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La Ministro y el Jefe
por Jaime Mario Trobo
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La Ministro del Interior, vaya a saber por qué designio, se abrazó a la suerte de un Jefe de Policía. Y no porque ese jerarca tenga la necesidad de que así fuera, sino por impericia, mal aconsejada y seguramente lejos del aplomo que le da su experiencia y con el cual resolvió tantas situaciones en su ya extensa vida política, ha elegido este caso como su “casus bellis”.
La situación de inseguridad es innegable, lo expresa la población, lo denuncian las encuestas que a esta altura solo pueden compararse con las realizadas en el actual periodo de gobierno pues los números claves han aumentado notoriamente respecto de los de otras administraciones. Hay en el sentimiento de la población, especialmente en la de menores recursos, la convicción que la seguridad de los ciudadanos y sus familias solo depende de las rejas que pongan, los perros que tengan, las armas que escondan en sus casas o la acción de la providencia. Esta realidad es incontrastable y más allá de las discusiones sobre sensación o realidad, cuando los ciudadanos tienen temor de lo que les pueda ocurrir, ese estado de ánimo es “inseguridad”.
Ahora bien, tiene la culpa Daysi Tourne?
Seguramente no en exclusividad, quizás ella deba cargar con la menor cuantía de la responsabilidad. Hay una visión histórica de la izquierda, que se puso de manifiesto en el discurso y las medidas que condujo el primer Ministro del Interior de la actual administración José Díaz. El se encargo de trasmitir hacia la ciudadanía que ella era la principal responsable de su inseguridad, la procesadora en la que se diseñaban los delitos y los delincuentes, justificados por la sociedad capitalista y sus miserias. El mismo agente derramo sobre la opinión pública la desconfianza en la fuerza policial, su pecaminosa imagen vinculada a las peores miserias de la dictadura. Y como si fuera poco alentó irresponsablemente un proceso de desestructuracion del funcionamiento del instituto, que afecto severamente la verticalidad imprescindible para su adecuado funcionamiento.
Estas cuestiones, con cuya responsabilidad debe cargar toda la izquierda, generó en primer lugar que los ciudadanos, frente a la acusación de responsabilidad por la existencia de delitos, mutaran desde la actitud de quien aspira a que las instituciones funcionen para garantizar sus derechos, a la actitud de quienes tienen que valerse por sí mismos para lograrlo. En segundo término que si alguien confiaba en la policía, lo dejara de hacer pues este instituto padecía de taras que le impedían actuar democráticamente, respetando el estado de derecho que ellos mismos deben garantizar; y en tercer lugar que uno de los elementos de garantía del funcionamiento de un cuerpo policial, de tan digna tarea, la verticalidad y el mando fueran sometidos a la crítica, la duda e inclusive el desprecio.
Este estado de cosas ha contribuido notablemente al cuadro de inseguridad, precariedad de la gestión y dudas sobre su legitimidad, del Ministerio del Interior y ha afectado severamente el desarrollo de los buenos propósitos que no dudo animen a la Sra., Ministro. No la agravio pensando que quiere vivir en una sociedad insegura, constato que la ideología que profesa y las lógicas que la dominan, la herencia de fobias que comparte con sus compañeros de la izquierda, le han tendido una trampa justo en el momento que debió hacerse cargo de la gestión.
Y en esta realidad, con nuevos instrumentos en práctica como el Comisionado Parlamentario, que fueron creados desde la convicción compartida de todas las fuerzas políticas, para atender con independencia y promover su solución los problemas en muchos casos congénitos del sistema carcelario, ha tenido que lidiar con la tensión natural entre el carcelero y el encarcelado. El día que después de innumerables ocasiones en las que esa tensión se manifestó, un jerarca carcelario se molestó y acudiendo a prácticas inaceptables para un individuo jerarquizado, la Ministro optó por recluirse en su despacho, alentó irresponsablemente la vocinglería, y respaldó tácitamente en una inconducente confrontación, a quien por su jerarquía, ubicación y dependencia debió ser corregido.
Tuvo la mejor ocasión para salir del embrollo con actitud de mando, respeto institucional y vocación de dialogo, no lo hizo. Se adhirió a la soberbia y se alejó imprudentemente del estilo que corresponde a un gobernante tolerante.
Poco me importa que haya creado u ordenado crear un “power point” en el cual en galería incluyó una fotografía, que por cierto no es la única que tuvo a la vista para seleccionar, “acusándome” de lo que hace pocos días me reconoció, mi interés permanente en el tema de seguridad. Lo que me importa es que voló los puentes, ella misma se olvidó de las incontables instancias que con el propósito de hacer bien cabalmente lo que nos corresponde, le planteamos ideas, le acercamos opiniones, le sugerimos preocupaciones. Lo que me da pena es que tiró por la borda el capital del diálogo. En el mismo acto político en el que quizo sacudir las masas frenteamplistas atacándonos, anunció la construcción de una cárcel de alta seguridad, que será posible porque pondrá en práctica una idea de las tantas que le acercamos al Ministro Díaz y a Ella, la construcción de penales por concesión de obra pública.
El “casus bellis” que eligio Tourné fue el más inadecuado, ató su suerte a la de un subordinado, el que no se limitó a hacer, sino que se dedico a “decir” a los cuatro vientos lo que piensa y lo que siente y ello precisamente es lo grave; que siente que el Parlamento no sirve para nada.
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