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Experimentos Económicos
por Eudoro Galindo Anze
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El Liberalismo es la doctrina económica que afirma la primacía de la libertad individual, garantizando su ejercicio dentro la organización política del Estado. Este último debe abstenerse de intervenir en las relaciones económicas entre los miembros de la sociedad.
El Liberalismo imperó en Bolivia, para las capas sociales privilegiadas, desde la reforma constitucional de 1880 hasta la Revolución de 1952. Aquella fue la época en que sin endeudar al país se construyeron las ciudades del occidente de la República, se tendieron los ferrocarriles y los telégrafos; se introdujo comercialmente el transporte aéreo; se instalaron los sistemas de agua potable, alcantarillado, redes telefónicas y de electrificación urbana en las capitales de departamento y de algunas provincias; fue la época de la captación de ahorro interno en libras esterlinas y la aparición de eminentes profesionales. Sin embargo, a partir de 1938 las doctrinas del intervencionismo estatal comenzaron a asediar al Liberalismo con la política del control de las exportaciones de minerales y la introducción del Constitucionalismo Social.
En 1952 el Liberalismo de las clases altas fue totalmente derruido y en lugar de ampliarlo a la base social del país, se impuso el modelo Estatista como la tendencia que exalta la plenitud del poder del Estado en todos los órdenes y se asegura que el gobierno, a nombre del pueblo, domine, regule, administre y controle los medios que integran la capacidad productiva de la nación, ignorando las leyes del mercado.
El gobierno a partir de la Revolución Nacional monopolizó el aparato productivo y los principales servicios nacionales como el transporte y las telecomunicaciones; se convirtió en el principal empleador mediante políticas de alto empleo (improductivo) en las empresas estatales y la burocracia; centralizó el sistema financiero y se apoderó de la educación superior y los centros de desarrollo e investigación científica.
Para 1985 el Estatismo en Bolivia estaba agotado. Las empresas estatales que constituían la columna vertebral de la economía sobrevivían solamente en virtud a inyecciones del Tesoro General que transfería recursos de uno a otro sector. El desempleo masivo que comenzó con la quiebra de empresas públicas desde mediados de 1960 abrió nuevas realidades de pobreza marginal entre los "relocalizados" de la minería estatal y los despojados herederos de la Reforma Agraria. La política financiera había terminado con el ahorro interno de todo el pueblo boliviano y en un record inflacionario mundial. El sistema educacional clamaba por reformas estructurales. Los centros de investigación científica eran reducto de elementos improvisados y generalmente descalificados.
Al grito de "la Patria se nos muere" los promotores del Estatismo dieron marcha atrás, (tres décadas y algunos años después) e implantaron el modelo Neoliberal, definido como un movimiento que basado en el Liberalismo proclama la libertad del mercado, pero al mismo tiempo concede al Estado amplios poderes para intervenir en asuntos jurídicos y económicos mediante disposiciones regulatorias y la intervención de agencias gubernamentales o para-gubernamentales. En consecuencia el Neoliberalismo es un híbrido entre el Liberalismo y el Estatismo que asigna a la decisión política amplios poderes para controlar las fuerzas del mercado. El gobierno regula su interferencia sobre las leyes de la oferta y demanda, por lo que acentúa o desvanece su presión según los intereses de los grupos de poder. En pureza idiomática sería más apto si se nominara a este modelo como "Cripto-Estatismo", es decir un modelo de Estatismo selectivo y clandestino, que mimetizado detrás de las fuerzas del mercado busca perpetuar el poder de los grupos que co-optan el gobierno.
El Neoliberalismo en menos de 20 años de vigencia está agotado. Como el Estatismo, ha sido manoseado por la corrupción, la politiquería y la burocracia con el resultado que Bolivia ahora sí está viviendo la peor crisis de su historia.
En lugar de comprender las debilidades y fortalezas de un modelo económico para encontrar soluciones en función a la experiencia humana, la idiosincrasia de un pueblo y los problemas específicos de la sociedad, resulta más fácil, en conmovedor simplismo, ignorar realidades concretas para apelar a emociones básicas y glorificar proyectos como el retorno al estatismo, sin rescatar las experiencias del pasado, comprender el presente ni visualizar los horizontes del futuro. Esta lógica solamente conducirá a que ocurra con las reservas del gas natural lo que ocurrió con las reservas de estaño cuando el gobierno, a nombre del pueblo, se apoderó de la minería nacional.
Es una equivocación creer que la intromisión directa del gobierno en la economía del gas conducirá a una forma idílica del Paternalismo de Estado, acabará con la fatiga social existente y pondrá fin al enojo colectivo sobre la forma irresponsable de hacer política.
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