Pan para hoy, hambre para mañana
por Dr. Marcelo Gioscia Civitate
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El viejo refrán elegido a modo de título, desde la simpleza de sus palabras, nos enseña entre otras cosas, que nada es para siempre; que la previsión debe presidir toda actividad organizada y mucho más aún, que debiera estar presente cuando se trata de la aplicación de políticas o de la toma de decisiones que afectan a la Nación toda.
Tratándose de recursos económicos o financieros, y en especial de la administración de la “cosa pública”, los responsables de la toma de decisiones debieran ser extremadamente cuidadosos a la hora de asignarlos, esto es, al tiempo de decidir en qué invertir y en qué gastarlos. A su vez, los órganos de contralor, (en especial el Poder Legislativo donde la actual Administración cuenta con mayorías casi absolutas) debieran estar atentos para no autorizar gastos que supongan luego, un mayor endeudamiento. So pena de ser llamados a responsabilidad por su omisión.
Claro que, cuando quien dirige la economía de nuestro país, tiene a su vez aspiraciones presidenciales, los objetivos pueden confundirse y quien a la postre pagará los desajustes será el contribuyente.
Nadie puede discutir ni tampoco negar que, luego de la peor crisis económica y financiera que recuerde la historia del Uruguay, el actual gobierno recibió del Dr. Jorge Batlle un país con sus cuentas públicas ordenadas y en el correcto camino de crecimiento.
Cierto es también que, por circunstancias en su totalidad ajenas a las decisiones adoptadas por esta Administración, la variable Rueda de la Fortuna ha decidido, que el precio de las materias primas trepara al excepcional valor de colocación que tiene hoy en el mercado externo, aumentando, como no sucedía hace años los ingresos de divisas.
Si a esta inusitada circunstancia favorable, le sumamos el notable incremento de la recaudación impositiva, nos encontramos ante una inmejorable posibilidad de reservar parte de esos ingresos extraordinarios para momentos de eventuales dificultades.
Sin embargo, la Rendición de Cuentas de inminente aprobación, aumenta innecesariamente el número de funcionarios públicos y destina recursos de todos nosotros a sueldos y gastos de funcionamiento. Nada reserva para muy probables momentos de escasez. Muy poco se destina a inversión que perdure o produzca.
Mientras los agentes del “gobierno progresista” festejan, como si viviéramos en un país de maravillas, la clase media uruguaya ha visto disminuir sus ingresos por salarios, jubilaciones y pensiones con imposiciones tributarias de una voracidad fuera de lo común.
No nos engañemos, ciudadanos.
Mientras campea la inseguridad, se ha castigado a quien más trabaja y premiado con planes asistenciales a quienes en definitiva no se los saca de la pobre condición en que viven y a la vez, sin proporcionarles un trabajo genuino, se los ofende en su dignidad.
No ha disminuído ni la mortalidad infantil, ni ha mejorado el rendimiento escolar. La deserción estudiantil no tiene freno y cada vez son más los adolescentes que no terminan el Ciclo Básico (sin embargo los recursos para la educación tantas veces reclamados, se destinan a salarios y a funcionamiento, pero no a mejorar la calidad de la enseñanza). No se estimula la innovación ni el ahorro. Se apunta a nivelar hacia abajo.
La emigración de los más preparados de nuestros jóvenes no ha cedido, por el contrario parece interminable.
La bonanza económica debiera hacernos más humildes y previsores, y la adversidad inducirnos a reforzar nuestra constancia en el esfuerzo por superarnos. Esta ha sido la enseñanza que recibimos de nuestros mayores.
Es lamentable comprobar que no ocurre una cosa ni otra.
Se ha instalado el Carnaval Electoral y todo vale.
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