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Año V Nro. 330 - Uruguay, 20 de marzo del 2009   
 

 
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Visión Marítima

 
Andrés Oppenheimer

El ascenso de Brasil como líder regional
por Andrés Oppenheimer

 
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         Adiós, México. A partir de este fin de semana, Brasil se convertirá --ya sea por voluntad propia o por falta de competencia-- en el interlocutor más importante entre Estados Unidos y Latinoamérica.

         El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva tiene previsto llegar a Washington D.C. este sábado, en lo que será la primera visita de un presidente latinoamericano para reunirse con Obama desde la asunción del presidente norteamericano. Ambos mandatarios tratarán temas bilaterales, regionales y mundiales, incluyendo la próxima Cumbre de las Américas que se celebrará el 17 de abril en Trinidad y Tobago, en la que Obama se reunirá por primera vez con casi todos los jefes de estado latinoamericanos.

         Aunque los funcionarios brasileños niegan que su país intenta convertirse en el líder regional latinoamericano --y proclaman que no existe nada que pueda llamarse ''Latinoamérica'', sino tan solo un conjunto de países con intereses muy diversos--, un rápido vistazo a la diplomacia brasileña de los últimos años confirma las ambiciones de liderazgo regional del país más grande de Sudamérica.

         Durante la pasada década, Brasil ha sido la fuerza impulsora de varios grupos diplomáticos sudamericanos que, por definición geográfica, han dejado a México mirando desde afuera.

         A principios de esta semana, los ministros de Defensa de doce países sudamericanos inauguraron oficialmente el Consejo de Defensa Sudamericano, un nuevo grupo propuesto por Lula, destinado a cooperar en asuntos militares y a impedir potenciales conflictos.

         Más importante, Brasil fue el fundador de las Cumbres de Sudamérica, que se iniciaron en Cuzco, Perú, en diciembre del 2004, cuando doce presidentes sudamericanos firmaron una declaración de dos páginas en la que se comprometían a crear una Comunidad Sudamericana. México y Panamá fueron invitados, pero como observadores.

         En mayo del 2008 Brasil llevó estas cumbres a un estrato superior, cuando se firmó el acta constitutiva de la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR) en Brasil. El nuevo grupo intenta construir un bloque sudamericano parecido a la Unión Europea.

         Y a fines del año pasado, Brasil fue anfitrión de la primera Cumbre de Latinoamérica y el Caribe, la primera cumbre hemisférica que no contó con la presencia de Estados Unidos ni de Canadá. México se ha ofrecido como próximo anfitrión de esta cumbre.

         Los funcionarios brasileños aseguran que su país no ha recibido ningún mandato de los países latinoamericanos para actuar como intermediario con Washington, y que tampoco pretende cumplir con ese rol.

         Brasil no piensa en términos de ''relaciones interamericanas'' --la idea de que los países de la región pueden resolver la mayoría de sus problemas por medio de negociaciones entre Latinoamérica y Washington-- porque América del Sur, América Central y México tienen agendas muy diferentes y difícilmente podrían ser representadas por un solo país, alegan. Los escépticos señalan que Brasil de hecho quiere partir la región en varias piezas, para convertirse en el líder natural del bloque más importante.

         Antonio Patriota, embajador de Brasil en EEUU, me dijo en una entrevista telefónica que además de tratar el tema de la próxima cumbre del G-20 en Londres y la Cumbre de las Américas, es probable que los presidentes Obama y Lula traten temas tales como la producción de fuentes alternativas de energía, esfuerzos conjuntos para promover la estabilidad de Haití, planes de reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, y cómo incrementar el comercio y las inversiones entre ambos países, que están creciendo rápidamente.

         Mi opinión: Es cierto que el surgimiento de Brasil como el principal interlocutor regional con Estados Unidos también se debe a que México esté concentrado en sus problemas internos de violencia del narcotráfico, y de que el presidente Felipe Calderón --quien ha hecho un trabajo decente en casi todos los frentes-- tenga una política exterior bastante deslucida.

         En un intento de diferenciarse de sus predecesores, o de apaciguar a los líderes de oposición en el Congreso mexicano, Calderón está coqueteando con Cuba y Venezuela. En el proceso, México ha perdido gran parte de su presencia diplomática internacional: ahora ya no es ni el líder regional izquierdista-nacionalista que fue en la década de 1970, ni el aliado de Estados Unidos que ha sido en años más recientes.

         Por supuesto, México seguirá siendo una prioridad para Washington en temas de política doméstica, como la inmigración, las drogas, el comercio y el petróleo. Pero Brasil será el puente principal entre Washington y la mayoría de los países latinoamericanos.

         Esa es una mala noticia si pensamos en el lamentable desdeño de Brasil por la defensa colectiva de la democracia y los derechos humanos en la región, y es una buena noticia si pensamos en el ejemplo de Brasil como país económicamente responsable y estable. Entonces, bienvenido a Washington, presidente Lula: todo parece indicar que es todo suyo.

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Fuente: El Nuevo Herald
 
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