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Hay que pagarle al Club de Paris
por Martín Krause
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En estos momentos de crisis económica mundial se reclaman hombres prácticos que tomen medidas concretas, no parece ser el tiempo de los filósofos. No obstante, sería un error desatender a sus consejos, sobre todo si han sido reivindicados por numerosas experiencias prácticas.
Uno de ellos proviene del escocés David Hume. En su ‘Tratado sobre la Naturaleza Humana’, sintetizó en pocos renglones las que entendía como leyes fundamentales para la convivencia en sociedad, aquellas que permitirían a los pueblos progresar y alcanzar sus metas individuales. Dijo así: “Donde la posesión no tiene estabilidad habrá guerras perpetuas. Donde la propiedad no se transfiera por consentimiento, no puede haber comercio. Donde no se cumplen las promesas, no puede haber ligas o alianzas.
En síntesis, nos está diciendo que una sociedad que prospere tiene que respetar la propiedad, la libertad de contratación y una norma moral para cumplir con la palabra empeñada. Son tres leyes básicas que se encuentran detrás de todo el impresionante desarrollo de Occidente, desde la Revolución Industrial hasta la revolución tecnológica actual.
Desde hace tiempo los argentinos han dejado de creer en estas leyes básicas y han aceptado todo tipo de atropellos por parte de muy diversos gobiernos. En losúltimos meses, hemos visto la estatización de los fondos de pensiones, la intromisión en todo tipo de contratos y ahora, en estos días, se agrega otra mancha más a nuestra foja de incumplimiento de promesas.
El año pasado, la presidente anunció el pago de la deuda pendiente con el Club de París. Ésta, en un monto superior a los 6 mil millones de dólares, fue contraída oportunamente con distintos gobiernos, entre los cuales los principales son Alemania, Japón, España, Holanda, Francia, Estados Unidos, Italia y Suiza. Esta deuda está sin pagar desde el default argentino de fines de 2001.
Su falta de pago no solamente afecta la reputación del país, su capacidad de obtener nuevos créditos, mucho menos de esos países, sino al sector privado en general, ya que no se pueden aprovechar las ventajosas condiciones de financiación para la importación de maquinarias y equipos. Esto es así: una empresa argentina quiere renovar o ampliar sus maquinarias y comprarlas en Alemania. Normalmente el exportador alemán podría ofrecerle un pago financiado con una tasa de interés muy baja porque obtiene un seguro de una agencia alemana de seguro de crédito.
Estas agencias clasifican a los países en una escala de 1 (el más confiable) a 7 (el menos y al que no se le otorga crédito). La Argentina después del default está en el 7, quiere decir que el importador tiene que pagar al contado o financiarse en el mercado a un alto costo.
Arreglar con el Club de París (que nuclea a todos los países acreedores) era el comienzo de la solución de este problema, que además afecta al flujo de inversiones privadas de esos países.
Pero ahora se lee en los diarios que este pago se habría suspendido, teniendo en cuenta la explosión de la crisis financiera global a fines del año pasado.
Es cierto que, dada la nueva situación, tal vez convenga concentrarse en garantizar los otros pagos de la deuda que vencen este año, y despejar las dudas de un nuevo default, pero la promesa se había hecho. Tal vez esto no quiera decir que hay que pagar irremediablemente, pero lo que no se puede hacer es simplemente dejar el tema de lado.
El mantenimiento de la promesa demandaría que Argentina ratifique su voluntad de pagar y que llame a los acreedores a negociar abiertamente un calendario de pago acorde a las actuales circunstancias. Lo que no podemos es olvidar el tema e ignorarlo. Forma parte de esa ley básica, si no cumplimos no habrá ligas o alianzas, o las habrá solamente con Chávez y Raúl Castro, quien además nos debe una buena suma que nunca nos ha pagado.
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Fuente: Fundación Atlas 1853 |
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