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Sabor a poco
por Patricio Navia
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Después de seis horas de reuniones, la comunidad de América del Sur concordó una declaración de respaldo a Evo Morales y a la democracia boliviana que bien podría haberse emitido sin necesidad de una cumbre especial de los presidentes de América del Sur.
La convocatoria realizada por la presidente pro-tempore de Unasur, Michelle Bachelet, generó altas expectativas. Ya que todos los presidentes de la comunidad de América del Sur, con la excepción del mandatario peruano Alan García, respondieron al urgente llamado de Bachelet, se esperaba una declaración mucho más fuerte y significativa. La extensa reunión generó expectativas adicionales sobre la declaración cuyo borrador se había redactado el fin de semana. Pero cuando la presidenta chilena leyó los 9 puntos de la declaración oficial, hubo una cierta decepción. Los presidentes de Sudamérica no ofrecían ninguna propuesta nueva ni idea que permitiera avanzar en la búsqueda de una solución permanente y definitiva al conflicto político que tiene paralizado al país.
La profunda crisis de gobernabilidad que amenaza la integridad territorial de Bolivia y la estabilidad de su frágil democracia ha despertado comprensible preocupación dentro del país y entre los vecinos sudamericanos.
La polarización evidente de las posturas defendidas por el gobierno nacional de La Paz y por los prefectos de las provincias rebeldes aumentó en semanas recientes, después que el presidente Evo Morales ganara ampliamente el referéndum revocatorio y la mayoría de los prefectos de oposición también recibiera un sólido respaldo en sus provincias. Las posturas se han hecho cada vez más irreconciliables y las instancias de diálogo son cada día menos efectivas. Bolivia parece avanzar inevitablemente hacia un estado de enfrentamiento que difícilmente se podrá solucionar con los llamados al diálogo que ya fracasaron en el pasado.
Por eso, la declaración de los países de Unasur que repite los ya desoídos llamados al diálogo y las declaraciones a favor de la democracia y la unidad territorial difícilmente abrirá el camino para una solución a la crisis. Los presidentes sudamericanos cuidadosamente redactaron una declaración que evitó referirse al tema de fondo: la incapacidad de los polarizados sectores políticos bolivianos para sentarse a negociar un acuerdo satisfactorio para todos que permita al país romper este complejo y paralizante empate político. Si bien el Presidente Morales cuenta con un apoyo mayoritario en el país, los prefectos de las provincias rebeldes también cuentan con apoyo mayoritario de sus electorados. A menos que ambos demuestren voluntad para ceder en sus posturas, difícilmente estos llamados al diálogo producirán algún efecto.
Los presidentes sudamericanos insistieron en un punto en el que todos parecen concordar fuera de Bolivia, pero no dentro del país. Sudamérica no aceptará el quiebre territorial de Bolivia. Pero ya que no poseen herramientas para forzar un diálogo fructífero, la declaración de los presidentes sudamericanos simplemente parece subrayar el estado de profundo estancamiento del conflicto. Ninguna de las partes tiene suficiente fuerza para imponer su voluntad. Pero todas las partes sí poseen suficiente fuerza y espacio político para mantenerse en sus posturas actuales sin necesidad de sentarse a negociar.
Así, podemos esperar que el conflicto boliviano se prolongue en el tiempo sin ganadores evidentes, pero con perdedores claros. Mientras el país siga sumido en este conflicto, los problemas de pobreza extendida, de falta de oportunidades y de insuficiente desarrollo económico seguirán caracterizando al más pobre de todos los países de Sudamérica. Y los llamados al diálogo se seguirán acumulando sin que las partes involucradas dentro de Bolivia demuestren voluntad para sentarse a negociar una solución definitiva y permanente al conflicto.
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