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Materia prima siempre existe…
por Fernando Pintos
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Los ecos del reciente Mundial de Fútbol de Sudáfrica están todavía frescos y pienso que la alegría por el buen desempeño del combinado celeste permanece, y seguirá haciéndolo por un tiempo bastante largo. No es para menos, Desde el Vicecampeonato en aquel recordado Mundial Juvenil de Malasia (1997), los uruguayos no disfrutaban de una alegría similar. Pero, ¡por supuesto!, es mucho más importante la consagración en un Mundial de Selecciones Mayores que en uno para juveniles. A este logro resaltable del año 2010, que depositó a la Selección Uruguaya en el lugar número seis del Ranking FIFA, debe agregarse el muy buen desempeño de equipos uruguayos en copas internacionales del año 2009. De alguna manera, todo eso suma y al mismo tiempo demuestra que, a pesar de todos los pesares —y de todos los Pacos—, el fútbol de Uruguay no está ni hundido, ni muerto, ni enterrado. Con tres millones y medio de habitantes, una economía deprimida ya por una década casi completa y llamativa escasez de recursos, el fútbol de este país se colocó entre los cuatro mejores del planeta. Los cuatro únicos equipos que jugaron los siete partidos que como máximo se disputan en un Mundial… Y compartió, ese sitial de privilegio, con tres potencias económicas europeas de primer nivel: Alemania (85 millones de habitantes y US$41.000 per cápita anuales), España (50 millones de habitantes y US$35.000 per cápita anuales) y Holanda.(17 millones de habitantes y US$43.000 per cápita anuales). Como puede verse con claridad, ni una población populosa, ni una economía de primer orden, ni un ingreso per cápita de primer nivel —y todo ello aunado— aseguran resultados deportivos. La calidad humana también juega un papel importante. Y al menos de eso, sí tenemos.
Los males pandémicos y endémicos que apestan y deprimen el fútbol uruguayo, de un cuarto de siglo a esta parte, son harto conocidos por todos quienes en este país tienen cuando menos dos dedos de frente. Tenemos equipos grandes que prefieren camuflarse contratando unas «figuras» que más bien suelen resultar figurones y ser, para colmo, casi todas unas rémoras o despojos de tiempos pasados y mejores… Y pongo, como ejemplo emblemático de ello, la reciente contratación por parte de Nacional del argentino Marcelo Gallardo: un jugador veterano que adolece de varias lesiones recientes, que ha tenido escasa actividad en los últimos dos años y al cual —según lo que informan los medios más creíbles— no lo quieren ningún equipo importante de Argentina, salvo alguno que otro en divisionales de ascenso. Que un club grande uruguayo contrete a un jugador en tales condiciones, que se le pague un platal sólo por ponerse la camiseta, que haya que esperarlo cuando menos un par de meses para ver si se pone en condiciones de jugar algún que otro partido, y que para colmo algunos dirigentes y unos cuantos periodistas se lancen a propalar que «es uno de los pases más importantes en la historia del fútbol uruguayo»… Llora sangre.
Señalé el ejemplo de Nacional por flagrante, pero se pueden ver cosas parecidas no sólo en el otro grande del Fútbol Uruguayo, sino también en equipos como Cerro, Racing, Rampla Juniors o Liverpool, por no mencionar los casos de Danubio y Defensor. La regla general para los clubes de este fútbol nuestro de cada día —siempre y cuando no se les ocurra a la AUF, a los dirigentes, a los árbitros y a la Mutual interrumpirlo con los pretextos más extemporáneos— es la inestabilidad. Jamás repetir, en un Apertura o un Clausura, el plantel que jugó el campeonato del semestre anterior. Esperar, hasta el último segundo del período de pases en Europa, para ver qué jugador venden, qué otro prestan, y cuáles más se les escapan por la ventana de atrás… Y esperar, a ese mismo momento, para ver qué náufragos del mercado internacional de pases se les acercan para pedir posada por seis meses e ir parando la olla, mientras recomponen la estrategia que les permita alcanzar el tan anhelado pase al Exterior… De esa perversa manera, los clubes uruguayos se arman con desperdicios, con saldos y retazos. Podrían clasificar para una copa internacional, en base a un desempeño más o menos destacado, pero cuando les toque disputarla, llegarán de seguro a ella convenientemente desarmados, desvencijados y desvirtuados. Y a pesar de algunos desempeños más o menos decorosos, casi todas esas participaciones internacionales terminarán, fatalmente, con el bíblico chirriar de dientes.
Lo que falta en este fútbol tan depreciado es que la gente que lo dirige, pero ante todo aquélla otra que lo juega, esté más ubicada. Que se aprecie lo que aquí buenamente se puede dar y que se deje por un lado esa locura desenfrenada por ir corriendo hacia cualquier club foráneo, la mayoría de las veces para fracasar, para comer banca y para quedar estrellados en tierra ajena, sólo a cambio de unos cuantos dólares más… Y que junto con ello, se terminen los negocios turbios de los dirigentes. Que amainen en su pasión monetaria todos esos periodistas que viven inflando jugadores por decreto de ciertos contratistas a los que, por regla general, suelen hacerles mandados… Y que se ponga coto al saqueo desenfrenado e irrestricto de los «empresarios», los «grupos empresariales» y todo ese malón agrupado bajo la confusa denominación de «contratistas» o «representantes». ¿Acaso a nadie se le mueve siquiera un pelo, en este país, cuando se entera de que los derechos de imagen del Fútbol Uruguayo no le pertenecen a la AUF, sino a esa turbia mafia de Paco Casal que se escuda bajo la denominación genérica de «Tenfield»?… Si se hiciera como digo, el fútbol de este país mejoraría mucho. El desempeño de la Celeste en el reciente Mundial, lo demuestra con creces. Porque, tal y como lo dije en el principio de este artículo: materia prima siempre hay ente nosotros. Y de la buena.
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© Fernando Pintos para Informe Uruguay
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