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Año V Nro. 330 - Uruguay, 20 de marzo del 2009   
 

 
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Fernando Pintos

Remigio Ángel González…
¿Hará de las suyas en Uruguay?

por Fernando Pintos

 
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         El pasado viernes 6 de marzo de 2009, el matutino «Prensa Libre», de Guatemala, publicó un artículo titulado «Concentra medios uruguayos», basándose en una información de la Agencia EFE. En el mismo se informaba que el magnate mexicano Ángel Remigio González estaba adquiriendo, a través de cómplices y testaferros, una considerable cantidad de medios de comunicación en Uruguay, con el propósito de crear lo que desde tiempo atrás acostumbra hacer en países tales como Guatemala: un imperio de comunicación que, en muchas ocasiones, incluye el monopolio de las frecuencias de televisión abierta. El texto a que me refiero, expresaba lo siguiente:

«…Montevideo. La ONG uruguaya Grupo Medios y Sociedad (GMS) denunció ayer que el empresario mexicano-estadounidense Ángel González presuntamente estaría comprando un gran número de emisoras de radio por medio de testaferros, para crear “de forma ilegal” la cadena de comunicación más grande de Uruguay.
GMS denunció que González, propietario de cadenas de televisión y radio en Guatemala, Paraguay, Ecuador y Argentina, entre otros, compró 10 emisoras de radio uruguayas, con lo que contraviene la legislación local.
En ese sentido, la ONG pidió la intervención “urgente” del Estado, mediante la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), por las transacciones.
“La legislación impide que sean titulares de servicios de radio y televisión extranjeros que no sean ciudadanos uruguayos y no vivan en el país. Para evadir esta limitación, el empresario ha utilizado testaferros para formalizar la compra o ha modificado la gestión de las emisoras, sin modificar la titularidad”, afirmó la ONG.
Según GMS, González compró las emisoras de radio pertenecientes a los grupos Sofía y Sarandí, cuyas frecuencias abarcan tanto la capital como la provincia.
El mexicano también estaría gestionando la compra de varias radios del Grupo Vargas, con emisoras en Montevideo, Punta del Este y Colonia, e incluso un canal de televisión en abierto de difusión nacional…».

         Complementando el artículo anterior, se adjuntaba un texto en recuadro, bajo el título de «Empresario que fuerza ley», con el contenido textual que sigue:

«…En declaraciones al semanario Búsqueda, Gustavo Gómez, dirigente de la organización GMS, dijo que el caso de González muestra a un “empresario que fuerza la legislación vigente, desarrollando prácticas que permiten que lo que se limita no sea aplicable para ellos”.

         Sin embargo, el presidente de la Ursec, Jaime Igorra, afirmó, en declaraciones también recogidas por aquel medio escrito, que su organización no ha detectado “ningún tipo de acción tendente a generar un oligopolio”, y rechazó la presencia de testaferros que actúen en nombre de González en el país.

“Que un empresario pueda asociarse con extranjeros no es una mala acción. Una empresa puede tener detrás de sí capitales extranjeros, y eso no es ningún delito”, enfatizó Igorra…».

         Ahora bien. Antes de adelantar mi opinión al respecto, se hará necesario incluir aquí otra información periodística. La misma se publicó el pasado martes 17 de marzo, también en el matutino «Prensa Libre» de Guatemala, bajo el siguiente título: «Prácticas de Ángel González son criticadas por la SIP». Me parece que esta postura de la Sociedad Interamericana de Prensa podrá ilustrar un poco más sobre el tema.

       «…Asunción. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) terminó ayer sus deliberaciones sobre libertad de prensa, y entre sus conclusiones incluyó señalamientos en contra de las prácticas, en varios países del hemisferio, del empresario mexicano Ángel González, cuyo nombre se vincula en al menos tres informes sobre acciones que atentan contra ese derecho.
La reunión, a la que asistieron más de cien representantes de periódicos del hemisferio y que fue inaugurada por el presidente paraguayo Fernando Lugo el pasado domingo, ha destacado también que varios gobiernos —entre ellos los de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Uruguay, Honduras y Argentina— mantienen una actitud de acoso en contra de la prensa independiente, razón por la cual fueron incluidos entre las resoluciones de la entidad continental.
También se lamentó que durante el último semestre han sido asesinados seis periodistas en las Américas, destacando que México es el país en donde resulta más peligroso ejercer el periodismo. La SIP exige de los gobiernos de México, Venezuela y Paraguay que estos asesinatos no vayan a quedar en la impunidad.
Sobre las prácticas de González en la región, la Asamblea de la SIP conoció denuncias sobre él en Guatemala, Uruguay y Nicaragua, mientras que varios delegados de otros países manifestaron que en diversas formas él opera de manera similar con sus concesiones, aunque casi siempre utiliza testaferros para realizar negocios, de acuerdo con las versiones.
La SIP señala en sus conclusiones que “las empresas de radio y televisión que González opera ahora en nueve países latinoamericanos han sido grandes infractores que se han puesto al lado de los gobiernos de turno, independientemente de su orientación política, y han aplaudido sus campañas contra las organizaciones periodísticas independientes”.
La denuncia que se hizo sobre el caso Uruguay consiste en que González está utilizando “testaferros” para comprar radios, que pone al servicio de ideas progubernamentales. En Nicaragua, su canal despidió a un periodista independiente por seguir una línea en contra del gobierno del presidente Daniel Ortega.
En cuanto al uso que hacen ciertos gobiernos de la región para premiar o castigar a los medios de comunicación según su línea editorial, se hizo referencia a Guatemala, por las amenazas y suspensión temporal de publicidad en los medios impresos, aunque no se añadió a esta nación en la lista de países que mantienen esta práctica que se considera corrupta y antidemocrática.
Durante la asamblea de la SIP ocupó también especial atención la difícil situación por la que atraviesa la prensa escrita estadounidense, en donde se han reportado numerosos despidos, producto de las dificultades económicas de algunos diarios y cadenas de televisión…».

         Mi opinión: Ángel González se estrenó como propietario de medios en Guatemala a principios de la década de 1980. En aquel momento, había en la televisión abierta del país cuatro canales privados (3, 7, 11 y 13) y uno del Ejército (5). Los canales 11 y 13 pertenecían a hondureño de origen árabe: Antonio Mourra. Los otros dos canales, fueron adquiridos por González a sus propietarios en una operación que los uruguayos denominarían «capicúa»: pagó siete millones de dólares por Canal 3, y tres millones de la misma moneda por Canal 7. Diez millones de dólares de aquella época, cuando la divisa americana valía muchísimo más que en estos momentos. Pero también comenzó a adquirir emisoras de radio. Y poco después montó una distribuidora cinematográfica y abrió una cadena de cines. Y, además, abrió varios restaurantes. La pregunta del millón hubiera sido, en aquel envión inicial de González en Guatemala: ¿y de dónde salió tanto dinero? La pregunta tenía cierta lógica, toda vez que, apenas algunos años atrás, el personaje había llegado a Guatemala con una mano atrás y otra adelante, para dedicarse una muy poco fructífera actividad: vendedor de libros.

         Las malas lenguas dicen que, en aquellos comienzos de los años 80, las voluminosas cifras que se emplearon para iniciar este imperio mediático provinieron de una amistad que González había cultivado en su juventud. Ésta era Margarita López Portillo, hermana muy cercana y querida de quién llegó a ser el sexagésimo y, al mismo tiempo, uno de los presidentes más corruptos y señalados que tuvo México durante el ,pasado siglo XX: José López Portillo, cuyo período de gobierno transcurrió entre los años de 1976 y 1982. Malas lenguas y todo, no me crean a mí. De repente, se pueda creer un poco más en «Wikipedia», donde se explica lo siguiente acerca del personaje:

       «… Conforme avanzó el sexenio la excentricidad, el despilfarro y el influyentismo se apoderaron del mandato de López Portillo. Olvidándose de su investidura, el presidente obligó a que la gira papal hiciera una parada en la Residencia Oficial de los Pinos con el objeto de que Su Santidad celebrase una misa especial para su madre, contestando a sus detractores que "pagaría de su bolsillo" las sanciones administrativas previstas por violentar la laicidad de un espacio oficial y subestimando los problemas evidentes por la inexistencia de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano; su esposa, mujer de arrogancia y reiterados desplantes, tomó en sus manos la política cultural del gobierno sin experiencia alguna y ordenó, por ejemplo, que se integrara una orquesta sinfónica especial, la Filarmónica de la Ciudad de México, para dar a conocer sus dotes de pianista con temas del grupo Mocedades; y su hija Paulina debutó como baladista juvenil y fue apoyada para alcanzar el éxito.
Pero lo más delicado es que nombró en importantes cargos a familiares directos, vanagloriándose además por ello, en especial del caso de José Ramón, su primogénito, quien se desempeñó como subsecretario de Estado ("Es el orgullo de mi nepotismo", exclamaría orondo). Otros beneficiarios fueron su hermana Alicia, que fungía como su asistente; su hermana Margarita, designada titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación (temida y odiada por su actitud caprichosa y altanera frente a dueños de medios, creadores, productores y directores que la acusaron de herir de muerte a la industria de la pantalla grande, apodándole la "pésima musa" como burla por su admiración hacia la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz, y sus malhadados intentos como escritora y guionista de películas); su primo Guillermo, convertido en presidente del entonces llamado Instituto Nacional del Deporte; y Rosa Luz Alegría, con quien sostenía una relación extramarital, fue colocada a la cabeza de la Secretaría de Turismo…».

         Volviendo con las malas lenguas: Margarita, oscuro personaje que se las ingenió, entre otras hazañas, para transformar el cine mexicano de aquella época en una reverenda inmundicia, habría proporcionado dinero proveniente de la corruptela gubernativa para comprar medios en Guatemala, y para hacerlo en muchos otros países de América Latina. Una vez bien asentado en Guatemala, González comenzó su labor de zapa para destruir a su competidor, Mourra, y apoderarse de los canales 11 y 13. Llegó a un acuerdo tortuoso con las principales agencias de publicidad y se inventó una cláusula de «exclusividad», según la cual, las firmas que anunciaran en los canales 3 y 7 estaban impedidas de pautar en el 11 y el 13. La conspiración funcionó bien. Pocos años después, Mourra, ya desesperado y casi en la quiebra, se suicidó. Y entonces, de inmediato, González compró los canales 11 y 13 a los deudos del infortunado suicida. Como se verá, una política empresarial agresiva en grado sumo. Por desgracia para tal clase de empresarios, mucha gente consideraría tamañas políticas bajo una óptica bastante diferente. «Es algo criminal», dirían seguramente.

         Sin embargo, las andanzas de este empresario andante —a todas luces un antiquijote eximio— son un poco más tenebrosas si se las analiza bajo la lente macro no ya de lo empresarial, sino más bien de lo institucional y lo político. Desde muchos años a esta parte, es vox populi —hasta repetida por los medios de comunicación independientes— que la envilecida clase política de Guatemala vive en peregrinación casi perenne hacia esa meca tropical llamada Miami (lugar de residencia permanente para González), con el propósito de conseguir espacios gratuitos en los medios del magnate, sobre todo en épocas de agitación electorera. Y el asunto ha llegado a adquirir tales proporciones, que González ha pretendido en varias ocasiones colocar gobiernos o funcionarios públicos a su completo antojo. Y también, en algunas otras oportunidades, ya fuesen el Gobierno en turno o el Congreso de la República, le han estado aprobando leyes o directivas directamente encaminadas a beneficiar su imperio. Toda una bicoca, como dijera el canario.

         En definitiva: nada es de extrañar en este Uruguay desgobernado por el Frente Amplio. No extraña el avance de la narcoactividad en un país que siempre había estado sorprendentemente limpio de tamaño flagelo. No extraña la corruptela gubernativa. No extraña la supresión de los festejos patrios de la Nación. No extrañan los ministros/payasos —a veces también mojados—, ni los presidentes que, al mejor estilo de republiqueta bananera, hacen promoción política prohibida por la Constitución de la República. Y si todo este espeso y repulsivo caldo gordo no puede ya extrañar… ¿A qué extrañarse de que entre a ser parte de este abominable panorama, otro personaje con las mismas capacidades para hacer daño y sembrar la confusión?

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