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La felicidad de nuestro pueblo
Ciudad – Campo – Aulas
por Cr. Ricardo Puglia
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Hemos dejado de poblar nuestro país y recurrido a una inventiva sin límites para no crear riqueza y tratar de vivir prendidos a la teta del Estado.
La prueba a que estamos sometidos en las próximas décadas será verificar si tenemos inteligencia suficiente con el fin de enriquecer y elevar nuestra vida nacional y hacer progresar a todos los habitantes de la República.
Nuestra imaginación e iniciativa determinarán si eregiremos una sociedad en la que el progreso y no el progresismo será el servidor de nuestras necesidades, o continuaremos con una sociedad dividida, sin muchas esperanzas, emigrando y perdiendo los auténticos valores del ser nacional que supimos tener.
Debemos trabajar duro para alcanzar una sociedad rica y de auténticas libertades para todos, donde cada habitante pueda libremente elegir su destino, la forma de satisfacer sus necesidades y no esperar la limosna de un Estado ineficiente con más cometidos cada día e intromisión en la vida diaria de los habitantes, con más leyes que cada día restringen y erosionan nuestra libertad.
Debemos procurar que los niños puedan encontrar conocimientos auténticos en las escuelas y en sus hogares como ámbitos de crecimiento, enriquecer su mente y desarrollar sus máximas capacidades innatas y adquiridas.
Debemos renovar el contacto con la naturaleza, preocuparnos más por la calidad de nuestros objetivos y no por la cantidad de los bienes. No pretendemos un refugio seguro, un lugar de descanso, una obra terminada, sino por el contrario deseamos un reto constante y renovado que nos conduzca a un destino en el cual la significación de nuestras vidas va a la par de los productos maravillosos de nuestro esfuerzo.
Ciudades – Campos - Aulas son la base de nuestro ser nacional. Cada vez es más difícil vivir bien en nuestras ciudades; el deterioro de los centros urbanos, el asolamiento de los suburbios, la falta de viviendas dignas, la insuficiencia de los medios de transporte, la lenta desaparición de los espacios verdes y su escaso cuidado están carcomiendo valores preciosos y honrados que nuestra sociedad ha tenido y ha sabido perder.
Esta pérdida provoca soledad, tedio e indiferencia y no seremos un país destacado como lo fuimos en el pasado, - la Suiza de América - debemos pelear para alcanzar la grandeza que otrora tuvimos.
Las fronteras de la imaginación y la innovación están en colectivo nacional y es tarea de todos los uruguayos involucrarnos para fortalecer el país, para que sea un lugar donde las futuras generaciones no sólo puedan vivir, sino que puedan vivir bien.
El agua que bebemos, los alimentos que comemos, el aire que respiramos, están amenazados por la contaminación. Si perdemos nuestro esplendor natural no podremos caminar rodeados de belleza o admirando la naturaleza.
En nuestras aulas se forjan las vidas de nuestros hijos donde ellos y sus docentes exploran sus jóvenes mentes para ser liberadas a los lugares más recónditos del pensamiento y la imaginación.
Cada niño debe tener un lugar donde sentarse y un maestro que lo instruya, la pobreza no debe ser un impedimento para la instrucción y la instrucción debe ser la oportunidad para superar la pobreza.
Contar con más aulas y maestros no es suficiente, el sistema educativo debe aumentar la calidad, tenemos que preparar jóvenes para disfrutar sus horas de ocio al igual que sus horas de trabajo, debemos explorar nuevas técnicas de enseñanza, encontrar nuevos modos de estimulación por el amor al saber y a la capacidad creadora.
Tenemos que ir tendiendo a un federalismo creador entre la capital, las ciudades, el campo y las aulas invitando a participar a todas las comunidades.
Necesitamos de la voluntad de todos los uruguayos – aquí y fuera de fronteras – necesitamos de su esfuerzo, de sus corazones para reconstruir una sociedad rica en valores que enriquezcan a pleno la vida de cada uno de sus integrantes y que valga la pena este bendito Uruguay.
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