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Año V Nro. 350 - Uruguay, 07 de agosto del 2009   
 
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Fernando Pintos

Cementerio de elefantes, o
festín de coyotes rabiosos…

por Fernando Pintos

 
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         ¡Qué país, el Uruguay del año 2009, para figurar con letras de oro en el libro de Récords de Guinness! ¡Y qué país, también, tan a tono para ocupar sitial de privilegio en el añejo «Believe It or Not», de Ripley! ¡Qué economía salvaje e improvisada, la nuestra! Somos en verdad incorregibles y es por ello que seguimos, contra viento y marea, con nuestras costumbres ancestrales, que obviamente son harto coloniales… ¡Por no decir sencillamente salvajes! En las primeras décadas del siglo XX, el despilfarro se perpetró contra nuestros productos más característicos: carne, lana, cueros… Y se hizo llegar a tales extremos, que mandábamos nuestros excelentes casimires a Inglaterra, y de allá nos los reenviaban y revendían, con el único valor agregado de… ¡una miserable etiqueta que rezaba el consabido y cuasi mágico «Made in England»!

         Para estas alturas del siglo XXI, tan sobradas de bajezas. Con todas esas jodas corridas de la Globalización (según los franchutes, «Mundialización»), que después pasó a ser «Glocalización» y que ahora parecería amenazar con travestirse en algo a lo que desde ya bautizan «Desglobalización»… Y con el colmo agregado de tantas otras jodas corridas «Made in South America» (¡Ole! ¡Ole! ¡Olé!), tales como el nefasto y aberrado MERCOSUR, digamos que las prioridades han cambiado, los cuentos del Tío hicieron por el estilo, y no digamos nuestros más novedosos rubros de exportación/importación, tales como los jugadores de fútbol, un deporte al cual los mariquillas que tanto abundan y mariposean en esta retorcida Posmodernidad han dado en rebautizar como «Fútbol Soccer». Ahora, enfocándonos en la realidad del Fútbol Uruguayo para este mes de agosto del año 2009, quisiera que alguien se animase a responder una sencilla pregunta: ¿En qué cabeza cabe, o en qué país permitirían?, hacer todo esto que a continuación enumero:

1º) Fabricar un producto nuevo, nítido…
2º) No bien está recién salido de la fábrica, exportarlo.
3º) Pero vender ese producto flamante a precios de barata, para que los parásitos revendedores hagan después su agosto gracias a él (y muchos otros productos por el estilo).
4º) Para colmo, venderlo a cualquier desgraciado pichinchero, para que lo use de reserva para desguazarlo paulatinamente y obtener de él repuestos baratos.
5º) Cuando el producto está ya recontra usado, fallado, magullado, cascoteado, incompleto, maltratado y a punto de ser en absoluto inservible… ¡Entonces!…
6º) ¡Volver a comprarlo!
7º) ¡Traerlo de vuelta!
8º) ¡Pagarlo igual que si estuviera recién salido de fábrica!
9º) Promocionarlo como si se tratara de el último alarido de la tecnología de vanguardia (para ver si, de esa manera y con tamaña alharaca, algún idiota se lo cree a pies juntillas).
10º) De inmediato, arruinarse la existencia utilizando ese artilugio decadente, pasado de moda, inservible, renqueante y asmático.
11º) Pero, además, y para tener el «exclusivo privilegio» de utilizar esa paupérrima catramina descangayada, sacar de circulación a los productos recién fabricados, que son nuevos y que por lo tanto funcionan y caminan ¡perfectamente bien!
12º) Etcétera…

         Ahora les haré la siguiente pregunta, que vale tanto para Nacional y Peñarol, como para el resto de los clubes uruguayos de Primera División, e incluye a la Asociación Uruguaya de Fútbol y demás instancias de nuestro canceroso balompié «profesional»: ¿están todos locos o los habrá mordido —y masticado— alguna manada de coyotes rabiosos?

© Fernando Pintos para Informe Uruguay

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