Conversaciones con Tabaré Vázquez
Semanario Brecha, Viernes 22 de agosto 2003
Carlos Liscano habló durante horas con Tabaré Vázquez y recogió esas charlas en un libro de próxima aparición.* Allí se evocan desde los recuerdos comunes de La Teja a las convicciones más arraigadas del dirigente político.
Qué sería lo más importante para Tabaré Vázquez si llega a presidente. No le pido que me hable del programa sino de una sola entre todas sus preocupaciones, algo para lo que va a trabajar con todas sus energías.
Rescatar a los niños que están viviendo en condiciones infrahumanas, comiendo de la basura, pidiendo en la calle, caminando indefectiblemente a la delincuencia. Eso es lo más importante que hay que hacer, la primera preocupación que yo tendría si fuera presidente. Y sé que eso puede provocar enfrentamientos aun con sectores de la izquierda... En la campaña electoral del 89 dije en un acto una cosa que siempre repito, y que quizás deba decir aún muchas veces más en el futuro: si soy intendente, entre tapar un pozo y darle de comer a un niño, le doy de comer a un niño.
No se salva a los niños con merenderos.
Vamos a entendernos, no tendría que haber ningún merendero, ninguno. Porque los padres tienen que poder darles de comer a los hijos con su trabajo. Pero una cosa es la teoría, lo que queremos, y otra ver, como lo veíamos en La Teja, a los niños comiendo de la basura o mendigando. Pero los merenderos no eran sólo para darles de comer, sino que estaban insertados dentro de un programa de asistencia, médica, psicológica. De asistencia al medio materno, a la familia del niño. Y ésa, que era la preocupación del intendente, también tiene que ser la primera preocupación de un gobierno nacional de izquierda, los niños.
La población más pobre, la más necesitada, la que menos puede defenderse, la más castigada, son los niños. Y ahí es donde está encerrada la riqueza humana, la riqueza del material genético, además de que de allí sale la que va a ser la sociedad del futuro. Creo que ahí es donde hay que trabajar con mayor ahínco.
Uruguay está en la ruina. ¿De dónde sale la plata para eso?
Uruguay destina 30 millones de dólares para contratar técnicos que trabajan en programas con nombres que son siglas que la gente ni entiende lo que significan ni para qué sirven. La mayoría son curros y se pueden eliminar. Supongamos que no eliminamos todos esos contratos de obra, digamos que sólo la mitad. Son 15 millones de dólares. Un periodista me preguntó: ¿pero qué hace usted con 15 millones? Le dije: con 15 millones por año le doy 500 por mes a mil familias, medio millón de dólares por mes, durante 30 meses. Eso no es poco, son treinta meses para vivir, para intentar vivir. Para salir de la marginación, de la depresión, y empezar a vivir. En Uruguay todavía hay recursos, hay plata como para atender a los niños, para que estén alimentados, para que vayan a la escuela, para que tengan asistencia médica, odontológica, y a la vez para preparar a los padres, para reinsertarlos en la sociedad, y que se hagan cargo de sus responsabilidades.
Parece que éstos no son planes fabulosos. No, claro, no son grandes obras de infraestructura nacional. Pero se está invirtiendo en el material humano, que es el futuro del Uruguay.
Sé que esto no es muy político, en el sentido tradicional del término, y por eso me criticaron... Pero es lo que pienso que se debe hacer, atender a los niños, a los más débiles de la sociedad.
¿Cómo se genera esperanza en una sociedad donde los obreros pasaron a ser desocupados o guardias de seguridad y las proletarias trabajan de sirvientas?
Si volvemos a La Teja, a las décadas del 40 y del 50, cuando yo me crié, con calles de tierra, zanjones, poco tránsito por Carlos María Ramírez, excepto en Humboldt porque pasaban los camiones para la ancap, para la aceitera... Pasaba un auto de una familia de clase media, media superior, y nos veía en la calle, en la esquina. Esa familia no tenía derecho a pensar que alguno de esos niños no fuera a llegar a convertirse en abogado, arquitecto, médico, bancario, empleado de comercio, que en aquella época era muy importante, o que alguno no fuera incluso a llegar a presidente. Cincuenta años después, hoy, pasa un coche con una familia de clase media, media superior, y ve un montón de niños jugando atrás de la cantera de la cancha de Progreso, y ahora sí tiene todo el derecho a pensar que ninguno de esos niños va a salir de la pobreza. Y que cada uno va a generar más pobreza en sus hijos, y que muchos van a terminar en la delincuencia, y que sería rarísimo que alguno saliera profesional universitario.
Ésta es la realidad de nuestros días. ¿Cuál es la diferencia? Que en aquella época existía la posibilidad de que un obrero, con su trabajo, con su sueldo, pudiera enviar a su hijo a la escuela, a la Universidad. ¿Cuál es la herramienta que hoy podría sacar a los niños de esa situación y proyectarlos a otros niveles? La educación. ¿Qué decían los viejos en los barrios? Yo no te puedo dejar nada. Lo que te puedo dejar es una educación. Y era lo único que te podían dejar, y era lo que tenías que agradecerles.
¿Cuál es la diferencia sustancial entre aquella época y ésta? Que entonces había trabajo, sí. Pero por sobre todo, lo que había era la posibilidad de educar a los niños, oportunidad que hoy no tienen. Entonces yo creo que lo que debemos hacer es generar esa oportunidad, darles educación. Ése es el gran desafío. Me parece que podemos, con el tiempo, brindarles educación, con un plan integrador, asumiendo que América del Sur no es algo homogéneo. Es heterogénea, y ésa es una riqueza inconmensurable, porque el mestizaje es el gran laboratorio genético de la humanidad. No podemos rehuir el desafío de elaborar un proyecto que rompa la dependencia. Lograr que en América del Sur con el tiempo se pueda vivir en condiciones diferentes depende de nosotros mismos.
Por momentos sus ideas no me suenan como de político de izquierda, sino como de cristiano. Contundentes, como suelen ser los cristianos de izquierda, pero sin la complejidad que exigen las ciencias sociales, la administración del Estado.
En el Partido Socialista hemos aprendido que tenemos que utilizar distintos tipos de herramientas para entender la realidad. Una de las herramientas es el marxismo. A veces hemos caído en la tentación de creer que el marxismo es la única herramienta que ayuda a interpretar adecuadamente la realidad. Pero yo creo que la vida nos enseña que también hay otras herramientas. Uno aprende en la Universidad de la República, pero también en el barrio. Hablando con la gente se aprende tanto o más que en la Universidad. Y una de las herramientas que ayudan a interpretar la realidad es la concepción cristiana. A mí me parece que un gobierno antes que nada, antes que de izquierda, de derecha, del medio, tiene que ser humano. Si un gobernante primero que nada es humano, va a correr mucho menos riesgo de separarse de la gente que si deja de lado ese aspecto.
Ningún presidente afirmaría no ser humano. O mejor, todo presidente dirá siempre que es muy humano.
Lo humano en un gobernante va desde la concepción política de lo que quiere hacer, a cómo lo hace, hasta cómo se expresa sobre la realidad. No es humano decir que el bienestar de una sociedad se mide por el número de coches cero quilómetro que se venden, o los litros de cocacola. No es humano decir que la desocupación es del 18,3 por ciento. No es humano decir que el déficit fiscal es un 4 por ciento del producto bruto. No es humano decir que el 47 por ciento de los niños uruguayos nace en hogares que están por debajo de la línea de pobreza. Nada de eso es humano como realidad, ni siquiera por la forma de decirlo. Pero tampoco es humano saberlo, hacer el diagnóstico, y no hacer nada para cambiarlo. No es humano decir que primero, antes que atender las necesidades de la gente, hay que mejorar los indicadores macroeconómicos, que las cuentas del Estado tienen que cerrar, que hay que disminuir el déficit fiscal, que hay que mejorar las cuentas del Estado, que hay que pagar... Eso hay que hacerlo, claro que hay que hacerlo. Hay que administrar bien, con responsabilidad y con honestidad los dineros públicos. Pero un gobernante no puede preocuparse más por eso que por interpretar esos números en función de la gente. Entonces, con tal de que las cuentas públicas den bien, matan de hambre a la gente.
El problema es que, al elaborar un presupuesto, hay que pensar en cuáles son las prioridades. Uno puede fijar como prioridad a la gente, o elegir hacerle el mandado a otros para que algunos parámetros numéricos estén en determinado valor. Y ahí está la diferencia. Sanguinetti, Lacalle y Batlle se han ocupado más de eso que de cómo vive la gente.
Está sentado en el suelo, con una rodilla entre las manos. Hay quienes advierten, Sanguinetti lo hace a cada rato, contra la ola de populismo en América Latina, que incluye a Tabaré Vázquez como uno de sus representantes.
Antes para insultarte te decían comunista, anarquista. Ahora te dicen populista. Creo que el populismo de que habla la derecha es la denominación moderna de la demagogia que ellos mismos aplicaron toda la vida y que nos ha llevado a la situación en que vivimos. Practicaron el populismo comprando votos, haciendo clientelismo con las chapas y los bloques que repartían antes de las elecciones, con la damajuana de vino el día de las elecciones, con la taba, con la tarjetita de recomendación para pedir un empleo, que era una forma de denigrar al pueblo. El manejo serio y responsable de los dineros para atender las necesidades de la gente nunca es populismo. Ellos quieren hacer aparecer como populismo el hecho de que uno se dedique a atender los problemas de la gente. El populismo es el manejo a piacere de los dineros del Estado y del aparato del Estado por parte de los gobernantes para mantenerse en el poder. ¡Eso es populismo, la demagogia es populismo!
La intelectualidad uruguaya ha estado históricamente en la izquierda. Pagó un altísimo precio durante la dictadura por negarse a colaborar: cárcel, exilio, desaparición y muerte. Aquel compromiso sigue vigente, pero hoy los intelectuales tienen desconfianza hacia los políticos.
Valoro mucho a los intelectuales. Tengo la impresión de que hay gente en el ámbito intelectual que quizá no comprende que lo que hago, lo que digo, lo que soy, no tiene dobleces, no tiene vueltas. Es así. Es sencillo, no es nada más que eso. No tengo ningún secreto. Siempre trabajé, en todos los sitios en que estuve hice todo lo que pude hacer, metí para adelante con toda mi alma. Si me comprometo le dedico tiempo, trabajo, estudio. Todos los días paso muchas horas en la noche estudiando para actuar en política. Hay gente que piensa que detrás de eso hay otro Tabaré Vázquez. No es así, no hay otro. Cuando le hablo a la gente le digo lo que tengo, no me guardo nada. A veces digo cosas que no les gustan a algunos, incluso a los de izquierda. Quizás hay gente que quiera ver detrás de eso otro individuo, pero no lo hay.
Su hermano Jorge, el "Perro" Vázquez, enfermero universitario, trabajaba en la enfermería del penal de Libertad. Uno iba a la enfermería y si estaba el Perro se sentía tranquilo, recibía como una garantía. Cosas difíciles de explicar que se trasmiten con la mirada, el gesto, la forma de poner el cuerpo.
Una vez estaba con mi hermana, esperando para entrar a la visita, y entra un cabo que me mira y mi hermana me dice: Éste no te va a dejar entrar. La revisación, la espera, el manoseo a los familiares era terrible. Estábamos allí sentados, esperando que nos llamaran para entregar la cédula para entrar, y el tipo me mira. Yo quería que ni me viera. De repente llama: Ochocientos. Llamaban por el número, mi hermano tenía ese número. Le doy la cédula, mi hermana también. Parecía que todo estaba en orden, aunque nunca se sabía... El tipo me mira y dice: Usted no puede entrar a la visita. ¿Por qué? Porque tiene el pelo por encima del cuello de la camisa. Yo no iba a protestar ni nada, porque quería ver a mi hermano. Pero le dije que no, que tenía el pelo corto. Nada, de ninguna manera. Entonces una mujer, que también estaba esperando para visitar a un familiar, me dice: Yo tengo una tijera en la cartera, si querés te corto el pelo. Bueno, dale, le digo. Entonces el tipo dice: De ninguna manera va a entrar, ni aunque se lo corte.
Eso fue no sé en qué año, a fines de los setenta o en los ochenta. En 1994, durante la campaña electoral, en el Interior, se acerca una mujer y me dice: ¿Te acordás de mí? Yo no me acordaba. Y me dice: Yo soy la que te iba a cortar el pelo cuando no te dejaron entrar a ver a tu hermano. Qué emoción volver a encontrarla. Nos dimos un abrazo.
Supongamos que Tabaré Vázquez llega a ser presidente. El pueblo, ¿va a sentir sin ninguna duda que tiene un gobierno de izquierda?
Será un gobierno de izquierda. Será un gobierno para cambiar. El pensamiento progresista y de izquierda es: analizar la realidad, hacer un diagnóstico y transformarla. La izquierda en el gobierno tiene que transformar la realidad para que la gente viva mejor, para que viva con mayor dignidad. No es haciendo mejor lo que se está haciendo ahora que vamos a transformar la realidad. La vamos a transformar cambiando las concepciones económicas, políticas, sociales y culturales que están llevando adelante estos gobiernos, los que tuvimos a lo largo del siglo pasado y lo que va de éste.
El poder aísla. Se puede estar todo el día rodeado de gente y a la vez aislado. ¿Se siente solo?
Sí, el poder aísla. Ser presidente del Encuentro Progresista-Frente Amplio aísla. Ser presidente de Progreso aísla. Ser intendente aísla. A veces uno queda solo, en las decisiones. Son momentos difíciles. Pero si yo dijera que me siento solo, sería la persona más ingrata del mundo. Porque aun en las situaciones más difíciles he tenido la compañía de mi familia, amigos, compañeros. Siempre los he tenido conmigo. Pero reconozco que igual hay momentos en que te sentís solo.
El camino da vueltas y vueltas y siempre acaba pasando por la plaza Lafone, El Arbolito, El Tobogán, El Vencedor, Progreso, por la antigua Federación del Vidrio, donde en 1973 se decidió la huelga general contra el golpe de Estado. Después de muchas horas, como al comienzo, me pregunto, ¿quién es Tabaré Vázquez?
Creo que soy, desde la infancia hasta hoy, un tipo que ha recorrido mucho, que está acostumbrado a hablar con la gente, que ha transitado por un camino muy estrecho en medicina entre la vida y la muerte, que ha tenido una familia estupenda, muchos amigos, mucho afecto. Que aprendió de la gente, desde gurí, con los muchachos del barrio, en la calle, cosas como jugar al "sevelé", como decíamos, en la esquina, a oscuritas para que no lo vieran.
Que estoy convencido de que todos los días podemos aprender algo de la gente. Eso me ha facilitado, entre otras cosas, poder desempeñar la presidencia del Frente, que no es fácil, que no ha sido una presidencia excelente, pero ha mantenido a la fuerza política unida en instancias difíciles. Porque la hemos mantenido unida cuando nos ha ido bien, pero también la hemos mantenido unida en la derrota.
Para aquel muchachito Tabaré Vázquez de allá de La Teja y el hombre que un día sería intendente, y luego candidato a la Presidencia, y que llegó a grado cinco en la Universidad, todo está relacionado. Es un proceso mental que te va preparando, una larga salida de La Teja, de aquel sitio allá en el barrio a la medicina, al mundo académico, a la docencia, a la investigación y la política.
Tengo tres hijos biológicos y uno espiritual. Mañana va a nacer el noveno nieto, por cesárea, y además viene otro en viaje. Van a ser diez.
Siempre he trabajado, y sigo haciéndolo. Me siento perteneciente a la clase trabajadora. A la clase de los obreros, de los jubilados, de los jóvenes que quieren trabajar y no encuentran trabajo, de los pensadores, de las mujeres y hombres de la religión que trabajan con la gente, de los educadores, de los empresarios y los productores del campo. Pertenezco al mundo del trabajo y creo en la solidaridad. Ser solidario implica tener siempre presentes a los demás. Implica el trabajo colectivo, las búsquedas comunes, pensando en los que ya vivieron y en los que vendrán. Eso es para mí solidaridad. Yo he aprendido que la vida es eso, y he tratado de vivirla así.
¿A qué se debe la dureza con que es tratado por algunos políticos? Ignacio de Posadas llega hasta el insulto. Dijo ante las cámaras de televisión que Tabaré Vázquez es un ignorante.
No sé por qué dicen que soy ignorante. Creo que les gusta decirlo. Soy médico, especialista en oncología. Desde 1987 profesor grado cinco de la Facultad de Medicina votado por los tres órdenes, estudiantil, docente y egresados. Hice toda mi carrera por concurso. Me pregunto, ¿dónde dieron clase, en qué universidad, dónde son profesores algunos de quienes me critican así?
Yo, lo que creo, es que las acusaciones aquellas, las viejas, las nuevas, la campaña de difamación... Ahora reparten volantes anónimos contra mí... Todo eso es una persecución en regla. Eso les viene del odio. Y ese odio los va a destruir. No se puede vivir con tanto odio encima. Pero, mientras tanto, estoy convencido, están dispuestos a todo.
El grabador sigue girando. Graba el silencio. Para ver si no me he equivocado, cuando dice que están dispuestos a todo, ¿es a todo?
Sí, es a todo.
Esperemos que no.
Yo también espero que no, pero algunos sí están dispuestos.
Tiene miedo.
No. A eso no. Digo que están dispuestos a todo porque en algunas caras he visto dibujado el odio hacia mí en momentos de nervios. Lo vi claramente. Tengo miedo a otras cosas, pero no a situaciones... No, a eso no tengo miedo. Tengo miedo, siempre lo tuve, a ver un hijo enfermo. Sobre todo al principio de mi carrera, cuando veía niños muy enfermos, me asaltaba el miedo de que un hijo mío tuviera un tumor. Y agradecía al llegar a casa y encontrarlos bien y sanos. Tengo miedo en mi profesión, aun después de treinta y pico de años de médico, a equivocarme, y que por esa equivocación pueda dañar a un paciente. Tengo miedo a defraudar a la gente que me ha apoyado, miedo a defraudar a mis compañeros de la fuerza política. Cuando era intendente tenía miedo de no poder cumplir lo que la gente esperaba de mí. Estoy dispuesto a seguir adelante en el puesto de militancia que la fuerza política me diga. Si ese puesto es ser candidato a presidente, lo seré. Si tengo que ir a militar a un comité de base, también lo haré. No tengo miedo a lo que me pueda pasar. De ningún modo eso me inhibe para desarrollar la militancia donde me toque. A veces, como cualquiera, también tengo miedo a la muerte. Filosóficamente hablando. Miedo a la muerte mía, a la que me toca.
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