Primero de Noviembre en España
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por Graciela Vera
Periodista independiente
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En España, el Día de Todos los Santos se guarda como fiesta. Mañana, conmemoración de los Fieles Difuntos en el mundo cristiano, se recordará a quienes ya no están, pero hoy, primero de noviembre, a pesar del desenfado propio de una mal interpretada modernidad, los españoles conservan cierto recogimiento religioso.
Y cultivan tradiciones que ponen al descubierto su idiosincrasia: el primer día del penúltimo mes del año en España se leen los versos del “Don Juan Tenorio”.
Desde tempranas horas de la mañana, las emisoras radiales y algunos flash televisivos nos vienen deleitando con pasajes del inmortal drama romántico de Zorrilla. En muchos lugares las carteleras teatrales anuncian para la fecha la puesta en escena de “El Tenorio” y en los hogares más tradicionales no se duda en hacer un espacio a la lectura, desempolvar viejos libros y dar vida a ese personaje tan peculiar: caballero, amante y aventurero, valiente y hasta un tanto sinvergüenza pero tan actual como cuando la obra se estrenó en el Madrid de 1884.
Pocas personas sensibles y amantes de la literatura no habrán, alguna vez, recitado o al menos oído y emocionado con la escena del sofá:
“No es verdad ángel de amor,
que en esta apartado orilla
más clara la luna brilla
y se respira mejor?”
o con la dulzura de doña Inés:
callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
…….
…….
…….
¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.
Dicen que la curiosidad no es buena cosa y hasta existe un refrán que asegura que “por curioso murió el gato”; no obstante yo os pregunto ¿cómo se logra conocer la historia y el costumbrismo de un pueblo sin que prime la curiosidad.
Y por si este argumento pudiera ser rebatido digo: ¿cómo puede negarse a una mujer el derecho a ser curiosa?
Satisfaciendo esa curiosidad tan propia, se me dijo que en España, quizás porque en oportunidad tan solemne, la obra de Zorrilla, con escenas tan puntuales como la del cementerio y la de las apariciones, aportaba la formalidad y la gravedad requerida en la fecha, los clérigos aceptaron su exhibición y entonces se arraigó en el pueblo la costumbre de que en este día, además de visitar cementerios había que asistir al teatro para ver a “Don Juan Tenorio”.
Y quién no podía ir al teatro lo oía por radio, y acompañaba con la lectura las voces de los artistas.
….
Aprovéchate con tiento,
porque el plazo va a expirar
y las campanas doblando
por ti están, y están cavando
la fosa en que te han de echar.
….
¿Con que por mi doblan?
…
Si.
…
¿Y esos cantos funerales?
…
Los salmos penitenciales
que están cantando por ti.
….
¿Y aquel entierro que pasa?
…
Es el tuyo.
España nos legó su idioma a más de trescientos millones de hispanoparlantes.
¡Cuánta musicalidad en sus sonidos!
Zorrilla nos legó su genio en un drama imperecedero.
¡Cuánta creatividad en el poema!
Dulce Muerte, ven a mi.
Mañana a los sevillanos
aterrará el ver que a manos
de mis víctimas caí.
Eso es lo que merecí
y aunque Dios por mi ventura
de tal pena me asegura
su poder acatarán
los que sepan que don Juan
halló aquí su sepultura.
Supremo y clemente Dios
cuya infinita piedad
nos abre la eternidad
para adornarnos en vos
al ir a tus pies los dos
quede al cristiano notorio
que pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia
es el Dios de la clemencia
el Dios de Don Juan Tenorio.
Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Otelo y Desdémona, don Juan y doña Inés…
Irlanda, Verona, Venecia, Sevilla…
¿Similitudes?
¿Es esto lo que hace perdurar la tradición?
Pues bienvenida sea en las costumbres españolas, ésta de todos los primero de noviembre.
Deleitarse con la escena del sofá, sería ya razón más que suficiente para poder exigir que no exista un día especial para que los medios de comunicación nos acerquen la lectura fragmentada de esta obra maestra de las letras españolas, que si bien su originalidad se diluye en sus dos antecesoras, los Don Juan, de Moliérè y de Tirso de Molina, no pierde ni mérito ni brillantez.
Lamentablemente la cultura no es económicamente redituable en los medios de comunicación masiva y como los espacios radiofónicos y televisivos deben justificar en las arcas su rentabilidad, Don Juan vuelve a las estanterías.
Almería, noviembre 1 de 2003
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