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Año V Nro. 314 - Uruguay, 28 de noviembre del 2008   
 

Visión Marítima

historia paralela

 

Economía, la ciencia lúgubre
por Ariel Asuaga
Ingeniero Agrónomo

 
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         Se atribuye a los pronósticos de Malthus el que se calificara de lúgubre a la economía. Esta primera aproximación se basa en mis conocimientos limitados sobre el tema y las reflexiones correspondientes. Por lo tanto este trabajo carece del rigor del estudio. No obstante, de él es posible extraer aspectos que luego puedan ser profundizados, lo cual permita una mayor comprensión y una eventual refutación de lo que pienso.

         Mi primera noticia sobre él fue a través de mi madre quien me informó que Malthus decía que mientras la población crece en progresión geométrica, los alimentos lo hacen en progresión aritmética.

         Visto a lo lejos pienso que lo único que me llamó la atención de esta proposición fue la elegancia matemática de su enunciado. Ahora veo que esconde una falacia porque es imposible que Malthus dispusiera de estadísticas que pudieran fundamentarlo y además adolecía de un claro eurocentrismo.
¿Podía imaginar  cuál podría ser la contribución del Nuevo Mundo y Oceanía a la producción de alimentos?

         Busco en un diccionario alguna referencia sobre este hombre eminente y su cita textual es la que sigue: “Malthus (Tomás. Roberto), economista inglés, autor del Ensayo sobre el principio de la población, en el que, dado el aumento constante de población, aconseja la limitación de los matrimonios y nacimientos para evitar el empobrecimiento progresivo de las clases sociales pobres, producido por la escasez de los medios de subsistencia”

         Veo con agrado que el planteo del problema no se agota en un vaticinio apocalíptico sino que también propuso la solución: el control del crecimiento de la población.

         Casualmente leyendo una entrevista a Michel Rocard, quien fue  primer ministro de Francia, supe que Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus fueron economistas liberales, pero no proponían un mundo sin reglas.

         En otra lectura, cuya referencia ahora escapa a mi memoria, se le atribuye a Malthus la chispa que ayudó a Darwin a concebir el principio rector de la biología: la lucha por la vida. Efectivamente, mientras hay alimento las poblaciones se reproducen exponencialmente, hasta que el sustrato se vuelve limitante.

         Individuos de la misma especie y de especies diferentes luchan por los recursos vitales, propiciando el dominio de los más aptos, quienes a través de la reproducción aumentan la frecuencia de sus genes en la población, aspecto que llamamos adaptación.

         Se me ocurre una digresión referida a la estructura en cadena del conocimiento y la dificultad ética de su apropiación. Darwin debería de haber pagado un royalty a Malthus por cada libro vendido del Origen de las especies.

         Hechas estas puntualizaciones superficiales sobre Malthus y la más maravillosa consecuencia de su pensamiento sobre Darwin me propongo discutir un nuevo pujo del aspecto tenebroso de la profecía maltusiana.

         Hay en el mundo y también en Uruguay quienes piensan en un crecimiento inevitable de la población, una escasez estructural de alimentos y como consecuencia la necesidad imperiosa de poner en cultivo todo lugar de la tierra que sea cultivable.

         En este punto pierdo los buenos modales y lo único que se me ocurre es que estos planteos solamente pueden ser incluidos en tres categorías: ignorancia, estupidez e interés.

         La primera de ellas, aunque tiene carácter reversible,  en principio no se diferencia de la segunda que tiene carácter permanente.

         Analizando los aspectos de la ignorancia, de Malthus para adelante hemos sido testigos de dos refutaciones de la historia: si bien la población aumentó notablemente, los alimentos lo hicieron en mayor proporción, lo cual por si solo es insuficiente porque se conforma un círculo vicioso, pero también hemos asistido al control poblacional de las sociedades desarrolladas.

         No podía Malthus imaginar la feracidad y tamaño de las áreas que se incorporarían a la agricultura, ni  imaginar que matemáticos dedicados a la estadística iban a contribuir tanto al conocimiento de la genética cuantitativa, ni que al niño que a su muerte era Mendel, iba a incidir tanto en la comprensión del mejoramiento genético de las plantas y los animales y por ende del rendimiento de la producción.

         No podía prever el impacto del vigor híbrido ni tener noticia de las implicancias de los descubrimientos del joven contemporáneo Liebig con su Ley del mínimo y el desarrollo de la fertilización.

         Me parece a esta altura que es claro que Malthus advirtió con lucidez un problema y propuso su solución: lograr controlar el crecimiento de la población. No es posible creer que pretendiera darle un valor profético a su descubrimiento, dadas la enorme cantidad de aspectos que no podía saber ni prever.

         Sí podía prever que si el ajuste del crecimiento de la población no se realiza de manera racional, se hará de manera violenta, en términos darwinianos, mediante la guerra, el hambre y las enfermedades.

         Esta posibilidad permanece vigente porque la carrera de producir más comida sin controlar el crecimiento poblacional es una carrera perdida en términos agrícolas.

         La disyuntiva sobre qué camino ha de adoptar la humanidad lleva implícita una opinión acerca del ser humano.

         Si abordamos el problema desde el punto de vista de los intereses creados lo primero que me pregunto es cuál puede ser el interés de los neomalthusianos de centrar el asunto en el lado catastrófico, lo cual es una mera postergación y no una solución. Esta postergación lleva necesariamente a un abuso sobre los recursos naturales forzándolos hacia los límites de su agotamiento o degradación.

         Resulta necesario producir más comida, pero esa no es la clave de la resolución del problema. La clave está en la equidad y ahí es que entran a jugar los intereses. La clave es la equidad como señala Amartya Zen, Premio Nobel de 1998. Es la equidad la que va a propiciar el control de la natalidad como es la pobreza el factor contrario a su control.

         Paralelamente, es la equidad la que va a permitir la satisfacción de las necesidades reales disminuyendo la presión sobre los recursos naturales.

         Los neomalthusianos se abstienen de citar a este economista indio, experto en hambrunas y su relación con la disponibilidad de alimentos. Él descubrió que las hambrunas en  India podían no estar vinculadas con la disponibilidad de alimentos y si a la falta de recursos para comprarlos. Perogrullo debió reír satisfecho. Los neomalthusianos deben saber que paradójicamente no hay una relación directa entre falta de alimentos y hambre. Hay hambre en presencia de abundancia; el problema es que la cornucopia se vuelca con dinero y éste fluye mejor cuando hay escasez, real o creada.

         Este es el momento de ponernos a pensar en el sentido genuino del trabajo de los que trabajamos en agricultura. Ésta en el mundo capitalista se analiza en términos de márgenes netos y no de estómagos satisfechos.

         Posiblemente me señalen pragmáticamente que éste es el mundo en que vivimos y no nos vamos a poner de acuerdo porque no parece sensato que los locos estemos del lado racional y los cuerdos sean los que timbean los alimentos en los mercados de futuro.

         Me resulta demencial que luego de quemar fotosíntesis almacenada durante millones de años bajo forma de petróleo, al extremo de calentar la Tierra, pretendamos sustituirla por fotosíntesis actual del maíz que es comida. Creo que no dan las cuentas.

         Reitero que las soluciones de los neomalthusianos solamente postergan el problema. 

         Estas soluciones son de dos tipos: extender las fronteras agrícolas a todo lugar cultivable y aumentar la productividad.

         La primera de ellas es aterradora porque atenta contra el fundamento de la vida: la biodiversidad y la integridad de ciertos ecosistemas.

         Hay un principio ético que no nos permite asignar valor diferencial a las diversas formas de la vida. También hay un principio práctico: todas ellas cumplen un rol y de su interacción dependen los flujos de energía y nutrientes que hacen la vida sostenible.

         Parece suicida seguir arrasando ecosistemas diversos para sustituirlos por sistemas simples de especies bajo cultivo solamente por dinero.

         En cuanto al aumento de la productividad, puede ser viable o no. Su forma actual no lo es porque se logra agrediendo los recursos, contaminando, quemando petróleo de forma ineficiente, provocando erosiones edáfica  y genética, destruyendo ecosistemas imprescindibles.

         Cabe recordar que la vida no es frágil; ella se las ha arreglado para adecuar sus formas a través de la violencia de la evolución.  Lo que si parece frágil es la vida humana bajo las formas actuales de producción.

         Aunque las relaciones de poder me sean adversas estoy seguro de que hay mucha gente pensando parecido. Un paso mínimo, pero necesario es la divulgación de una manera diferente de actuar. Ésta ya tiene su himno y su poesía en Imagine de John Lennon, quien señalaba que podían considerarlo un soñador, pero que no era el único.

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