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Año V Nro. 347 - Uruguay, 17 de julio del 2009
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Enfrenta otra vez la humanidad la crisis irreparable de los sistemas socialistas . Lo que pasa en el Irán de Ahmadinejad, en la Cuba de los Castro, en la Corea del Norte de Kim Il Sung, en la Venezuela de Chávez, en la Argentina de los Kirchner, en la Bolivia de Morales o en el Ecuador de Correa, no debiera asombrar a nadie. Lo asombroso es que a estas alturas se pregunte alguno que es o que pasa, o todavía peor, que se le quiera encontrar una explicación consoladora a esos dolorosos pesares. La refutación teórica del socialismo se ha hecho mil veces, con argumentos incontrovertibles. Recordemos la obra de Ludwig Von Mises donde habla de un sistema irracional, torpe, contrario a la naturaleza humana y que desemboca fatalmente en una orgía de poder que destruye la libertad humana. Y lo anterior fue escrito en el año de 1932. Pero la tenacidad socialista es invulnerable a la razón. Después de aquella obra del profesor austro-húngaro, seguida de otras no menos cenitales, como el Camino de Servidumbre de Hayeck, se levantó el Muro de Berlín y estuvo alzado, para desdicha de millones hasta comienzos de los 90 del siglo pasado, se instalaron decenas de tiranías de ese corte en países asiáticos y africanos; se impuso el despotismo cubano; se intentaron muchos gobiernos socialistas en Latinoamérica, que hoy presencia y padece en parte de su territorio el grotesco espectáculo del llamado Socialismo del Siglo XXI. Admitamos que haya discusiones teóricas que no terminan nunca. Que hay dogmatismos que resisten por siglos los embates de la razón. Y ante los hechos, que son tozudos, no caben alegatos. Y sin embargo… Sin embargo volvemos a las andadas. Con los mismos cuentos de la igualdad caemos en el sistema de la más oprobiosa desigualdad que pueda conocerse. Con el otro cuento de la soberanía popular, edificamos los poderes políticos más antipopulares de la historia. Tras del prurito del progreso para todos, montamos la más absurda y generalizada pobreza. Ahmadinejad es de este tipo de “líderes”. Por eso su entrañable amistad con el presidente venezolano Hugo Chávez. Podemos ver lo que pasa en Irán, un país rico en petróleo y que luego del fraude electoral Ahmadinejad y el “gobierno revolucionario” recurren al arsenal de recursos externos que siempre usaron los gobiernos socialistas. Las censuras, las prohibiciones, los encarcelamientos, las palizas en la calle y los asesinatos. Es más de lo mismo. Es lo de China Comunista en Tiananmen; lo de la Unión Soviética hasta Gorbachov; lo de los tiranuelos africanos; lo de Pol Pot en Camboya; lo de Fidel y Raúl Castro en nuestras narices y hasta nuestros días. Porque el socialismo es el mismo, aquí y en cualquier lugar del mundo. En la tragedia iraní hay un desgraciado componente adicional, que es la teocracia. Para colmo, el socialismo de allá se hace en nombre de Alá. Es como cuando se practica a nombre del nacionalismo, de los valores de la raza, o de la histórica grandeza de un pueblo. Los socialismos de Hitler y de Mussolini, el de Stalin o de los pintorescos que festonan la historia triste de Latinoamérica, no se hicieron como meras fórmulas de producción y distribución de bienes, que ya es suficiente para un socialismo cualquiera. Se les agregó algo, que los hizo más irracionales, perversos y destructivos. Ahmadinejad y Chávez, son así. Y no pueden ser de otra manera. Porque en el fondo de su disfraz socialista, hay una ambición atroz de mando autoritario, anti-democrático, que por desgracia es lo que siempre inspira la irracional aventura socialista. Y por eso les pasa lo que les pasa. Y por eso caerán como van a caerse. ¡Hasta el próximo encuentro…! © Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez para Informe Uruguay
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