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¿Subsidio equivocado?
por Gustavo Küpfer |
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Por definición, un subsidio es una transferencia de riqueza a criterio de un funcionario público. Esta transferencia siempre resta recursos al sector privado pero el sujeto receptor puede ser privado o público (empresas estatales, etc.). De tal forma podemos colegir que está implícito que los subsidios, como instrumento permanente, no pueden no ser equivocados.
Pero como nada es blanco o negro, de manera permanente ocurren situaciones que requieren la aplicación transitoria de estos instrumentos. Las crisis (económicas, financieras, sociales, etc.) y sus secuelas inmediatas, suelen ser el clímax de esta necesidad.
Origen
La globalización ha contribuido a que ríos de tinta hayan sido vertidos para explicar la crisis actual de las subprime (préstamos hipotecarios otorgados a deudores con nulos o malos antecedentes), pero hagamos un pequeño resumen de la misma.
La crisis desatada como consecuencia de la caída de las “punto com” a fines del siglo pasado, llevó a la Fed a bajar las tasas a valores estadísticamente bajos, del 6.5% a 1.75% - 1% anual, durante un periodo bastante prolongado (16 trimestres). Ya aquí, podemos ver como, la intervención estatal en la búsqueda de solucionar un problema, comienza a incubar el siguiente.
Esta baja artificial del costo del dinero, aceleró el negocio hipotecario (los menores costos aumentaron la demanda) y por lo tanto hizo pensar a muchos que habían enriquecido de manera súbita. El círculo virtuoso (?) se aceleró a partir de un natural aumento de los valores de las propiedades y se intensificó el otorgamiento de segundas y hasta terceras hipotecas. Los montos así prestados fueron a consumo, asumiendo que el alza de los precios seria definitivo (deudores y acreedores) y se construyéndose la base de la futura crisis.
Esta fue condición necesaria pero no suficiente. Los bancos de inversión americanos y los comerciales europeos (estos últimos tienen integradas ambas operaciones) hicieron el resto.
El nivel de apalancamiento (leverage), hace referencia a la relación entre el pasivo (deudas con terceros) y el capital propio. Las normas prudenciales bancarias explicitan que no debe superarse el ratio de 7.
Este es el nivel que mantuvieron los bancos comerciales americanos en general, aunque algunos llegaron a 10. Pero los bancos de inversión del mismo país estuvieron entre 40 y 50.
En el caso de los europeos el nivel llegó a 25, pero no por ser mas prudentes sino por el hecho que ambas operaciones funcionan de manera conjunta, por lo que estos altísimos niveles de endeudamiento, están hoy afectando a la banca comercial de manera sistémica.
Crisis, ¿Qué crisis?
Sin entrar en el detalle de la forma del endeudamiento del mercado financiero (SIV´s, securitización, deuda estructurada, etc.) de lo que se ha escrito a mares, los precios de las propiedades inflados (+ 200%) y niveles de endeudamiento muy por encima de los valores reales de las garantías, fueron más que suficientes para producir una crisis. Pero, ¿de que crisis estamos hablando?
El 28 de Julio de 2007 (dos mil siete, no es un error), el mercado financiero avisó que algo pasaba. Los bonos del Tesoro americano bajaron su rendimiento de 4.90% a 4.79%. Muchos inversores comenzaron el “fly to quality”. En los meses transcurridos desde el inicio de 2007 a esa jornada, Pulte Homes, empresa líder en la construcción de casas, había perdido el 40% de su cotización.
¿Qué había pasado ese día? Se dio a conocer el índice de venta de viviendas nuevas. La caída de Junio, fue un explosivo 6.6%. No quedaron dudas que la demanda comenzaba a retirarse.
A los U$S 3.500 millones que la Fed inyectó el 19 de agosto de ese año (hoy una suma insignificante), se sumaron otros U$S 12.500 millones el 08 de octubre. De allí a fin de año, la crisis comenzó a ser reconocida, hasta que el Banco de Inglaterra tuvo que salvar al Northern Rock.
Los primeros 90 días del 2008 dejaron en claro que la crisis había llegado para quedarse. Y la “Crisis Financiera” fue (y es) el tema. Es cierto que los bancos la hicieron visible. Pero es la fiebre, no la infección.
Todos los caminos hacia las posibles soluciones se han trazado pasando por la city bancaria. Pero la crisis financiera es consecuencia y no causa. La causa es la solvencia. O mejor dicho, la falta de esta. La crisis es de solvencia.
Se han inyectado billones de dólares y euros para rescatar entidades financieras. Se han gastado otro tanto en comprar hipotecas. Y en este camino podremos seguir viendo como se siguen dilapidando los recursos privados, para salvar bancos.
Incluso, algunos han empezado a plantear la necesidad de modificar el sistema de valuación de carteras de forma de poder inflar los activos y así poder mejorar los números. Quizás, el Secretario de Comercio Interior argentino tenga “su lugar en el mundo”.
Y todo esto en medio de un difícil proceso electoral en EEUU como hace tiempo no se veía.
El último paquete de salvataje nuevamente fue hacia el sector financiero. Y quizás, después de sucesivos intentos en la misma dirección, seria conveniente pensar que en lugar de intentar solucionar la fiebre enfriando el termómetro, es tiempo de analizar al paciente.
Allí, la crisis de solvencia cobra estatura. El problema que genera el temor de los inversionistas fue no sólo el nivel de apalancamiento de los bancos sino el descalce entre créditos otorgados y las garantías sobre las que estas se apalancan y por ende, la capacidad de recupero.
Este temor genero una desconfianza entre entidades bancarias, ya que durante el 2007 los datos relacionados a las operaciones hipotecarias y la securitización de estas, fue uno de los secretos mejor guardado y cuando salieron a la luz a comienzos del 2008, lo hicieron de la peor manera: a puro quebranto de ocho dígitos, en dólares. Como consecuencia, las operaciones interbancarias fueron desacelerándose cada vez más, hasta llegar e niveles cercanos a cero en las últimas semanas. El famoso “credit crunch”
Entonces, si se mejoraran las condiciones para el recupero de las inversiones, mejorando la solvencia de las entidades bancarias, pero no desde la caja sino desde las garantías, la confianza podría comenzar a analizar en volver.
Para esto, en lugar de subsidiar a la oferta de los créditos (los acreedores) debería pensarse en hacerlo a la demanda (los deudores hipotecarios). Una alternativa bastante sana, sería legislar una renegociación forzosa de las hipotecas, alargando los plazos de maduración de manera significativa, de forma que una amortización mensual menor de capital, permita a los deudores hacer frente a su pago.
De manera adicional, el estado podría subsidiar las tasa en un hasta 100%, durante los primeros tres años, de manera de mejorar aun mas el perfil de los deudores, asegurando su capacidad de pago, durante el plazo máximo por el cual la crisis podría estar dando vueltas.
Así el valor de los colaterales aumentará de manera importante, el estiramiento de los plazos hará que parte importante de la carga caiga sobre quienes hicieron mas que rentables negocios durante el último lustro (bancos) y al estar subsidiando la tasa de los deudores, que son quienes pagan a su vez los impuestos con los que en definitiva se subsidia, hará caer sobre ellos la parte de la responsabilidad que le cabe a quien sabe que se está endeudando por encima de sus posibilidades.
La desaceleración insalvable de la economía (recesión en el caso de Europa) que como consecuencia de lo ya acontecido sobrevendrá, evitará cualquier riesgo inflacionario aun en los niveles actuales de tasa. Incluso, tanto Gran Bretaña como Europa, tienen margen para bajar aun mas la tasa, de forma que los costos de subsidios, serán aun menores.
Esta paquete, no sólo es mas barato que seguir tratando de apagar el fuego con ramas secas (la sola intervención de los bancos centrales en el sistema financiero, implica un riesgo sistémico, al que el inversor le huye y por ende agrava el escenario), sino que mantendría vigente el principio que quien emprende un negocio, debe asumir el riesgo (moral hazard). Acreedores y deudores.
En este caso, quizás el problema no es el subsidio, sino a quien se subsidia. Y quien paga.
Buenos Aires, Octubre 16, 2008
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