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Año V Nro. 303 - Uruguay,  12 de setiembre del 2008   
 

 
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Marcelo Ostriga Trigo

Otra del populismo…
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)

 
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         Fernando Lugo, el paraguayo de 57 años de edad, que fuera obispo católico, el de las dificultades con el Vaticano por su empeño en participar en la política, ya es el presidente de su país, luego de haber triunfado en las elecciones del 20 de abril de 2008, finalizando así 61 años de predominio del poder del Partido Colorado.

         Lugo, que comparte la “teología de la liberación”, en un primer momento de su incursión en la política, se declaró perteneciente al “centro político”. Sin embargo, en septiembre de 2007, anunció sus simpatías hacia el socialismo, aunque no precisó si se trataba del “socialismo del siglo XXI”, que fue inventado por Heinz Dieterich Steffan para el ideológicamente extraviado Hugo Chávez Frías.

         El triunfo del ex obispo y ahora presidente Fernando Lugo en las elecciones del 20 de abril pasado, fue saludado por muchos en América Latina, Algunos porque se terminaban más de seis décadas de un régimen que tuvo de todo, como la prolongada y férrea dictadura de Alfredo Stroessner y el dramatismo que le puso a la política paraguaya el general Lino César Oviedo Silva, a quien se le responsabilizó por un intento de golpe de estado y por el magnicidio del vicepresidente Luís María Argaña. Lino Oveido, en la últimas elecciones, ya liberado de las acusaciones que pesaban en su contra, se presentó tambièn como candidato, obteniendo un  lejano tercer lugar.

         El triunfo de Fernando Lugo causó una embriagante euforia en el eje Managua, Caracas, Quito y La Paz, y aún en Tegucigalpa -el último eslabón: el del recientemente converso al populismo- y sus líderes se apresuraron a participar de los actos de posesión del  nuevo presidente guaraní. Llegaron, junto a Chávez, la abollada mandataria argentina, la presidenta de Chile, Inácio Lula da Silva, Tabaré Vásquez y, cuando no,  Evo Morales, que siempre queda como segundón del autócrata de Caracas. Para escándalo, el gran ausente fue, Daniel Ortega, el sandinista de Nicaragua. “No es persona grata –se dijo-  para organizaciones relacionadas con la mujer y los derechos humanos, este hombre acusado de violar sistemáticamente a su hijastra con la complicidad de su esposa, la madre de la víctima, como se puede leer en el crudo relato de la hija. Martha Colmenares”.

         Confieso que guardaba esperanzas en que este religioso, que había llegado a una alta jerarquía eclesiástica, de hablar suave y prudente, pese, a sus inclinaciones políticas hacia el populismo que no comparto, actuaría como un gobernante sensato, tolerante, verazmente democrático, sin estridencias y, sobre todo, ajeno a los escandaletes y sainetes, como los de Chávez y de sus acólitos Evo Morales y Rafael Correa.

         Muy pronto, sin embargo, salió la intemperancia de los partidarios del nuevo presidente, como la anulación –¿venganza?- del juramento de un senador –el ex presidente Duarte- que tenía derecho a ejercer esa representación, según las leyes paraguayas. Mal comienzo es desconocer reglas jurídicas. Pero vino lo peor: siguiendo los recurrentes quejidos de conspiraciones, atentados, intentos de desestabilización de sus pares boliviano y venezolano, Fernando Lugo acaba de denunciar que existen “intenciones golpistas de sectores antidemocráticos”, por una reunión en la casa de Lino Oviedo para averiguar “el parecer de las Fuerzas Armadas ante la crisis parlamentaria” (la ilegal anulación de la posesión de un senador). ¿No hay, acaso, un notable parecido con la pataleta de los populistas bolivianos porque el embajador de los Estados Unidos en Bolivia se reunió con el Gobernador de Santa Cruz, dándole un cariz conspirativo?

         El buen camino de un gobierno es el de la seriedad y la tolerancia, que debería seguir el nuevo presidente paraguayo, abandonado la chabacanería y la irresponsabilidad que induce el populismo desenfrenado.

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Fuente: Relial
 
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