos para quienes, aparentemente no hay límites. Los expertos aseguran que, quien nunca ha tenido en sus manos un arma, lo primero que hace cuando accede a una, es apuntar a otra persona. Como en el caso que nos conmueve. Al desconocer si está o no cargada el arma, los resultados de la imprevisión de quienes sí conocían y utilizaban esa arma, están a la vista. Y quien debía pasar un día de las vacaciones de julio con su hermana mayor, termina envuelta en una tragedia que la marcará por toda su existencia, pese al tratamiento de contención y seguimiento psicológico dispuesto a su respecto, por el Juez Charles. ¿Qué nos está pasando? La violencia, se ha instalado en nuestra sociedad y no sólo en los barrios más necesitados de Montevideo. Algo está fallando. La inactividad de las autoridades públicas ante esta realidad, deja paso a la anomia. Al parecer todo resulta válido. Y ello resulta por cierto peligroso. Pues el uso de las armas de fuego, está regido por normas jurídicas muy precisas en la materia. Y de conformidad con estas normas, las armas de fuego se confían a quienes se indica como responsables y custodios de la Ley y el orden. Nada en esta materia debiera dejarse librado al azar. La adquisición y el uso responsable de las armas por los particulares también es objeto de una especial regulación normativa, pero quienes tengan la habilitación de su porte y utilización, debieran estar debidamente entrenados: ellos y sus familias. Pero, nunca podrán sustituir a las autoridades públicas en el tantas veces abnegado desempeño de sus legítimas competencias. Quienes abogan por el desarme de los civiles, intentan llamar la atención: “quien tiene un arma, tiene un problema”; el mismo no se contradice con el antiguo aforismo elegido a modo de título, y sin embargo, las autoridades públicas no lo han adoptado. ¿Será tal vez, por problemas de conciencia? ¿Cómo desarmar a una población que se siente tan agredida y a la vez poco protegida por quienes debieran hacerlo? ¿Cuáles han sido los planes educativos que se han implementado para abordar la problemática que comentamos? ¿Se ha fortalecido acaso, la educación en valores? ¿Cuántas víctimas jóvenes más, tendrán que ofrendarse en hechos de esta naturaleza, para que se adopten finalmente, otro tipo de medidas y se logre que cada quien asuma el rol que natural y legalmente le corresponde?© Dr. Marcelo Gioscia Civitate para Informe Uruguay
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