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Año V Nro. 286 - Uruguay,  16 de mayo del 2008   
 

Visión Marítima

historia paralela

 

2012

 
Fernando Pintos

Algunas veces vale la pena sonreír
por Fernando Pintos

 
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          Está comprobado que la risa tiene efectos benéficos sobre el organismo y la psique. Por cuanto me corresponde, suelo aconsejar a mis conocidos que intenten una terapia basada en risas y sonrisas que se reiteren cada noche, antes del sueño, por cuando menos una hora. Veamos cómo deberían transcurrir las dos últimas horas antes del sueño: un baño tibio, silencio, despreocupación, relax, una taza con alguna bebida caliente… Y una hora completa, cuando menos, disfrutando de alguna buena comedia en la pantalla chica. ¿Qué los ojos duelen? En tal caso correspondería descansarlos, mientras se escuchan con atención los chistes de Gila, Les Lutiers o quien mejor parezca.

          Es por eso que ahora les voy a proporcionar unos toques de humor. Salven en el disco duro aquello que más les ayude a reír, o sonreír, para en cualquier momento del día recordarlo y reírse de buena gana, sin que importe en dónde puedan estar, ni con quién. Veamos, entonces:

Una cuestión de lógica.
Un niño ha sido golpeado por la vecina y la madre, furiosa, corre a pedir explicaciones:
—¿Se puede saber por qué le pegó a mi hijo?
—Por maleducado. ¡Imagínese que me llamó gorda!
—¿Y usted piensa que pegándole al niño podrá adelgazar?

Escena en una oficina árabe.
—¿Su nombre?
— Abu Abdalah Sarafi…
—¿Sexo?
—Veamos… Unas cuatro veces por semana.
—¡No! ¡No! ¿Hombre o mujer?
—Bueno: hombre… Mujer… Y algunas veces, también camello…

 Partición de bienes conyugales.
Dos amigos se reencuentran después de muchos años. Uno de ellos relata lo siguiente:
—Me casé, me divorcié y ya hicimos la repartición de los bienes.
—¿Y los niños?
—El juez decidió que se quedaran con quien más bienes recibió en el reparto.
—Entonces, ¿se quedarán con la madre?
—No: se van a quedar con nuestro abogado.

Por una emergencia

El electricista irrumpe en la sala de Unidad de Tratamientos Intensivos de un hospital, mira a todos los pacientes que aparecen conectados a diversos tipos de aparatos, y les dice:
—Amigos, respiren todos profundo: ahora voy a cambiar un fusible...

Innecesaria confesión.
Aquel condenado a muerte estaba aguardando la hora de su ejecución, cuando llega un cura a confesarlo:
—Hijo mío, aquí traigo la palabra de Dios para ti.
—Pierde el tiempo padre. Dentro de un rato voy a estar charlando con Él personalmente. ¿Se le ofrece algún encargo?

Cosas que suceden en los velorios.
Aquel tipo acababa de morir.
El religioso que presidía la ceremonia fúnebre se estaba esmerando de lo lindo con todos esos elogios que son de rigor:
—Queridos amigos. Hemos perdido a un ser maravilloso. ¡Un miembro destacado de esta comunidad! Un hombre que supo ser un marido fiel y amoroso. Un padre ejemplar, ¡un excelente cristiano!…
La viuda voltea hacia uno de sus hijos y, con disimulo, le murmura al oído:
—Te me vas ahora mismo hasta ese ataúd y te asegurás bien que sea en realidad tu padre el tipo que metieron ahí dentro…

Una cuestión de parentesco.
Un burro se va a morir justo enfrente de una iglesia. Transcurre una semana y el pobre animal sigue tirado en el mismo lugar. Entonces, el párroco se decide y llama al Prefecto.
—Señor Prefecto. ¡Tengo un burro muerto hace una semana, justo en el frente de la iglesia!
El Prefecto, quien es uno de esos comunistoides que por ahí a veces abundan —y siempre sobran—, le contesta:
—Pero, dígame padre: ¿acaso no es el Señor quien tiene la obligación de cuidar de los muertos?
—En efecto. Así es… ¡Pero también es parte de mi obligación avisar a los parientes!

El genio en el desierto.
Un árabe caminaba por el desierto, cuando se encontró una lámpara que aparentaba ser maravillosa, igual que la de Aladino.
Entonces, la abrió y, ¡sorpresa! ¡Se le apareció un genio!
—¡Hola! Soy un genio de un solo deseo, y ahora estoy a tus órdenes.
—Caramba… ¿Qué podría pedir?… ¡Ya sé! ¡Quiero que de una vez por todas reine la paz en Oriente Medio! Fíjese bien en este mapa… ¡Usted tiene que conseguir que estos países vivan en paz!
El genio estudia cuidadosamente el mapa, se rasca perplejo la cabeza y después dice:
— Pero amigo… ¡Ponga los pies sobre la tierra!  ¡Esos países se vienen haciendo la guerra desde hace cinco mil años! Y para decirle la verdad: yo seré un genio, y de los buenos, pero no tanto como para eso. Así que haga el favor de pedir cualquier otra cosa.
—¡Está bien! Sucede que yo nunca pude encontrar la mujer ideal. Usted ya sabe… Y ya que lo tengo a usted aquí, me gustaría una mujer con sentido del humor, que le guste el sexo y limpiar la casa. Que se dedique a lavar y planchar. Que cocine maravillosamente. Que no sea chismosa. Que le guste el fútbol. Que sepa apreciar una cerveza helada. Y también que sea fiel, gustosa, bonita, joven, cariñosa… ¡Y que le importe un rábano que yo no tenga dinero ni donde caerme muerto!
El genio se queda un minuto serio, mientras lo observa fijamente. Después, suspira de manera aparatosa y, con un gesto fatalista de resignación, le contesta:
—Está bien… ¡Veamos ese maldito mapa una vez más!

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