Matrícula en Educación Primaria
Se Sigue Restando...
por Consuelo Pérez
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La educación pública constituye desde hace más de un siglo uno de los fundamentos de la sociedad uruguaya y desempeña un papel determinante en nuestra historia, en la construcción de las identidades colectivas, en la formación de la ciudadanía.
Los principios de gratuidad, laicidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria fueron y son pilares de un sistema que se construyó muy tempranamente en comparación con los otros países de la región, paralelamente a la consolidación del Estado Nacional. De un Estado que impulsado por gobernantes capaces y comprometidos con el bienestar y crecimiento de TODO su pueblo, llevaron a este País a lugares de privilegio desde el punto de vista social e institucional y de la mano del Partido Colorado y del Batllismo.
A la recuperación de la democracia, otra vez fue el Partido Colorado el encargado de encausar al país por la senda del crecimiento y la integración con el mundo, en las dos presidencias del Dr. Julio María Sanguinetti. La enseñanza fue impulsada a través de reformas, leyes y el apoyo del gobierno. En ese marco, la matrícula en la educación primaria creció en forma constante y sostenida.
No aburriré con los números, pero refiriéndonos a los últimos períodos de gobierno, mencionaré que en el año 1995, al inicio de la segunda presidencia del Dr. Sanguinetti, la matrícula era de 343,826 alumnos. En el año 2000 de 394.400 y en el año 2004, último año de gobierno del Partido Colorado, de 404.515. Vale decir que en los últimos dos períodos de gobierno colorado, creció en 60.689 alumnos.
A la fecha es de 390.000. Se redujo entonces en más de 14.000 alumnos en los últimos años de gobierno “progresista”.
Además, en este año 2009 comenzó a regir la obligatoriedad de asistencia para niños de 4 años de edad, en función de lo que supone la aplicación de la Ley 18.154, impulsada por el Partido Colorado, lo que implicó la inscripción de más de 32.000 niños de esa edad. Si bien Primaria estimaba que este año la matrícula crecería en unos 5.000 alumnos, esa expectativa no se concretó, y el número, fue prácticamente igual al del año pasado.
El descenso se comenzó a dar desde el inicio del gobierno frenteamplista, pero sobre todo en el año 2006, donde la matrícula bajó en 5.127 inscripciones en relación al año anterior.
Desde filas oficialistas argumentan que esta huída de las aulas se debe a que, como el País “ha mejorado en forma sensible” del punto de vista de las posibilidades económicas de sus habitantes (¿?) entonces inscriben a sus hijos en la enseñanza privada… Es una burla, pero a las burlas estamos acostumbrados. Entre otras cosas por lo que acabo de mencionar, pues la principal caída se da en el 2006. ¿Tan rápido se resolvió el problema económico, que a ocho meses de gobierno la gente ya cambió a sus hijos para el ámbito privado?
Dado que entre 2002 y 2008 el aumento de alumnos en escuelas privadas fue de 5.774 alumnos, esta es una explicación digna del último discurso oficial. Por la soberbia, ignorancia e irrespeto hacia la población, y no asumir responsabilidades.
Porque es RESPONSABILIDAD Y OBLIGACIÓN DEL GOBIERNO hacer cumplir la obligatoriedad de concurrencia a las aulas. Máxime cuando se ha instalado un sistema de cooperación y subvención económica que supone un relevamiento de núcleos familiares desprotegidos, que no creo que estén mandando a sus hijos al José Pedro Varela o al Elbio Fernández.
Como en tantos otros ámbitos, no sólo no se cumple con los cometidos, sino que con total desprecio de la ciudadanía, de sus derechos y obligaciones, se ignora y disfraza el problema.
La propia Ley de Enseñanza, a espaldas de los actores de la misma, y con su desaprobación unánime, es un ejemplo contundente de la operativa imperante.
O quizá el asunto pase por otro lado: porque en realidad la cultura, el lenguaje, el respeto por el conocimiento, el respeto por los valores de la sociedad cultivados con esfuerzo y dedicación, son a diario mancillados e ignorados por la chabacanería, el discurso “de boliche” y la exacerbación de lo grotesco.
En ese entorno, quizá no sea realmente importante el hecho de concurrir a clase.
Quizá sea mejor poner escuelas de malabarismo para trabajar en las esquinas, o escuelas de manejo de armas.
No voy a mencionar a José Pedro Varela, porque corro quizá el riesgo de que algún infante cultivado en la cultura del populismo frenteamplista me pregunte: ¿de qué jugaba?
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