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Viviendo en la calle
por Dr. Alberto Scavarelli
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Es realmente preocupante el constante aumento del número de personas que viven vagando por nuestras calles, durmiendo cubiertas con lo que encuentran, tiradas en portales, huecos de vidrieras, locales abandonados o no, incluyendo edificios públicos como Afe o el pórtico de la Biblioteca Nacional por nombrar algunos, así como en parques y plazas. Viven a la intemperie a vista y paciencia de todos y con cualquier medio de cobijo entre comillas, donde el cartón y el nylon es el material básico.
Hay ante esta preocupante y creciente situación, un enfoque múltiple posible, pero ninguno puede justificar ser prescindente ni omisivo.
Sin duda es muy grave el total abandono personal que implica este modo de vivir lejos de toda urbanidad, saturados de alcohol y otras sustancias, con semanas sin higiene personal alguna y en la gran mayoría de los casos con la calle, rincones y plazas como baños.
Por otra parte, la población que ve junto a sus puertas el deterioro profundo de su situación urbana, suma el temor generado por el manifiesto y amedrentante perfil de muchas de esas personas en abandono, mucho más aún, cuando incluso algunas de ellas expresan al pedir dinero haber salido hace pocos días de prisión.
Por razones difíciles de entender esa pobre gente no acepta ir a los refugios, donde podrían recibir mejor alimento, una imprescindible ducha, y procurar higienizar sus ropas, saliendo de una situación de peligrosidad y extensión tan creciente como inadmisible en múltiples aspectos humanitarios, de seguridad y de protección sanitaria y pública.
En algunas plazas y parques, sean estos grandes o pequeños, lugares donde los niños son llevados a jugar o donde simplemente los montevideanos se sientan sobre el césped o en escalinatas a tomar unos mates, conversar o tomar sol, estamos ante una situación que realmente es sanitariamente preocupante. El riesgo es enorme al quedar expuestos a suciedades y objetos con los que sobre todo niños, pero también mayores pueden tomar contacto. Se está en medio de todo tipo de modos de contaminación y contagio de enfermedades de variada naturaleza, con una gravedad que nos alarma de acuerdo a información que se nos suministra por especialistas en el tema sanitario, sobre todo en la transmisión de múltiples enfermedades infecto-contagiosas.
Es frecuente que personas del barrio le adviertan a quienes van con niños pequeños que no dejen a sus hijos o nietos acercarse a ciertas zonas de una plaza o un parque -por ejemplo- porque conocen lo que sucede en materia de higiene en ese mismo espacio a otras horas.
Por las razones que se quieran, las humanitarias profundas ante el drama del abandono de gente que en muchos casos es muy joven y parecen ya tener su vida con horizontes casi destruidos, o desde el deber insoslayable de poner fin a un peligro sanitario inminente y cierto para el resto de la población y de nuestros niños, el gobierno debe actuar con urgencia y firmeza.
La vagancia está regulada en nuestro sistema normativo. No es posible sostener un derecho a estar en esta situación, porque se están poniendo en grave riesgo los derechos de los demás. Se impone actuar con urgencia antes de que sea muy tarde para todos. Higiene personal, vacunación, revisión sanitaria, intento formal de inserción social, contralor de conductas y cuidado de infecciones y expansión epidemiológica, violaciones al pudor público protegidos por nuestra legislación, y en especial en protección para nuestros niños, prevención del delito y custodia en prevención de contagios y de protección de la salud pública, con énfasis agravado en situaciones de minoridad, son cosas muy graves y serias que requieren un abordaje tan firme como impostergable.
Humanismo o instinto de conservación o ambos juntos, debe ser el fundamento para una intervención inmediata de las autoridades, porque la prescindencia o el desenfoque del tema solo traerán males mayores, por lo que la acción en nuestra opinión debe ser intensa, inmediata y sostenida desde todos los aspectos, desde la prevención, la superación de la situación y el control del desborde ante una dura realidad cuyo rápido crecimiento es tristemente constatable a diario.
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