Lo que se juega el país en la próxima elección
por Martín Míguez Seré
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La democracia es, sobre todo, una forma de vivir. Cuando se sufraga, no sólo se está introduciendo una papeleta en un buzón, sino que también se está optando por una forma de ejercer la democracia, esto es, por un estilo de vida, por una forma de ver y hacer las cosas. Esto es lo que se juega el Uruguay en la próxima elección. Si el soberano opta por renovarle la confianza al oficialismo y, por consiguiente, profundizar “el cambio”, estará, en definitiva, inclinándose por un estilo de gobierno que aplica y promueve una cultura social que, desde la perspectiva de los que no la compartimos, creemos –convencidos de ello- que le hace muchísimo daño al país.
Esto es así porque no estamos de acuerdo con una forma de hacer política que promueve e incentiva un estilo de vida basado en una mentalidad mediocre. Convencidos están que lo más conveniente es igualar para abajo. Siempre para abajo. Ellos nunca lo dirán ni lo admitirán públicamente, pero ese silencio lo traducen en las políticas que vienen implementando desde que son gobierno, donde buscan, como objetivo final –insisto- achatar para abajo.
Consagrado en un sistema tributario que castiga al que más trabaja, metiéndole indiscriminadamente la mano en el bolsillo a la gente, para poder tapar y agrandar los agujeros negros de una burocracia que es el principal parásito que tiene este país, el cual todos los políticos lo saben, pero nadie hace nada. Justificado, claro está, por la mentira del que el “tiene más, que pague más”.
También se halla consagrado en un plan de equidad, que es el más puro ejercicio demagógico que un gobierno puede realizar, orientado a fomentar el ocio y destruir la cultura de trabajo de una sociedad. A cambio de absolutamente nada, le pagamos (porque sale del bolsillo del contribuyente) a la gente para que se quede sentada en su casa sin hacer nada. Obsérvese la paradoja: el gobierno castiga al que trabaja y beneficia al que no hace nada.
Asimismo, se refleja en una educación que cada vez pide más cantidad y ofrece cada vez menos calidad. Se prioriza el debate por el poder y se deja de lado lo esencial: cómo mejorar la calidad de la enseñanza en búsqueda de la excelencia. Se recortan las horas de inglés y se elaboran textos de estudio completamente parcializados y tergiversados que adoctrinan a las nuevas generaciones de acuerdo a sus intereses ideológicos.
A su vez, está explícito en una política de salud que no se concibe por el gobierno si no es controlada íntegramente por el Estado. Este es el que decide por el ciudadano en qué mutualista deberá permanecer (sin posibilidad de desafiliarse), hasta que un grupo de “iluminados” decidió, hace unas semanas, abrir el corralito para darle la “libertad” al usuario para cambiarse de mutualista, porque el panorama se estaba complicando y mucho. Un ministerio que censura la libertad de las instituciones médicas a incorporar nueva tecnología – por ejemplo, el caso de la máquina que detecta el cáncer-, sin que antes lo haya adquirido el Estado, porque las mutualistas se olvidaron que si no lo tienen todos, no lo tiene nadie.
Estos casos y muchos más –que el lector seguro conoce- son los instrumentos que este gobierno utiliza para penetrar en el fondo de la sociedad y, desde ahí, propagar su visión de país. Una administración que tiene una forma de ver las cosas desde una óptica anacrónica sesgada por una ideología que no le permite adaptarse al mundo actual. Esto repercute directamente en una manera de hacer las cosas caracterizada por la improvisación, la sequía de ideas, etc., que redunda en una absoluta incapacidad para resolver los problemas. Por lo tanto, esto impacta directamente en la sociedad forjando una mentalidad mediocre, consagrada en la bandera del mínimo esfuerzo. En en la cual se ve que al que le va bien no es por su trabajo y sacrificio, sino porque robó, e inmediatamente hay que ponerle palos en la rueda. En la cual el individuo sueña con un empleo público que le garantice un sueldito, modesto pero seguro, para “ir tirando” hasta la jubilación. Hay que decirlo: esta cultura no comenzó con este gobierno, pero sin duda que éste ha hecho todo lo posible para profundizarla.
En definitiva, en las próximas elecciones la cuestión se centrará entre continuar y profundizar “el cambio” –que sigue y seguirá igualando para abajo-, o apostar por una forma de ver y hacer las cosas orientada a promover y defender la libertad y la justicia, en haras de consolidar una cultura social que iguale hacia arriba, apuntando a la excelencia. En esto se juega su futuro el país. Porque como decía Kennedy, “no hay que preguntarse qué puede hacer tú país por ti, sino qué puedes hacer tú por él”.
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