SOMOS UNA SUMA DE VERDADES A MEDIAS
Por: Walter Amaro - Sydney/Australia
Un reciente informe publicado en una acreditada revista científica puede dar con tierra con nuestros más preciosos recuerdos. Según la publicación, los estudios han demostrado que nosotros alteramos las imágenes del pasado.
En tal caso, el sabor del dulce de leche podría estar adulterado en nuestro concepto. O, a lo mejor, el carro del Chaná era sólo un simple espejismo en aquellos desfiles por la rambla. Los mismos que irreversiblemente lo dejaron fuera de concurso, a fuerza de la reiteración de sus triunfos consecutivos. No sé, la cosa me pilló por sorpresa.
Todos aquellos que vivimos esa emigración casi forzada, fuimos idealizando ciertas cosas que puedan parecer triviales para otros. No obstante, esos "trucos" de nuestra memoria, nos han permitido inmunizarnos contra la tristeza y, sobre todo, se han convertido en un paliativo para superar la congoja. |
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En otras palabras, nos han sostenido como seres humanos en el exterior.
Nuestras memorias pueden peligrar entonces. Toda aquella fortaleza edificada en su entorno podría derrumbarse si esto resulta ser cierto. Cuantos cigarrillos La Republicana quemé inútilmente en mis desvelos, preocupado en encontrar soluciones a lo "casi" imposible. ¿Será que su sabor no era el que pensaba y que su compañía no fue tal?
¿Podemos confiar entonces en nuestra memoria? Sobre todo, como dice la ciencia: "teniendo en cuenta que sin recuerdos no hay identidad: no hay yo. La memoria episódica, o autobiográfica, un puzzle de imágenes dispersas que nos une con nuestro pasado y nos enlaza con nuestro futuro, forma con sus capítulos nuestra identidad. ¿Está libre de manipulaciones? La respuesta es: no. Quizá, como los replicantes de Blade Runner, todos somos una suma de falsedades. O de verdades a medias."
Invariablemente asumimos que con la edad, vamos adquiriendo experiencia y conocimientos. Y debe ser así. Lo que pasa es que hoy día los conocimientos nos llegan más rápido de lo que podemos asimilar. O tal vez nuestras neuronas se niegan a trabajar con la celeridad que se suceden los hechos. Fíjese usted entonces que va a pasar en el futuro, cuando queriendo ilustrar a nuestros nietos le hablemos de Los Curtidores de Hongos de Carlitos Céspedes, la pizza del Subte o los "panchos" de La Pasiva, con aquella mostaza blanca, tipo engrudo, que picaba como demonios. ¿Estaremos diciéndoles la verdad, o nuevamente la memoria nos habrá gastado otra broma?.
Qué será cierto y qué, en cambio, será lo que habrá perdido su objetividad. Para colmo de males no podemos testimoniar muchas cosas. ¿Cómo describir todo aquello que hoy no está; aquello que fue cediendo, o lo que es peor, fue siendo destruido en nombre de la modernidad y la globalización?
Por suerte quedan las fotos que pueden atestiguar en todo caso. Porque se vería ridículo contarle a nuestros niños de la fuga del penal de Punta Carretas cuando allí funciona un lujoso centro comercial. Los bailes del conventillo del "medio mundo" en noches de carnaval, cuando allí edificaron coquetos departamentos. Y así, créame señor, estaríamos horas y horas tratando de desmadejar el ovillo.
Por suerte muchas cosas están igualitas a como las dejamos hace más de 20 años. Y créame, no sólo estamos hablando de edificios, parques, playas o lugares. El Uruguay sigue siendo el mismo. Tal vez el mismo duende que todo lo cambia, ha jugado con nosotros empleándose a fondo en eso de los pequeños trucos de la memoria, y nos dibuja siempre nuevas estampas y nos regala miles de promesas aunque en si nada cambie. Sin embargo algo hay de positivo. No hay un uruguayo que reniegue de su patria. Somos uruguayos aquí y allá, y más allá también. En todo caso, pregúntese si no estoy en lo cierto.
Así que de todas formas -no sé si usted comparte la idea- más vale seguir en la misma. Seguiremos recordando la gomina Brancato como algo estupendo aunque nadie se la pondría hoy encima, la brillantina Glostora con la que la vieja nos acicalaba en cada buena ocasión, y el perfume Lovaina irrespirable en un ómnibus lleno. Con trucos o sin ellos, nuestra memoria encierra muchos tesoros. Los abuelos, los viejos, los amigos. Hasta el monopatín, prolijamente trabajado por nuestras manos infantiles tiene un lugar en esos recuerdos. |
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Sin embargo, esos trucos eran positivos. Hoy en día las cosas funcionan diferentes. En Nueva Gales del Sur, se ha legalizado provatoriamente por cuatro años, el comercio de marihuana. Eso sí, con receta médica, puesto que según se dijo, es con fines medicinales y humanitarios. Paradójicamente el "Premier" dice oponerse a la legalización. Pero a todo esto, nos asalta la incertidumbre de cómo encarar la educación los niños en el futuro. Si es tan mala como la pintan, ¿porqué la recetan los doctores con fines medicinales?
También la ley de menores sufrió nuevos cambios. Ahora se ha estipulado la edad de 16 años para mantener sexo en forma liberal sin incurrir en delito siempre y cuando éste sea homosexual. ¿Usted lo entendió? No nos conteste: nosotros tampoco. Pero no nos sorprende, sobre todo en un país donde una de las máximas autoridades, el Gobernador General, enfrenta un juicio por violación. El mismo individuo al que también se le ha comprobado tolerar a los pedófilos de su congregación y mantenerlos en ejercicio del sacerdocio. También en otro estado dan clases de cosmética para travestidos... y lo dejo ahí por que no nos alcanzaría toda la publicación para contarles cosas parecidas.
Antes de cerrar este informe les cuento que en poco tiempo tendremos nuestra propia "C.I.A." en Australia. La "escuela" de los EE.UU. está bien aprendida por nuestro Primer Ministro. Se comenta que es como el huevo y la gallina: el Departamento de Seguridad Nacional (digo yo que así se llamará) fue creado ante la creciente amenaza del terrorismo internacional. La pregunta es: ¿Porqué el terrorismo internacional nos puso en su agenda?
A lo mejor Bush tiene la respuesta.
Bueno, como quien no quiere la cosa seguiremos reviviendo recuerdos. Amañados o no son más edificantes que muchas cosas por las cuales debemos atravesar cada día. Nos encontramos en siete días si así usted lo dispone.
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