El Día de la Independencia por Jaime Mario Trobo

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         Un amigo, indignado con el estilo que el actual gobierno le ha impreso a las conmemoraciones patrias, me motivó a estas reflexiones que comparto con Ustedes. Ya lejos de la peregrina idea de unificar las celebraciones patrias en una fecha, que proyectó el Gobierno, mas motivado en los “feriados” que en las “fechas patrias”, los actos oficiales de celebración de la Jura de la Constitución, la Batalla de Las Piedras, el desembarco de los Treinta y Tres y la apropia Declaratoria de la Independencia, han ido restringiéndose a ceremonias mínimas. En estas ceremonias, las que siempre han servido al propósito de la afirmación patriótica, los voceros del actual gobierno lejos de referirse a los hechos históricos o a su significación en el presente, tienen la costumbre de exponer sobre temas ajenos, como aprovechando la oportunidad y la presencia de la prensa para promover algún tema o idea u obra.

         Así, en ocasión de la última celebración del 25 de Agosto, quien habló en nombre del Poder Ejecutivo refirió a temas que nada tenían que ver con aquel episodio de la historia, desprendiéndose de toda vinculación del hecho que justificaba la ceremonia. El orador fue incapaz o no tuvo la menor intención de conmemorar, mas allá de las discusiones académicas, una fecha que en el imaginario colectivo de los orientales, significa la concreción de la vocación nacional de independencia, nada mas ni nada menos.

         Lo cierto es que este estilo, esta forma de venerar los hechos de la historia que forman parte de la unidad cultural en la que comulga nuestro pueblo uruguayo, conduce inevitablemente a diluir elementos imprescindibles en la formación de la sociedad. La disminución de la importancia de los hechos de la historia, hasta hoy característicos y reconocidos indiscutiblemente por todos, como cuotas del proceso que nos ha conducido desde la vocación autonomista de Artigas hasta hoy, agravia los cohesionados nexos de unión que el Uruguay ha ido creando al través de su historia.

         Habrá una tarea de reconstrucción de los símbolos e hitos de la peripecia oriental que encarar en el futuro. Revalorizar la presencia de la bandera y su uso respetuoso, restablecer –aunque parezca mentira – el escudo en el lugar que corresponde hoy usurpado por un extracto del mismo, la sintonía del himno que ha perdido vigencia por desuso en infinidad de instancias. Y esta tarea no tendrá otro fin que el patriótico objetivo de seguir fortaleciendo los vínculos de los orientales en torno a factores comunes, en contraposición con una practica que parece estar animada en promover la aparición por generación espontánea de nuevos e inconsistentes iconos.

         A mi amigo, que con gran fastidio y dolor patriótico me motivo a estas reflexiones, le agradezco su oriental propósito en pos de que nos sigan uniendo valores y símbolos ancestrales.

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