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Nada nuevo en el horizonte
por Alberto Medina Méndez
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El conflicto docente en Corrientes, puede ser analizado desde diferentes visiones. Está claro que el derecho de huelga es parte de la Constitución Nacional. Pero también están previstos otros derechos como el de enseñar y aprender. Ahora, independientemente de la letra muerta de la Carta Magna, existen cuestiones que merecen ser repasadas.
No se trata de cuestionar la legitimidad de los reclamos. No porque no puedan ser discutidos, sino porque conforman el mundo de la subjetividad, y según el ámbito en el que cada uno ejerza su actividad, puede tener miradas contrapuestas sobre el asunto.
Queda claro que la creatividad a la hora de ejercitar los reclamos no es el aspecto mas destacable de una dirigencia gremial que se repite con métodos demasiado obvios, desgastando el instrumento, y reiterando los mismos argumentos de siempre.
También resulta evidente que este estilo de reclamo, mas que ampararse en el derecho a huelga, se sostiene sobre la base de una estabilidad del empleado público que los convierte casi en intocables trabajadores. Sería difícil imaginar estas mismas conductas en el sector privado, lo que genera una distorsión de derechos entre unos y otros.
Y habrá que decir además que cierta aura de superioridad por quienes ejercen la noble tarea docente sobrevuela el contexto, colocando a la actividad educativa en un extraño pedestal desde el cual parecen ser poseedores de algún privilegio social adicional respecto al resto de las profesiones y oficios, y por lo tanto con mas derecho al reclamo.
No vale la pena ingresar al oscuro mundo de personalizar los conflictos. Prescindiendo de los actores políticos circunstanciales del momento, habrá que recordar que esta dinámica lleva décadas operando, con los mismos o parecidos argumentos, independientemente de los colores partidarios del gobierno de turno.
Este conflicto docente pone de manifiesto, una vez más, el perverso esquema sobre el que descansa el debate. Se trata de un sistema de nunca acabar, en el que siempre será cuestionable el nivel salarial actual, y por lo tanto objeto de críticas y planteos, que culminen, irremediablemente, en las nunca mejor llamadas, medidas de fuerza.
Se trata de una confrontación de fuerzas monopólicas. El Estado como empleador y principal ejecutor del sistema educativo y el sector gremial, que más allá de su diversificación sindical, se comporta como un monopolio de las fuerzas del trabajo.
Un tironeo infinito en el que ambos sectores se comportan unilateralmente, para recitar la fórmula políticamente correcta del DIALOGO, para en definitiva ver quien estira mas, quien maneja mejor los tiempos, el humor social, y la tolerancia ciudadana.
Se trata de una puja lineal, en la que la víctima SIEMPRE es un tercero, los padres y los alumnos que se privan de las clases, o que cuando las tienen reciben una educación en decadencia, o los ciudadanos en general, esos que pagan los “justos reclamos” del sector, con mas impuestos, endeudamiento o emisión, únicas fuentes de ingresos conocidas de las que se nutre el Estado.
Se discute la cuestión salarial, como si el que terminara pagando esos salarios fuera un marciano. El ciudadano de a pie, y no otro es el que termina pagando este sistema educativo. Tal vez haya que sincerar el debate, decir las cosas como son, y fundamentalmente animarse a discutir el conjunto de temas y no solo un aspecto.
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Porque mientras se habla de cuestiones remunerativas, está claro que el problema del sistema educativo no es solo un tema de salarios, y que el resto de los aspectos siempre quedan para nunca.
Existen docentes de extraordinario nivel, preparación y dedicación. Probablemente no se trate de los más. Y existen de los otros, los despreocupados, los que poco hacen por evolucionar en la profesión, los que se han quedado en el tiempo, y ejercen la actividad con metodologías ya superadas, frente a alumnos que manejan herramientas que ellos desconocen, ignoran y atacan por no involucrarse en un proceso irreversible, ese que imponen las nuevas tecnologías.
En ese contexto se siguen planteando aumentos generales, lineales, que no premian a los mejores, sino que castigan a los que se esfuerzan pagándoles de igual modo que a los que no hacen demasiado por ser mejores.
Habrá que animarse a revisar el debate, sin tanta hipersensibilidad, sin ofenderse tanto, porque después de todo, los ciudadanos, los que pagamos el servicio educativo, tenemos derecho a hacerlo, sin que nadie se sienta ofendido. Aunque, en realidad, esas mismas fuerzas monopólicas que se describieron antes, son el principal motivo para ser algo escépticos al respecto. El Estado, en todas sus formas y los sectores sindicales siguen apostando a un esquema eternizado. La discusión salarial parece serlo todo y el resto parece importar poco. En definitiva, nada nuevo en el horizonte.
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© Alberto Medina Méndez (Existe otro camino) para Informe Uruguay
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