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Paraguay con problemas crecientes
por Emilio J. Cárdenas
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Enfrenta un difícil horizonte económico y un escenario político plagado de obstáculos.
La economía paraguaya no anda nada bien. Víctima de la ausencia de un buen gobierno y de la crisis mundial se está contrayendo. Fuertemente. Se espera que este año el PBI guaraní disminuya, por lo menos, un 3% respecto del año anterior. La estimación no es de la oposición, como podría quizás suponerse. Es del propio gobierno y acaba de ser anunciada por boca del Ministro de Hacienda, Dionisio Borda. Para algunos medios la contracción puede ser aún mayor desde que hay economistas que arriesgan una cifra más alta: -5,9%.
La actividad de la construcción está fundamentalmente parada y el sector clave de la agricultura está maltrecho a raíz de la prolongada sequía que terminó provocando una pérdida del PBI agrícola total del país de un orden del 15%, particularmente afectado por el verdadero desastre de la zafra sojera.
Las negociaciones con Brasil para procurar obtener un mejor precio por la electricidad vendida al vecino gigante no han avanzado nada. Brasil se cierra en la defensa de los pactos contractuales. Y no cede un tranco de pollo ante los reclamos guaraníes. Está impasible. Duro. En pocos días “Lula” visitará nuevamente al Paraguay con motivo del MERCOSUR y habrá una reunión bilateral sobre este tema. Pocos creen que pueda destrabar la negociación que Brasil, hoy también en recesión (-0,8%) ha empantanado tenazmente.
En ese bien difícil escenario, el Congreso guaraní no le aprobó a Fernando Lugo su “plan anti-crisis” y las cosas lucen económicamente complicadas.
Lugo, que se ha distanciado de prácticamente todo el espectro político, parece no dar pie con bola en una gestión que luce ausente. Su idoneidad para ejercer el cargo para el que fuera electo comienza a ser cuestionada. Hay quienes sostienen que no es incapacidad, sino en rigor está escondiendo el “giro a la izquierda” que pretende, ante un Paraguay que ciertamente tiene anti-cuerpos. Es fácil argumentar que el ex obispo, sin experiencia alguna en el manejo de nada está perdido en un pantano de dudas e incapacidades. Pero una cosa es fracasar como obispo, lo que obviamente ya le ocurriera a Lugo. Y otra fracasar, además, como político. Lo que no puede negarse es que jamás fue entrenado para administrar ninguna otra cosa que almas y que, aún en eso, fracasó estrepitosamente.
En el aire flota cierta tensión. La gente advierte la frustración y constata diariamente el inmovilismo. Y hasta huele la posibilidad de que Lugo esté efectivamente afectado por una dosis fuerte de incapacidad. Como es habitual, Lugo está recurriendo al crédito externo, moderadamente. Paga Dios, y las generaciones futuras, una vez más.
Los bancos, ante la incertidumbre y el desinterés de los actores económicos, no prestan y están hoy sentados sobre unos 600 millones de dólares.
Ante ese desalentador cuadro, el Presidente Fernando Lugo (con la credibilidad seriamente minada por los escándalos “familiares”, esto es por la mentira que supone haber ocultado su verdadera situación en ese campo) viajó a Cuba, en peregrinación. A pedir “asesoramiento” a Fidel Castro. Seguramente pensando que el “nivel de vida” de los cubanos convierte a Castro en un “sabio” en materia económica. En América Latina solo los haitianos están peor que los cubanos y, sin embargo, preferimos no recordarlo.
A su regreso, Lugo reveló (torcidamente, cual globo de ensayo) la “receta” que le fuera recomendada por el caribeño: una “consulta popular”, esto es un “gran referéndum”. Para preguntarle directamente a la gente si está (o no) satisfecha con el funcionamiento de los tres poderes de gobierno. Incluyendo al Ejecutivo, lo que es toda una apuesta.
Dependiendo de la respuesta, de allí a la disolución del Parlamento o al juicio político a la Corte Suprema puede haber muy poca distancia. Nada, más bien. La amenaza es velada, quizás indirecta. Por ahora al menos. Nadie puede garantizar los resultados de una consulta como la descripta. Tampoco Lugo, en un país en el que la oposición es real y tiene envergadura.
Siguiendo la clásica receta marxista, Lugo comienza -sutilmente- a tratar de reemplazar los mecanismos de la tradicional democracia representativa, por los de la democracia denominada “deliberante” o “participativa”, bien fácil de manipular. Para esto, según sugieren los medios, va a agitar “profesionalmente” a las calles.
Los diarios locales denuncian que algunos de sus hombres (como el Secretario de la Presidencia, Miguel López Perito) se han reunido con conocidos agitadores y conocidos dirigentes campesinos en Ciudad del Este, prometiendo ayuda y concesiones de toda suerte a cambio de apoyar y realizar “movilizaciones” en las calles contra el Parlamento y el Poder Judicial. Como suelen hacer en todas partes. Como han comenzado ahora a hacer en el Perú, contra el propio Alan García.
El ex obispo Lugo tiene hoy un obispo aún en ejercicio de sus funciones eclesiásticas como aliado político. Me refiero a Monseñor Mario Melanio Medina, el extrovertido y sensacionalista obispo de Misiones, que -lanzado hoy a la política y al populismo- llama a sus fieles a la “movilización” para “destituir” a los miembros del Congreso. Fuera de la ley, por cierto. Pero para él la ley es un detalla. Un instrumento de “opresión”, más bien. La Conferencia Episcopal del Paraguay salió a cruzarlo, presurosa, defendiendo -en cambio- la institucionalidad y la democracia. Abiertamente. Para marcar distancia. Con toda razón. Lo de Medina es repulsivo.
La propuesta de Lugo, aún tibia, es algo así como ponerle dinamita en los cimientos a las instituciones de la Constitución. Pero no encender la mecha. Aunque pueda predecirse que si el resultado del eventual referéndum la enciende, las cosas se van a acelerar en dirección contraria a la de la República, seguramente.
La oposición reaccionó, furibunda, ante la iniciativa echada a andar por Lugo y los suyos. Le achaca a Lugo haber construido una alianza frágil, inorgánica, desordenada. Y, para peor, de haberla destruido él mismo, al comenzar a gobernar. Como si la unidad no fuera esencial en las fuerzas que gobiernan circunstancialmente a un país.
Y es efectivamente así. Lugo no tiene aliados políticos de magnitud. Los ha ido tirando, uno a uno, por la borda. Confiando en el “magnetismo” de su comunicación con el pueblo, que aún existe, más allá de haber ocultado la verdad respecto de sus costumbres “familiares” al tiempo de las elecciones que lo llevaran al poder.
No es extraño que, en el depresivo ambiente antes descrito, alguno sugiera imitar a la Argentina y crear (también en Paraguay) un impuesto a la exportación de soja, el “yuyo” de la Sra. de Kirchner. Entre ellos, el Ministro de Agricultura, Enzo Cardozo. Los productores, obviamente, en pie de guerra. Saben bien como se destrozó al sector rural en la Argentina. Y no quieren seguir ese camino. Con toda razón.
Los diarios de Asunción ya se preguntan si no se estará realmente a las puertas de un nuevo “golpe de estado”. Esta vez no de los militares, sino de quienes están en torno a Lugo, contra la Constitución. Una suerte de nuevo “fujimorazo”, que puede conducir a una deriva autoritaria más de las muchas que ya hay en la región.
Por esto los llamados a “juicio político” contra Lugo crecen en número e intensidad. Y los motivos están a la vista. Si no se lo destituye, explican algunos, él destituirá a la Constitución. Paso a paso. Y puede ser efectivamente así.
Para entonces terminar nuevamente en el autoritarismo, como en tiempos de José Félix Etigarribia, que disolviera el Congreso en 1940 abriendo un período totalitario de medio siglo, pero ahora dentro del “eje bolivariano”, el motor de la conocida “deriva autoritaria” regional.
Las realidades en Paraguay son duras. En medio de las amenazas de Lugo, la tercera parte del Congreso está “de viaje”, fuera del país. Entre ellos, un abogado, un militar y un comerciante que dicen estar asistiendo (con viáticos del orden de los mil dólares diarios, en algunos casos) a un “Congreso de Cardiopatía Congénita”, presuntamente para obtener allí financiamiento para poder construir un hospital cardiopático en Paraguay. El Congreso médico, curiosamente, sesiona en las Islas Canarias, con las playas a la vista. Otros legisladores están en Marruecos, Miami, o en Jerusalén, disfrutando presumiblemente.
Incertidumbre, irresponsabilidad, opacidad y, de pronto, oscuros nubarrones sobre el horizonte. El presente es sólo inacción. Parálisis. Postergación. Desencuentros. De allí que esté creciendo la impaciencia con un Lugo que aún no ha demostrado siquiera que es idóneo para el cargo que ahora ocupa.
Por esto cabe recordar lo de un ilustre autor paraguayo, Teodosio González, que nos decía, hace muchos años, sobre su propia sociedad: “En teniendo dinero o poder, el ladronazgo de ayer es al día siguiente un eminente estadista o preclaro financista; el peor nacido es un gentleman de nacimiento; y cualquier buscavida de atrio es un conductor de pueblos o caudillo de raza. La sanción moral puede decirse que no existe. En el Paraguay no hay cadáveres políticos, comerciales ni morales. De donde pesa sobre el país el proverbio lapidario de que “en el Paraguay no se pierde ni se gana reputación”.
A lo que, más recientemente Miguel Angel Pangrazio Ciancio, otro conocido autor e historiador paraguayo agregara, con justeza: “La falta de responsabilidad y la pasión de abusar del poder promueven a los mediocres a anular a los mejores”.
Al leer esas sabias palabras uno, desde la Argentina, no puede dejar de pensar en nuestro propio escenario. Y da pena. Profunda.
Ocurre que algunos de nuestros políticos parecen, cada vez más, salidos de la selva política guaraní. Feo, pero cierto. El poder corrompe tanto en el trópico, como en las pampas y en los hielos, según queda visto. En todas partes.
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