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Año V Nro. 353 - Uruguay, 28 de agosto del 2009
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Han pasado dos meses de las elecciones internas del 28 de junio, elecciones en las que modestamente pronosticamos que luego del resultado no habría marcha atrás y por 5 años, luego del resultado del 25 de octubre próximo y del último domingo de noviembre, el país se encaminaría hacia su futuro de la mano, en el acierto o en el error, de quien resulte electo presidente de todos los uruguayos. En aquél momento planteamos porqué respaldábamos a Jorge Larrañaga como presidenciable no dejando de reconocer el espectro político de ese momento; y así se lo hicimos saber además, a quienes apoyábamos dentro de Alianza Nacional. En junio de 2008 el Dr. Lacalle ni picaba en las encuestas, no era llamado ni siquiera a “calentar” para el partido y durante el tiempo siguiente, quienes “ostentaban” la mayoría, marcaban en las encuestas y formaban parte de la institucionalidad del país, “durmieron” sobre laureles creyendo sobre la inalterabilidad de la “tabla de posiciones”. No bien pasadas las primeras semanas de enero de 2009, en pleno verano, Luis Lacalle demostró que es quien es no por casualidad y los meses que siguieron deshojando el almanaque, no solamente la tabla lo comenzó a registrar sino que lo puso encabezando la misma coronándose ganador de la interna. El Dr. Lacalle realizó una interna impecable, con un rumbo perfectamente delineado y jugando a ganar el “premio mayor”, lauro que consiguió; a quien nosotros apoyamos el espectro que lo rodeó o parte de él, no le ayudó a visualizar que algunos planteamientos eran equivocados para ganar la interna y para posicionar a su Partido como vencedor de las elecciones nacionales. Luego del resultado del 28 de junio nos llamamos a silencio hasta hoy. Siempre dijimos que quién cometiera menos errores, contaría con mayor respaldo de la ciudadanía hacia octubre. Luego del 28 de junio donde el Partido Nacional pegó primero y bien, uniendo a la colectividad y definiendo la formula presidencial, observamos una actitud diferente en el Dr. Lacalle, un Lacalle distinto al Lacalle hacia las internas. Una serie de errores y apreciaciones por todos conocidas que empañaron aquella interna. Durante este tiempo he registrado todas las apariciones de los candidatos en los medios de prensa y llegué a preguntarme: ¿Cuál es el verdadero Lacalle? ¿El de antes de las internas o el que hemos visto hacia octubre y noviembre emitiendo mensajes inadecuados? Tarde, pero aunque tarde, nobleza al fin, el Dr. Lacalle ha reconocido públicamente esos errores que lo devuelve, a mi modesto entender, al ruedo “grande” de competición, al de la altura en la propuesta, al de la visión nacional por encima de lo partidario, al concepto de “País” por sobre el de “Estado” y, por sobre todas las cosas, al de sentirse, en el privilegio de haber sido elegido el presidenciable por su Partido, un instrumento para lanzar al Uruguay al futuro. Este miércoles 26 de agosto pasado, desde la sala de conferencias del Hotel Radisson Victoria Plaza, el Programa En Perspectiva de Radio El Espectador, en su Ciclo: “Los presidenciables cara a cara con los empresarios” y conducido por el periodista Emiliano Cotelo, acompañado por Alfonso Lema y Pablo Roselli de la Consultora de Deloitte y Oscar Botinelli de Factum, recibieron a los integrantes de la fórmula presidencial del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle y Jorge Larrañaga en el segundo encuentro de este Ciclo. Recomiendo la nota (completa a partir de ayer) ya que allí ambos dirigentes políticos delinearon el país que proponen y que pretenden impulsar junto a la ciudadanía. A casi dos meses de la contienda electoral del 25 de octubre, es saludable escuchar y percibirlo, tomando distancia de la intelectual rispidez peyorativa del contrincante oficialista. Y si debo mencionar el planteamiento que describe el Uruguay del futuro, en el mundo de hoy, el Dr. Lacalle lo sintetizó describiendo las prioridades internacionales del país, como él dijo, “en un solo párrafo”:“cliente de todos, amigo de muchos, aliado de quien convenga, parecido a alguno, pero igual a nadie”. Quiero culminar esta nueva aparición con un reconocimiento muy especial a un hombre que se encamina a convertirse en el recambio generacional dentro del Partido Nacional y del espectro político del país para este siglo, y me refiero a Carmelo Vidalín, cuyo concurso le permitió al Dr. Lacalle triunfar en las internas, dándole el aire fresco que el sistema político del país necesita. Carmelo, con quien me une la fraternidad, seguirá profundizando sus conocimientos y trabajando como lo hizo hasta ahora, para dentro de 5 años, la ciudadanía pueda contarlo entre los conductores del futuro del país, decidiendo si llegó la hora de que los vientos nuevos “soplen” con toda su intensidad. Por último, no puedo dejar de recordar parte de las palabras del señor presidente Vázquez en las escalinatas del Palacio Legislativo al asumir como presidente: “gobernaré con las dos Biblias, la Constitución Nacional y el Programa del Frente Amplio”; que el Programa del FA haya sido violado por Vázquez, atañe sólo a la fuerza política y ella decidirá en consecuencia, pero la Constitución Nacional va más allá de cualquier interés o persona y nuevamente con el acto político de Bella Unión el presidente ha violado el precepto constitucional mencionado en el Artículo 77, Inc. 5 de la Constitución. Lo de Bella Unión fue un acto político en apoyo a la fórmula Mujica-Astori, y no hay peor ciego que el que no quiera ver. Lo lamentable fue que usara a Don Mario Benedetti para disfrazar su arrogancia y soberbia. Dijo el presidente: “Por ello, con moderación y el derecho que tenemos, seguiremos defendiendo nuestra gestión de gobierno, aún desde el mismo gobierno. La defenderemos aún desde el propio gobierno, trabajando con honestidad, con decencia, con seriedad, con responsabilidad. Tal como lo dice Mario Benedetti, en defender la alegría. Escuchen a Mario Benedetti y cambien el término alegría por el gobierno y saquen las conclusiones que ustedes quieran, escuchen: “Defender el gobierno como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias, y las definitivas. Defender el gobierno como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias, y los graves diagnósticos. Defender el gobierno como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas, de la retórica y los paros cardiacos, de las endemias y las academias. Defender el gobierno como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos, de los suicidas y los homicidas, de las vacaciones y del agobio, de la obligación de estar alegres. Defender el gobierno como una certeza, defenderla del óxido y la roña, de la famosa pátina del tiempo, del relente y del oportunismo, de los proxenetas de la risa. Defender el gobierno como un derecho, defenderla de dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar, y también de la alegría”. Ha sido el presidente una vez más y por su boca, y no nuestra interpretación, quien hace gala de su no apego a la norma constitucional, por eso, no más Vázquez ni lo que lo perpetúe o represente. © Walter Sánchez Sedez para Informe Uruguay
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