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La gobernabilidad
por Dr. Francisco Gallinal
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“La gobernabilidad es un clima”. En esos términos se expresaba Wilson Ferreira Aldunate en su discurso de la explanada municipal el día de su liberación, ocasión en la que acuña este término que ingresa de lleno a la vida política nacional para convertirse en un concepto, un valor distintivo llamado a perdurar.
Y efectivamente es un clima que se puede alcanzar en la medida en que los diferentes actores políticos, una vez culminada la campaña electoral, pongan su mejor disposición para buscar entendimientos, defender en común un conjunto de postulados o de líneas de acción que hagan viable el desempeño del gobierno.
No necesariamente implica la conformación de gobiernos de coalición. De hecho no lo significó en la gobernabilidad que otorgó Wilson a la transición que se inició en marzo de 1985. Tampoco es una concesión que se le hace al gobierno de turno; es un aporte que se le realiza al país en la búsqueda de las mejores condiciones para salir adelante.
Allí radica la confusión del Frente Amplio respecto a lo que fue la acción desarrollada por Wilson Ferreira. No se trató de un acuerdo con el gobierno del Partido Colorado, ni de un reparto de cargos entre los partidos. Fue la decisión personal de Wilson, respaldada luego por el Partido Nacional, de ayudar al país, de permitirle al Uruguay salir del trauma que le significó la dictadura militar, generando el clima indispensable para ayudar a la cicatrización de heridas profundas, y a la consolidación de la democracia a través del fortalecimiento de las Instituciones.
Pues bien, hoy ese importante concepto, ahora convertido en instrumento político, vuelve a la consideración ciudadana a través del programa de gobierno que hemos puesto a consideración en la jornada del lunes pasado. UNIDAD NACIONAL cree en la gobernabilidad, y la ha incorporado a su programa, a su pensamiento y a su acción política futura, muy especialmente para el caso de ganar la próxima elección nacional.
La idea es ponerlo en práctica una vez culminado el acto electoral y conocido el nombre del próximo Presidente de la República. A partir de allí, agotar las instancias con todos los Partidos Políticos y organizaciones sociales, con el propósito de tejer esos entendimientos. Cada partido decidirá hasta donde es capaz o se siente en condiciones de llegar. Si va a hacer lo necesario para crear ese clima, si además va a integrar los cargos de administración, si eso incluye la participación en los Ministerios, en fin, esa es decisión de cada uno.
Pero esas etapas las vamos a comenzar a dialogar luego de la segunda vuelta. Sin exclusiones de ninguna naturaleza, sin escatimar el esfuerzo con tal de llegar a entendimientos, desde luego siempre manteniendo como hoja de ruta el programa que hoy proponemos. No sea cosa que tanto diálogo termine en confusión, y luego no exista un conjunto de principios rectores que guíen, que le den norte claro al próximo gobierno.
En ese camino a recorrer, vamos a empezar por asegurar la presencia de la oposición en los Entes Autónomos y Servicios Descentralizados, para que no se repita ésta tan mala experiencia de que un solo partido controla todo y, por consecuencia, ni la oposición ni la ciudadanía están en condiciones de controlar nada. Y vamos también a convocar a los partidos para, en los primeros treinta días de gestión, integrar los Organismos denominados de contralor, vale decir, la Corte Electoral y el Tribunal de Cuentas.
Porque como lo señalamos en su momento, el haber dejado a la oposición afuera de los Entes ha hecho más pesada la mochila del gobierno que al momento de pasar la raya, a la hora del balance, no puede dar ejemplo ni de transparencia ni de cristalinidad, porque gobernó solamente con los suyos, cubierto por sus mayorías, sin permitir el ejercicio de los contralores indispensables en un gobierno democrático.
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