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La herencia – cultura y atraso
por Marcos Cantera Carlomagno
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¿Cuántas veces nos hemos preguntado ”Cómo es posible que América latina, con tantas riquezas naturales, no sea capaz de desarrollarse”?
La respuesta a esta pregunta suele ser de tipo adolescente (”la culpa la tiene El Otro, es decir el imperialismo yanki, el FMI o cualquier oscuro interés extranjero”). A veces, sin embargo, intentamos apuntar a una dimensión política o económica. En esos casos, es costumbre sostener que la falla está en las instituciones, que lo que renguea es el funcionamiento de la democracia, que faltan inversiones, que es necesario tener un buen plan de desarrollo, etc.
En otras palabras: basta con hacer algunos ajustes, cambiar algunos ministros, sancionar algunas leyes y todo rodará sin problemas.
Afamados y respetados intelectuales acostumbran repetir que si un país tan enormemente rico como Argentina, por ejemplo, pudiera crecer al xx% durante xx años, entonces lograría estar a la par de España. El desarrollo se vuelve así una cuestión de crecimiento de PBI. Pero luego se hacen los tontos y no explican por qué Argentina no está a la par de España a pesar de haber crecido el doble de ese xx% durante más años de los calculados.
Mi opinión personal es mucho más sencilla, pero también mucho más desoladora: América latina no se puede desarrollar porque los valores culturales que predominan en su población impiden cualquier desarrollo. La explicación al atraso no es política ni económica, sino que cultural. El subdesarrollo no se debe a la falta de inversiones, sino que está en nuestra cabeza. La culpa no es de los otros, sino que nuestra.
Decir esto es igual a decir que hay valores que favorecen el desarrollo integral de una sociedad y hay valores que lo dificultan o lo impiden. Eso es lo que explica que América latina no se puede desarrollar. Eso es lo que explica que la España de la Conquista nunca se pudo desarrollar, a pesar de las cantidades inexplicables de oro, plata, mercurio y otras riquezas naturales que transportó a sus puertos durante siglos.
Para difundir y defender esta teoría he escrito La herencia – cultura y atraso. El libro será presentado el jueves 26 de marzo en el MovieCenter del Montevideo Shopping a las 19.00 por Carlos Maggi y el autor. Allí discutiremos este tema crucial en la vida de nuestros países y en nuestra vida personal. Pues de eso se trata: ¿hay una salida posible? ¿Cuál es?
La Herencia está dividida en ventanas. Mi propuesta es imaginar una Plaza Mayor del mundo español e hispanoamericano: el escenario donde transcurre nuestra existencia; una inmensa Plaza Mayor que el lector va bordeando por los edificios circundantes. De tanto en tanto, abre una ventana y mira la Plaza. Descubre así su historia, su economía, su gente, sus vigilantes, sus ideologías y creencias, sus sueños y sus fracasos. El libro incluye un centenar de citas y textos de los principales escritores del Siglo de Oro español (Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, etcétera).
En un adelanto exclusivo para los lectores de Informe Uruguay, aquí sigue un fragmento del texto y el Índice.
De las páginas 169 y 170:
“El descubrimiento de América tuvo lugar en una época en que las regiones más dinámicas de la sociedad europea se internaban en un paisaje mercantil y urbano, en el cual el dinero (de la mano de un nuevo actor: el burgués) competía con la tierra como criterio supremo de poder y prestigio. Este proceso de cambios que erosionó las bases de la sociedad medieval fue acelerado por España, debido a la gran cantidad de metales preciosos transportados a Europa de sus colonias americanas. Pero en la transformación de la Europa feudal en capitalista, España fue sólo una intermediaria. Paradójicamente, mayores riquezas extraía España de sus colonias, más pobre y debilitada iba quedando. Por el contrario, los grandes beneficiados por la conquista hispana de América fueron, en primer lugar, sus enemigas militares y religiosas: Holanda e Inglaterra.
Una pregunta clave es: ¿por qué no fue capaz España de aprovechar su control de las riquezas americanas para liderar dicho proceso de cambios? Sabiendo, además, que los descendientes de Isabel y Fernando también eran reyes y señores de los motores capitalistas en Italia y Flandes, de estratégicas plazas fuertes en África y de opulentos territorios asiáticos, hay otra pregunta igualmente central: ¿por qué no fue capaz España de aprovechar el mercado mundial que representaba su Imperio para construir una sociedad sólida y pujante?
La notable incapacidad de la Corona hispana para conjugar el acceso a cuantiosas materias primas, el control de una avanzada infraestructura manufacturera, fuentes de financiación nunca antes vistas y un contundente poderío militar en pro de un mayor desarrollo general dieron pie, en su momento, a una larga lista de análisis críticos. Sus autores, con acceso directo al monarca, identificaron los principales motivos de la a priori inexplicable decadencia española, elaboraron diagnósticos, previeron consecuencias y propusieron programas de mejoría a corto y largo plazo. Pero la salud del paciente siguió empeorando, pues salvo los preocupados estudiosos, nadie quería oír hablar de reformas u otras medidas que implicasen pérdidas de privilegios, por mínimas que fueran. Y no sólo eso: las medidas y decisiones que se tomaron fueron tercamente a contrapelo de la terapia propuesta por los analistas, agravando aún más la situación.
De esa manera, España entró en una vorágine que la llevó no sólo a perder su Imperio mundial y partes de su propio territorio peninsular sino que también la atrasó por siglos en todos los órdenes de la vida. Este proceso fue la antítesis del holandés o el inglés, reflejándose las diferencias en el Nuevo Mundo: mientras Hispanoamérica no logró nunca salir de un estado de subdesarrollo endémico, Angloamérica vivió un crecimiento tan inmediato como avasallador.”
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ÍNDICE
Introducción
Aviso al lector
Primera ventana – La historia de la Plaza
Orígenes
Los judíos, un drama de nunca acabar
Fuego depurador contra el mal aliento
… y un día llegó nadando Colón
El primer gran fraude
“Perdidos los indios, perdida la tierra”
Encomiendas y explotación
El Dorado se hace realidad
Una historia de no creer
La venganza de Cervantes
La Edad Media se muda
Olivares presenta batalla. Y pierde
Carlos II Buendía
Esto no tiene arreglo, dijo Amadeo…
Caciquismo y pucherazo
Segunda ventana – La gente
El sueño es ser hijo de algo
La sopa boba de los vagos
Puterías modelo
La gran ausente
El precio de la movilidad social
¿Y con los pobres qué se hace?
¡Qué gente trajo el barco!
Tercera ventana – La economía
Dos modelos
España es la boca del mundo
Trampa tras trampa
Barril sin fondo
Lima 1635
El mundo se quería acabar
Apoyo estatal… al contrabando
Cuarta ventana – Los indios de Europa
No hay peor ciego que el que no quiere oír
La culpa la tienen los otros
Una ecuación formidable e imposible
Quinta ventana – El Cielo
Cuatro reformadores
Ricos y pobres
Contra la Reforma, la Contrarreforma
San Prepucio
El peligro de los curas alborotadores
Sexta ventana – Los administradores
La política heredada
“Cada cual, cada cual, que atienda a su juego…”
Séptima ventana – Los limpiadores
Ideales de limpieza
La herramienta del terror
Pan y circo
Mariposas chamuscadas
Martillar, martillar, martillar
Para ahora y para siempre jamás en todo tiempo y lugar
Sufrir y morir
Intentar ser un país normal
¿Limpieza de raza?
“Judío, puto y cornudo”
Acrobacia verbal
Octava ventana – Prohibido pensar
Lo mejor es ser analfabeto
Novena ventana – Las apariencias
Por la ropa se conoce a la gente
La honra se limpia con sangre
Sólo el noble puede ser noble
El séquito, ¿quién lo tiene más grande?
La importancia de usar almohadón
A pie andan sólo los miserables
Décima ventana – La vida es sueño
Un mundo de hombres encantados
Undécima ventana – Condenados al éxito
Dios es español. Y argentino
Epílogo
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