Mujica versus Ley de Caducidad
por Aquiles Diggo
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El Senador Mujica, en una actitud casi infantil, (esperemos que no sea un síntoma de demencia senil) dando un portazo a su manifiesta y varias veces reiterada aprobación de la referida ley, se “rechifla” y rezongando incoherencias firma apoyando su “anulación”.
Quizá, mientras firmaba, haya mascullado también la misma frase que espetó al periodismo internacional, cuando salía de la reunión, “diplomática” con el dúo KK, en Bs.As.: “¡y si no me entienden, ME IMPORTA UN CARAJO!” (Sic)
Hace casi un año, el 28 de setiembre del 2007 publiqué en mi blog este artículo:
Se está tratando por parte del Frente Amplio de recolectar firmas para la realización de un plebiscito destinado a evaluar la voluntad del pueblo uruguayo sobre la derogación de la llamada Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado decretada el 22 de diciembre de 1986.
Pienso que es cosa juzgada, es decir, que la consulta ya fue hecha, La ley fue aprobada por la mayoría del Partido Nacional, del Partido Colorado, con la oposición del Frente Amplio y la Unión Cívica.
Luego en el referéndum del 1989 la mayoría de la población apoyó la voluntad del gobierno y la papeleta amarilla triunfó por el 57% de los votos
De modo que sólo al que asó la manteca se le ocurriría pensar en nueva consulta.
Pero seamos inteligentes: seguramente sospechan que la población de aquel entonces votó coaccionada por el temor de que, en caso de no salir la boleta amarilla ganadora, los militares quisieran repetir el plato de esa sopa tan fea con que se habían quemado.
No me atrevo a pensar que a los propulsores del referéndum los anime, a más de 30 años de los negros tiempos de mi país, el deseo de venganza, de arrastrar por las calles el cuerpo de los responsables, porque la venganza es un arma de doble filo, que puede cortar la mano de quien la empuña. Responsabilidades las había en ambos bandos… Recordemos que el inventor de la guillotina también sufrió su filo. No creo que sea así, porque he notado que quienes hablan con más odio no vivieron los tiempos de beligerancia, y lo hacen exacerbados por prédicas proselitistas, o como los “barra brava” por la “camiseta”
Pienso que de realizarse un nuevo plebiscito debería hacerse sólo entre los sobrevivientes de aquella época, es decir entre los que votaron en esa ocasión. Ahora podrían hacerlo sin temores, si es que antes los tenían. Bastaría para ello tener la edad suficiente para haber votado en aquel referéndum. Sólo se consultaría a los testigos directos de los hechos.
De no ser así estaríamos en una situación de irreverente falta de respeto a la VERDAD.
Es como si en un incidente callejero, la justicia fuera a interrogar a Doña María, que en ese momento estaba mirando la telenovela y alguien le contó qué había pasado. O como si consultaran a los parientes de los implicados, o a sus amigos. O para ser más claros, como si en un penal dudoso, el árbitro, en lugar de consultar al juez de línea, consultara a los hinchas de cada equipo. Fallaría cualquier cosa. (Je, je, igual suele pasar)
La convivencia en paz de una sociedad es más importante que un partido de fútbol, y hasta en él se respeta el fallo del juez, ¡Cómo no vamos a respetar la voluntad de un pueblo! Si así fuera no nos extrañemos que queden en la picota hasta los artículos fundamentales de nuestra Constitución.
Hasta aquí el artículo
Lo único que se me ocurriría agregar hoy, es que habiendo pasado ya casi 20 años del plebiscito anterior, donde se consultó a los contemporáneos de los acontecimientos, donde votó el pueblo todo, por consiguiente incluidos todos los partidarios del Frente Amplio, sería una falta de respeto a la decisión de los que ya no están y a los supervivientes, verdaderos interesados, protagonistas y testigos de tales momentos históricos.
Si consiguen las firmas, hacen el plebiscito, y el pueblo lo rechaza, ¿volverán a intentarlo dentro de otros 20 años?
En tren de tan profundo escrúpulo revisionista, podríamos llegar a plebiscitar la “anulación” de la Declaratoria de la Independencia, del 25 de agosto de 1825 y considerarnos pertenecientes a Brasil, a Argentina o ¿porque no? a Inglaterra.
¡Esperemos que no maquine más adelante, Don Ambiguo, promover un plebiscito tal, porque entonces sabríamos, sin lugar a duda, que sus virajes son síntomas de demencia senil!
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Gentileza de: Uruguay Perdido |
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