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El “cambio” populista
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Ahora se ha hecho común en Bolivia que los oficialistas “acusen” de enemigos del pueblo, de la ciudadanía, de la Patria, a los que, políticos o no, ejerzan el derecho de oponerse al cambio propuesto por el gobierno, dando por cierto que disentir con el populismo es algo perverso, un delito gravísimo, una afrenta a la Nación. Este disparate se está haciendo corriente a fuerza de repetirlo con una desagradable y machacona propaganda pagada con fondos públicos. Cuando hay una protesta, crítica o una iniciativa diferente a la política populista, la calificación es inmediata y peyorativa: “son los que se oponen al cambio”. Cambio -ese retruécano “salvador”- que supuestamente, traerá tantos beneficios que nos hará olvidar las tropelías y las penurias económicas, precisamente ahora que se capta, como nunca, grandes recursos, producto de la exportación de hidrocarburos, que podrían cimentar el bienestar.
Hay acusaciones similares: contra los autonomistas que cometen el “atentado” de oponerse al texto constitucional aprobado ilegalmente por el MAS, con víctimas de por medio, que procura desnaturalizar los sentimientos regionales.
El populismo se exaspera cuando alguien se atreve a objetar la ilegal convocatoria al referendo para “aprobar” el texto del Movimiento al Socialismo, pretendidamente constitucional, del cuartel de La Glorieta. Y apela a rústicas y agresivas declaraciones, como las de un jefe de bancada oficialista de la Cámara Alta, que siempre está presto al disparate.
Personalmente, me pongo del lado de los tantos “facinerosos” que porfían en seguir siendo libres. Me declaro orgullosamente culpable de oponerme a las tres iniciativas del gobierno:
1. A un cambio que establezca un curioso modelo populista, racista, opresor y anacrónico; que pretenda restaurar el incario de hace más de quinientos años. Me inclino, en cambio, por un estado moderno de derecho, inclusivo, democrático y que proteja las libertades individuales.
2. A un texto infame, pretendidamente constitucional, que se erige como la guía santa de la división y de la discriminación.
3. A una convocatoria espuria a un referendo para consultar al pueblo dicho texto pretendidamente constitucional, al margen de la ley y, ciertamente, contando con un ya montado fraude.
Estoy, como muchos, al servicio de mi pueblo y de mi patria; es decir de la voluntad libremente expresada de los ciudadanos libres.
No acepto como válida la torpe visión del enviado de la OEA, Eduardo Stein, que justifica el “voto comunitario”, no secreto y controlado, de las organizaciones campesinas, en el intento de uniformar a los bolivianos del campo con una sectaria visión folklórica de la democracia.
Estoy orgullosamente en favor de la causa autonomista, como expresión de la voluntad ciudadana y como una nueva visión de una Bolivia decidida a lograr el desarrollo y el bienestar de cada ujna de sus regiones. Lo hago a riesgo de que los ignaros procuren endilgarme que favorezco la división de los bolivianos, lo que es el retruécano perverso de los propagandistas del gobierno, cuando alguien respalda el proyecto autonomista..
Reivindico el derecho de los ciudadanos a disentir, consagrado en todas las sociedades democráticas, y creo en la obligación de los gobiernos de respetar las opiniones de los ciudadanos, por equivocados que les parezca a los oficialistas, por molestos que sean sus argumentos.
Reivindico también el derecho de militar en la oposición o en el gobierno –inclusive sin afiliarse a un partido, si así se prefiere- y a decir, pública y privadamente, que no se cree en el populismo del MAS, usando una elemental garantía constitucional, aunque que ya sabemos cuan poco valen las leyes para el primer mandatario.
Finalmente, como muchos, ejerzo mi derecho a la crítica, como expresión de la libertad que me deben garantizar las leyes y el estado.
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