P O L Í T I C A
(Segunda y última parte)
Escribe: Ernesto Martínez Battaglino
Decíamos en el número anterior, que los uruguayos y el Uruguay nacieron politizados y siguen politizados. El síndrome de la política (de la filosofía política y de la política partidaria), está enraizado en nuestros genes, los mismos que nos han moldeado a todos con ese común denominador, con la única diferencia que a algunos los ha encauzado hacia tendencias coloradas, y a otros hacia tendencias blancas, ya que hasta no hace tanto influyó la tradición y las banderías de nuestros mayores para formar e inducir a sus descendientes hacia uno u otro partido fundacional, incluso, hasta a los que han tomado posición en otras tiendas, los que quiérase o no, están igualmente impregnados de aquellas primarias inclinaciones formadoras y enseñadas.
A fines del siglo XIX y principios del XX se vivió una reactivación ideológica al influjo de viejas y nuevas doctrinas filosóficas europeas, que nos llegaban con mayor abundamiento y rodeadas de expectativas renovadoras. Así surgieron doctrinas cristianas, otras socializantes y democráticas y otras más ortodoxas y no tan aferradas a los principios básicos de la democracia, como lo fue el socialismo marxista.
Esto llevó a que los partidos tradicionales, Blanco y Colorado, también fueran absorbiendo y haciendo suyos esos principios básicos que tanto el cristianismo como el socialismo traían implícitos, los que fueron fácilmente asumidos por blancos y colorados, dado que, en el fondo, no estaban sus postulados tan alejados de lo que de Europa nos venía con fuerza arrolladora.
Así fue que el Partido Blanco o Nacional se alineara más hacia las doctrinas cristianas, comprensible por ser una nación joven y adoctrinada por la Iglesia Católica Apostólica y Romana, inculcada y legada por españoles y portugueses, al punto que a sus fueros y sumisión obligaba hasta nuestra Constitución de 1830. Además, influyó en sumo grado que tomara ese camino el hecho que su electorado y sus dirigentes más conspicuos se nutrían del interior del país, más tradicional y aferrado a enseñanzas de sus ancestros, y por las familias más adineradas también de las ciudades, siempre mucho más religiosas y ligadas a la Iglesia Católica.
En cambio, el Partido Colorado, mucho más ciudadano y popular y con una concepción más abierta para asimilar ejemplos y principios revolucionarios, también venidos de Europa y de los Estados Unidos de Norte América, fueron los principios y los postulados del socialismo democrático los que más y mejor fueron comprendidos y compartidos por el Partido Colorado y su gente, dado los nuevos enfoques económicos que implicaban, como también los principios en defensa de los derechos de los trabajadores y de la gente en general que traían implícitos, ya a esa altura, no tan alejada al enfoque social y económico que del país se tenía por parte de esa colectividad.
Así se fue desarrollando el espectro político hasta un poco más de mediados del siglo XX, con un Partido Colorado y un Partido Nacional fuerte y que se venían alternando en el gobierno nacional. El Partido Colorado gobernando mayoritariamente desde mediados de los 60 del siglo XIX hasta pasado la mitad del siglo XX, para a partir de ahí, alternándose con el Partido Nacional hasta los días de hoy, en una suerte de apoyo mutuo ante acuerdos que se renovaban según las circunstancias y las oportunidades de acordar o no, dado incluso, y lamentablemente, la conveniencia electoral de unos u otros, en cada oportunidad.
En todo ese largo período acompañaron en el Parlamento Nacional y en alguna oportunidad hasta integrando el elenco ministerial, el Partido Unión Cívica, el Partido Socialista, el Partido Comunista, y luego, en varias oportunidades, pequeños partidos que aparecían y luego desaparecían o se fusionaban con otros para formar otro mayor o coaliciones, como ocurre con el "Encuentro Progresista-Frente Amplio", compuesto actualmente con más de veinte partidos o fracciones de distinta índole, donde los une una doctrina de izquierda por ellos aceptada, aunque difieran en forma alarmante si se toman los conceptos que de los temas sociales, económicas y gubernamentales en general, cada uno, individualmente sostiene.
Si bien hay fracciones que se muestran moderadas y hasta con predisposición a llegar a acuerdos consensuados, la posición oficial de la coalición, contundente y mayoritariamente apoyada, es de mantener una permanente oposición que se tildaría de tozuda, ya que siempre pone de antemano lo que cree beneficioso electoralmente para ella, sin tener nada en cuenta al país y a su gente, aunque se rasguen luego las vestiduras diciendo que lo hacen por la conveniencia y felicidad de la República.
La diversidad de su composición la hacen imprevisible. La componen buenos técnicos en el área económica y en otras muchas disciplinas, pero con una concepción política que diría peligrosa por su pluralidad, ya que se encuentran en una extraña mezcla moderados y extremistas. Conviven demócratas, con aquellos que aplauden a dictadores; existen otros que están dispuestos a admitir dialogar y consensuar. con los que mantienen una posición de extrema intolerancia con todo lo que no venga de sus tiendas; mientras hay, hasta hoy día, quienes justifican la violencia para hacer triunfar sus convicciones, como ya en otros tiempos varios de los actuales integrantes lo efectivizaron, dejando lacerantes heridas entre sus contendores y en el país en general.
Ahora bien y para completar, diremos que en la actualidad también tiene vida parlamentaria el Partido Nuevo Espacio, con un senador y cuatro diputados, el que, en acuerdo ya publicitado, pasaría a integrar el Encuentro Progresista-Frente Amplio. Ante tal decisión, ese partido también se fracciona, desgajándose de él el Partido Independiente, con tres de sus actuales parlamentarios. Por lo tanto, lo que realmente se lleva el Nuevo Espacio para el EP-FA es un senador y un diputado, llamando la atención que ambos son hermanos entre si.
Explicitado el pasado y el presente político nacional, nos cabe solo tratar de dilucidar que ocurrirá de ahora en adelante, más, al tener un año electoral ya casi a las puertas de iniciarse su tradicional campaña, en pos de las postulaciones de candidatos presidenciables de cada uno de los partidos que a la nueva elección nacional se presenten.
Ante una nueva oportunidad ciudadana, nos queda solo desear que el electorado tenga el suficiente discernimiento para saber bien elegir, sin que el voto caiga en la urna influido por negativismos y por falsas represalias, según como le haya ido en el actual período, dado que sabemos que en general éste fue malo para todos, y por circunstancias muy ajenas al país y al gobierno en su gran mayoría.
No por eso dejamos de reconocer, igualmente, que por vicios difíciles de erradicar, tanto por gobernantes como por la oposición, el esquema político está en falta, al no haber sabido encontrar y permitir un punto de encuentro tolerante para todas las partes, y así dar los pasos que nos permitan convertir al Uruguay en un país desburocratizado, ágil en los trámites gubernamentales, sea en la esfera que sea, y que así facilite el buen andamiento y el control debido sobre todas las obligaciones y derechos que nuestras leyes nos otorgan, forma primaria para tener un camino despejado para el despegue social y económico, que buena falta nos hace.
Ante esta nueva circunstancia, solo nos queda exigir a nuestros políticos que actúen con honradez, con buen discernimiento y dando la mayor oportunidad de acuerdo entre todos, que sin duda esa será la forma de alcanzar un buen gobierno.
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