27 de JUNIO de 1973
por Dr. Marcelo Gioscia Civitate
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En esta fecha se cumplen hoy, treinta y cinco años del Golpe de Estado que derribara las Instituciones Democráticas de nuestro país. Aunque quizá, el “golpe inicial”, lo fue el 9 de Febrero de ese mismo año, (que fue aplaudido por sectores de izquierda y en particular por el Partido Comunista del Uruguay) en el que, las Fuerzas Armadas (con la honrosa excepción de parte de la Armada leal al C/A Zorrilla) requieren y obtienen prerrogativas y espacios de poder que excedían los límites constitucionales. Lo cierto es que, el 27 de Junio de 1973, mediante el Decreto del Poder Ejecutivo, presidido entonces por Juan María Bordaberry, se dispuso la disolución del Parlamento y la instalación del Consejo de Estado.
Con la falaz promesa de convocar a elecciones anticipadas, que no se llegaron a realizar, y aduciendo razones de “conmoción interior”, quien había llegado al Sillón Presidencial de la mano de Jorge Pacheco Areco (en su fallido intento re-eleccionista) luego obtendría la proscripción de los políticos y de todos quienes integraron las listas electorales, sobreviniendo la pérdida de garantías y el derrumbe del Estado de Derecho.
Con la firma de este decreto, quien había sido electo democráticamente como el candidato más votado del Partido Colorado, en las reñidas elecciones de 1971, se convertía en dictador, y basaba su permanencia en el poder, no en la legitimidad de las normas jurídicas que habían permitido fuera proclamado como Primer Mandatario, sino en la fuerza de los tanques y las bayonetas.
Una oscura noche, sin derechos ni libertades civiles y con ciudadanos clasificados según categorías, cubrió entonces nuestro suelo por más de una década y una sucesión de excesos de toda índole se produjeron.
Nuestro país, uno de los primeros en lograr un Estado de Bienestar, propio hoy de los países más desarrollados, venía padeciendo el atentado a las instituciones desde 1962, por grupos subversivos que se creyeron dueños de una verdad “revolucionaria”, que debían imponer por la fuerza, aún desoyendo a su propio referente: el Che Guevara (quien en su visita a Montevideo les aconsejó no utilizar las armas atento al sistema electoral y de partidos políticos existentes), siguieron propugnando la lucha de clases y alentando los odios contra las “formales libertades burguesas”, que decían aborrecer.
Tanto fue así, que previo al golpe de Estado que hoy recordamos, se había ido generando un clima de desestabilización, robos, secuestros, asesinatos y violencia social, que había obligado a las autoridades constituidas legalmente, a imponer las medidas prontas de seguridad y a fortalecer la respuesta policial con la suma de efectivos del Ejercito Nacional, integrados en lo que se conoció como las Fuerzas Conjuntas. Estas fueron las que derrotaron a los subversivos casi un año antes del golpe de Estado que hoy recordamos, por ello la ilegítima permanencia en el poder -luego de haber cumplido la tarea encomendada- obedeció a otros apetitos.
Quienes sembraron vientos, recogieron tempestades y quien a la postre terminó perdiendo en esta jugada fue el país todo y su gente. Pues a los excesos, le siguieron los recelos, los odios, los resentimientos, las ocultaciones y el ánimo de venganza se instaló entre nosotros, habitantes del que fuera otrora (en el concierto de Latinoamérica y el mundo) un “pequeño país modelo”.
A más de veinticuatro años del retorno a la Democracia y a más de tres años de asumir el primer gobierno de izquierda de nuestra historia (conformado por muchos de aquellos subversivos que se alzaron en armas contra las instituciones de nuestra República, previo al golpe de Estado) seguimos en muchos aspectos condicionados por aquellos enfrentamientos ideológicos y por el revanchismo que se vincula sin dudas a ese pasado.
¿Cuánto se tardará en recomponer nuestra sociedad de las heridas que le dejaron aquellos enfrentamientos?; ¿Cuándo se encaminará nuestra sociedad por la senda de grandeza y superación constante de su gente, por la que algún día transitó?; ¿Tendremos que esperar se produzca el fallecimiento y entierro de los protagonistas de entonces, para poder avanzar?; ¿Hasta cuándo seguiremos anclados en el pasado?
La respuesta a estos interrogantes se impone. Pero para ello, hay que permitir el acceso a la más completa información histórica, sin hemiplejías.
Comencemos por trasmitir a las actuales generaciones los valores y principios democráticos y republicanos que una vez hicieron grande a nuestro Uruguay, con el ejemplo constante, en primer lugar, de quienes detentan el poder del Estado.
Debiera ser ésta una tarea permanente, si deseamos no repetir lo vivido.
Pero advertimos, que lamentablemente, muchos comportamientos de los actuales actores políticos, parecen indicar que en estos treinta y cinco años, -en los que debiera haberse aprendido la dura lección que padecimos- no se ha adquirido en cabal forma ese conocimiento.
Desde las más altas esferas, se sigue desconociendo a las Instituciones y a la Constitución de la República, y el mensaje a la ciudadanía no resulta claro, sino por el contrario, azás contradictorio y por ello, peligroso.
Corresponde pues reflexionar y actuar desde cada uno de nuestros ámbitos, para robustecer la dignidad de la persona humana, y el ejercicio de sus libertades y responsabilidades, para así fortalecer y poder mantener, la vigencia plena del Estado de Derecho.
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